A menos de 500 días para el Mundial de fútbol de 2026, el flamante presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, definió un aumento de tarifas aduaneras para bienes de Canadá y México, sus socios en la organización del torneo. Lo que comenzó como un terremoto comercial, al final quedó en suspenso por un mes. Habrá más reuniones antes de tomar una decisión definitiva, y la situación puede llegar a afectar la Copa del Mundo, un acontecimiento por el que el propio Trump militó: en 2018, cuando FIFA definió la primera triple sede mundialista en la historia, el presidente llegó a mandar cartas para pedir los votos de las demás federaciones. Éste es su Mundial.
Por la implicación del propio Trump en el lobby mundialista y, sobre todo, por la volatilidad que lo caracteriza, nadie se atreve a presagiar qué pasará en adelante en la relación de Estados Unidos con sus socios mundialistas de 2026. “No creemos que impacten demasiado, pero, honestamente, es imposible predecir lo que ocurrirá, porque Trump es inestable y egoísta”, asegura un periodista estadounidense ante una consulta de LA NACION. Y agrega: “Para el Mundial no hay muchas nuevas obras de infraestructura necesarias: solo un estadio [el de Toronto, Canadá] necesita pequeñas reformas. Por lo tanto, casi no hay necesidad de comprar materiales para la construcción, por ejemplo”. En caso de que Trump insista con el tarifazo, entonces, el impacto no sería tan grande.
“La inminente guerra comercial tensará las relaciones entre los tres países y puede dejar a FIFA en una posición incómoda ante el Mundial de 2026, la primera fase final que tendrá 48 equipos y 104 partidos”, estima el periodista Samindra Kunti en una nota publicada en el portal Inside World Football. Y agrega: “Se prevé que esta realización extraordinaria del torneo generará ingresos sin precedentes. Este verano [invierno en la Argentina], Estados Unidos también organizará el primer Mundial de Clubes con 32 equipos, una iniciativa del jefe de FIFA, Gianni Infantino, que ha tenido una recepción muy tibia tanto de los medios de comunicación como de los socios comerciales”, concluye Kunti.
FIFA, mientras tanto, no habla del tema. Fiel a su histórica costumbre, no se mete en cuestiones políticas, como la de este arancelamiento anunciado por Trump. Sin embargo, Infantino es un trumpista de la primera hora. La relación entre ambos líderes pasa por su mejor momento. El sucesor de Joseph Blatter al frente de la multinacional aparece convencido de que estar cerca de Trump es muy bueno. Por eso lo elogió en posteos en Instagram y estuvo en la cuarta fila del salón en el que el multimillonario de 78 años tomó posesión como sucesor de Joe Biden. FIFA fue la única organización deportiva internacional presente en la reasunción de Trump. En su camino por ser aun más global -y por “unir al mundo”-, Infantino tiene al primer mandatario de Estados Unidos como aliado. Tal vez, su as de espadas. El suizo estuvo en el lugar en el que todos los que se jactan de tener una cuota de poder querían estar.
“Su muestra pública de apoyo, como nuevo presidente de Estados Unidos, a la Copa del Mundial de FIFA de 2026 es un momento de gran respeto para FIFA y también para el continuo crecimiento de nuestro deporte en todo el mundo. Se lo agradezco de todo corazón y le garantizo que juntos nos aseguraremos de que Estados Unidos dé la bienvenida al mundo y de que el fútbol una al mundo”, dijo Infantino, cuya primera gran actuación en el concierto internacional fue en la Argentina.
El suizo siempre le agradeció al ex presidente Mauricio Macri haberlo invitado a la reunión del G-20 que se dsarrolló a fines de 2018 en Buenos Aires. Fue la primera vez que los principales líderes del mundo escucharon a un presidente de FIFA. Más tarde, el ingeniero argentino fue nombrado presidente ejecutivo de Fundación FIFA, un cargo ad honorem que mantiene hasta hoy.
De las palabras de Infantino se desprende la presunción de una FIFA superproestadounidense y cercana a Trump. Incluso la casa madre del fútbol mundial tiene flamantes oficinas en Miami. Allí fue Infantino antes de entregar a Lionel Messi la copa del Supporters Shield de la Major League Soccer el año pasado. El dirigente hizo doblete allí, porque le anunció al capitán de Inter Miami que estaba clasificado para el Mundial de Clubes. Muchos se sorprendieron, porque entendían que esa plaza sería para el campeón de la MLS (terminaría siendo Los Angeles Galaxy) y no para el mejor equipo de la etapa regular de la temporada (Inter Miami). Infantino, rápido de reflejos, no quiso perderse a Messi en el torneo. Y hasta anunció que el primer partido de la competencia sería en el Hard Rock Stadium, de Miami.
FIFA sabe que Trump es proclive al fútbol, sobre todo en comparación con Biden. El republicano apoyó explícitamente la postulación para el certamen con un tuit en 2018: ”Estados Unidos ha presentado una candidatura FUERTE con Canadá y México para la Copa Mundial de 2026. Sería una pena que los países a los que siempre apoyamos hicieran lobby contra la candidatura estadounidense. ¿Por qué deberíamos apoyar a estos países cuando ellos no nos apoyan (incluso en Naciones Unidas)?”. Y en cambio, con el demócrata en el cargo, Estados Unidos se retiró de la puja por organizar el Mundial femenino de 2027, que se hará en Brasil.
Y Trump llegó a recibir a Infantino en su residencia de Mar-a-Lago para hablar de los preparativos para ambos mundiales (de federaciones y de clubes). Así de fluida es la relación entre ambos. De todos modos, FIFA no desconoce la imprevisibilidad de Trump.
Ni su afición a las chicanas políticas. La última lo pinta de cuerpo entero. El presidente recibió este martes a Florida Panthers, campeón de la Copa Stanley, de hockey sobre hielo. La final fue en junio. Trump lo invitó ahora. Para muchos, la razón tiene que ver con Canadá: el equipo vencido fue Edmonton Oilers, de ese país, que no gana el trofeo desde hace 32 años.