El encuentro entre Colón, de Santa Fe, y Mitre, de Santiago del Estero, correspondiente a la fecha 20 de la Primera Nacional, debió suspenderse en la noche del lunes, a falta de once minutos para el final, por los incidentes que protagonizaron los hinchas sabaleros, con intentos de romper sectores de las tribunas para avanzar hacia el campo y el lanzamiento de proyectiles que activó la consecuente represión de la policía para dispersarlos y vaciar el Cementerio de los Elefantes. Los santafesinos se hunden en una mala campaña, y el hincha no tolera un año más en la segunda categoría.
Una imagen más del fútbol argentino; una imagen más lamentable que la anterior, pero menos que la que seguramente dejará posteriormente algún otro contexto en otro estadio, en tiempos en los que se empezaban a retomar las pruebas para el regreso de la parcialidad visitante: en la Argentina se sigue sin poder jugar apenas con los hinchas locales, esos que, se supone, cuidarán su casa. Pero no. Colón es un grande del interior al que le tocó descender y aún no despierta tras ya haber transcurrido un año en la segunda división, por lo que su gente acciona y es protagonista de una secuencia vergonzosa.
Cada encuentro es una final en un contexto de temor para el “Sabalero”, ya que, lejos de estar cerca de volver a la máxima categoría, no para de mirar la tabla de abajo, con la posibilidad de un nuevo retroceso. Los santiagueños pusieron el 1-0 a los 27 minutos del segundo tiempo, causando la desesperación de los fanáticos rojinegros: el equipo tiene 21 puntos (ganó seis partidos de 19) y está a once puntos de Defensores Unidos, de Zárate, el último que estaría descendiendo desde la zona B.
Por eso, siete minutos después del gol de Cristian Díaz el encuentro se interrumpió. Hinchas tapados iniciaron el caos, con patadas a los portones y alambrados para romperlos y avanzar hacia el campo, una acción que obligó como primera medida a aislar a los jugadores de Mitre que calentaban fuera del campo de juego. Es que, además, caían piedras, botellas de plástico y vidrio y todo objeto que estuviera al alcance y pudiera llegar a lastimar a los policías, que ya estaban intercediendo.
El comienzo de la respuesta fue con gas pimienta. El árbitro Felipe Viola tuvo la decisión clara apenas revisó la post interrupción inicial, algo para destacar en tiempos en los que -muchas veces- los árbitros optan por tomarse mucho tiempo sin sentido. Lo expuso el diálogo que forzó el desacuerdo de Emanuel Gigliotti, futbolista del club santafesino. Indignado, el delantero pedía seguir ya que, con el correr de los minutos, veía que algunos sectores estaban calmados.
La contestación fue firme en todo momento: “Esto no puede reanudarse, vamos a terminar lastimados. Ustedes, ellos (señalando un futbolista de Mitre) o nosotros. Este partido terminó a los 34 minutos. Tenemos la indicación de la Seguridad. Entendé la situación: hay botellas de vidrio por todos lados, no tiene sentido, es por lógica. Terminó acá”. Mientras, Gigliotti avisaba: “Bueno, ahora fijate cómo hacés porque se va a armar más quilombo”.
No le faltaba razón a Gigliotti, pero la mejor conclusión fue la del juez. Porque los futbolistas de Colón no pudieron irse en paz al túnel. ¿Qué importaba el resultado, los 11 minutos por jugarse o que Mitre podría quedarse un día más en Santa Fe para jugar ese tiempo restante? Cuando se dirigieron, desde la platea cayeron infinidad de piedras y tuvieron que retroceder, por más que ya tenían armado un cordón policial con escudos para resguardarlos. Hasta una baldosa terminó dentro de la cancha. Si se generan las garantías de seguridad, el cotejo podría continuar este martes cerca del mediodía; obviamente, a puertas cerradas.
La locura en las tribunas fue tal que obligó a la Seguridad a efectuar disparos con balas de goma antes de retirar al grupo de futbolistas. Se vio como uno de los oficiales filtró su arma por uno de los agujeros del alambrado, con el fin de espantar a todos los violentos de la popular que esperaban detrás de la salida. Luego, una fila de uniformados ingresó a la misma, intentando sacar por completo a los hinchas. Una imagen de terror.
¿Qué tuvieron que hacer los jugadores? Ser pacientes y retirarse lentamente. Aquel pasillo de seguridad que le habían armado sobre el campo debió acercarse a los futbolistas de Colón para trasladarlos de a grupos pequeños. Fueron y vinieron. Los que quisieron irse al vestuario por su cuenta, tuvieron que volver ante la lluvia de piedras de sus propios hinchas. Una imagen lamentable, triste, sin demasiadas esperanzas a futuro. Con el clásico “¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!» de fondo.