El gol de Advíncula apagó el infierno, el de Merentiel desató otro, pero el volcán sigue en erupción. Este sábado de fiebre por la noche será tan recordado por ese toquecito del uruguayo sobre la línea que sacó al equipo de las tinieblas y le permitió dormir de corrido a más de uno, como por los insultos de una Bombonera a punto de ebullición que reprobó como nunca a los jugadores y al DT y pidió ganar “cueste lo que cueste” ante Alianza Lima por la revancha de la Fase 2 de la Copa Libertadores.
Cuando el incendio parecía inevitable, la Bestia se calzó el traje de bombero y rescató a Boca del desastre cuando la Bombonera era una olla a presión al borde de la implosión. Un zurdazo de otro partido de Luis Advíncula al inicio del segundo tiempo apaciguó las aguas dentro y fuera de la cancha y liberó a un Boca atado que no encontraba el juego, la tranquilidad ni los caminos para lastimar a Aldosivi. Pero otro bombazo de Tiago Serrano puso en partido al conjunto marplatense y Boca fue un manojo de nervios hasta el pitazo final. El tanto del charrúa (anulado en primera instancia por un offside inexistente) fue un bálsamo para todo Boca, pero este triunfo sobre el Tiburón será un paréntesis emocional que se agotará rápido si el equipo sigue sin encontrar su brújula.
En casa y ante el último de la tabla, parecía el escenario perfecto para que Boca dejara atrás la derrota con Alianza (1-0) y se reencontrara con el juego y los resultados en una Bombonera a reventar que pasaría por todos los estadíos a lo largo de los 90 minutos. Gago aprovechó la rotación por cuestiones físicas para probar en cancha a varios jugadores que pelean por un puesto. A excepción de Agustín Marchesin, gran responsable de que Boca siga con vida en la Copa Libertadores, el DT les dio la oportunidad a aquellos futbolistas que no venían sumando minutos y especialmente a quienes buscaban ponerse en forma tras reponerse de distintas lesiones. Entre ellos, el capitán, Marcos Rojo, y el refuerzo estrella, Ander Herrera. El pibe Milton Delgado, recién llegado de Venezuela, donde disputó el Sudamericano Sub 20 con la selección argentina, fue el único que aprovechó la chance en medio de la epidemia de lesiones en la mitad de la cancha. Y el más aplaudido por los hinchas en una noche repleta de aplazos.
Ante un Aldosivi agazapado que apostó todas su fichas al contragolpe, Boca buscó mover la pelota de lado a lado y generar peligro por los costados. Pero ni Zeballos ni Janson estuvieron en su noche y Boca se repitió en centros cruzados que condujeron a la nada. El Changuito fue el jugador de Boca que más regates intentó (siete) en el primer tiempo y el que más duelos individuales perdió (cinco). Gago los cambió de punta promediando la primera mitad, pero tampoco resultó. Ninguno de los dos pesó y un Zeballos falta de confianza dejó la cancha entre murmullos cuando Gago lo reemplazó por Merentiel.
A los 38 llegó el primer reclamo para el equipo. El “movete, Xeneize, movete” fue apenas un aviso de lo que vendría. Por segundo partido consecutivo -ya había sucedido ante Independiente Rivadavia de Mendoza-, el público despidió al equipo con silbidos y sumó un nuevo grito de guerra que acompañó a los jugadores en la larga caminata hacia el vestuario: “a ver, a ver los jugadores si quieren oir, con la camiseta de Boca matar o morir…”. Clarito.
Pero era simplemente una cuestión de actitud. Boca no imponía condiciones, no generaba situaciones, casi no remataba al arco y Aldosivi, sin probar una sola vez a Marchesin, equiparaba las acciones con orden y disciplina táctica. Milton Delgado era un pulpo en el mediocampo, pero no tenía con quien descargar. Blanco no fue mejor que Saracchi en Perú y casi no le acertó a sus compañeros en sus habituales envíos aéreos (dos de siete). A Rojo se lo vio falto de ritmo y cometió un errores no forzados -sobre todo en la entrega de la pelota que fueron derruyendo la buena imagen de Boca en los primeros 15 minutos. Así, lo que debía ser casi una práctica de fútbol pensando en el partido del martes tomó inesperadamente ribetes de final.
Boca, que había transitado la cancha en el primer tiempo, salió a quemar las naves en el complemento y a proponer ese golpe por golpe que supo caracterizar en algún momento a los equipos de Fernando Gago. Con todas sus deficiencias a cuestas, se instaló en campo contrario y pudo ponerse en ventaja gracias a ese golazo de Advíncula en modo vintage que hizo estallar la Bombonera. El empate transitorio del Tiburón encendió nuevamente el fuego y el reclamo bajó desde los cuatro costados en forma de insulto para los futbolistas: “Jugadores, la c… de su madre, a ver si se dan cuenta que no juegan con nadie…”.
El grito de Merentiel, el mismo que había destrabado el partido frente a Independiente Rivadavia, cambió insultos por aplausos y recargó la confianza de un Boca que se jugará el todo por el todo frente al conjunto de Pipo Gorosito. La Copa no da segundas oportunidades. Y Boca deberá mejorar mucho para no volver a mirar la Libertadores por TV.