GUAYAQUIL.- (Enviado especial). Son hijos de una misma cuna futbolera, de una misma provincia y casi de una misma ciudad. Uno nació en Pujato, el otro en Rosario. Los une el origen leproso, la influencia de Bielsa y la experiencia compartida en el cuerpo técnico de la selección. Sin embargo, sus caminos siempre estuvieron marcados más por las diferencias que por las coincidencias. Este martes, Lionel Scaloni y Sebastián Beccacece, antiguos laderos de Jorge Sampaoli, se cruzarán por primera vez como entrenadores principales. Habrá saludo formal, aunque todavía pesa aquel pasado en que competían dentro del mismo equipo de trabajo.
Técnicos jóvenes, modernos y con propuestas ofensivas, Scaloni y Beccacece podrían compartir más puntos en común de los que se creen. Son entrenadores respetados, formados en la misma escuela y con estilos tácticos que, en ciertos aspectos, se tocan. Pero entre ellos siempre hubo una distancia difícil de salvar. No pasaba tanto por lo profesional, sino por una cuestión de carácter, de formas de relacionarse y de entender la conducción del grupo. Scaloni se mostró siempre más jugadorista; Beccacece, en cambio, rígido, intransigente y celoso de la disciplina. Compartían la idea general, pero no los caminos para llegar a ella. Como sintetizó alguien que los conoce bien: “Leo es el peronismo y Becca, el trotskismo”.
Scaloni y Beccacece llegaron a trabajar junto a Jorge Sampaoli por caminos distintos. El actual DT campeón del mundo lo hizo gracias a una vieja promesa que el técnico le había hecho a su padre. Ángel Scaloni, agricultor y transportista en Pujato, a veces tenía problemas de plata y era Sampaoli quien se los resolvía en el Banco Santa Fe de Casilda, donde trabajaba en los años 80. A Sampaoli le decían “Maradona” porque nunca estaba en el banco. Ya estudiaba para ser técnico y muchas veces se iba antes de horario. En ese contexto solía repetirle a Ángel, a medias en chiste y a medias en serio, que algún día sumaría a su hijo a un cuerpo técnico.
Esa promesa recién la cumplió en octubre de 2016: cuatro meses después de asumir en Sevilla llamó a Lionel Scaloni, que se había retirado un año antes y trabajaba en las inferiores del Mallorca. En el club andaluz empezó como analista de rivales, con escasa participación en el campo. La estructura de colaboradores la encabezaba el español Juan Manuel Lillo como ayudante principal, con Jorge Desio en la preparación física, Matías Manna en el análisis táctico y scouting, y Martín Tocalli como entrenador de arqueros.
La historia de Beccacece con Sampaoli comenzó en 2002, cuando Claudio Vivas, histórico colaborador de Marcelo Bielsa, los puso en contacto. Beccacece tenía apenas 22 años: había intentado ser lateral derecho y llegó a jugar en Lavalle y Juan XXIII, aunque nunca de manera profesional. Por entonces, Sampaoli, que ya había pasado por Argentino de Rosario y Juan Aurich, lo invitó a sumarse como ayudante en Sport Boys de Perú. El viaje fue toda una aventura: 24 horas en micro para cumplir el sueño de trabajar en el fútbol grande. Desde allí siguió junto al entrenador en Coronel Bolognesi, Sporting Cristal, O’Higgins y la Universidad de Chile, hasta llegar a la selección trasandina, con la que fueron campeones de la Copa América 2015 nada menos que ante Argentina.
Tras esa experiencia, Beccacece se largó solo: primero como DT de la U, y luego en Defensa y Justicia. En mayo de 2017, cuando Sampaoli asumió en la selección argentina, volvió a convocarlo como su asistente principal. Con él llegaron también Scaloni y el resto del grupo que había trabajado en Sevilla, además de Nicolás Diez, que conocía tanto a Sampaoli como a Beccacece por su paso por la Roja y la U. Al mismo tiempo, Beccacece se hizo cargo de la Sub 20, con la mira puesta en el torneo de L’Alcudia de 2018, donde la idea era empezar a proyectar jóvenes en línea con lo que se buscaba en la mayor.
El ciclo de Sampaoli en la selección argentina estuvo marcado por polémicas, cortocircuitos y declaraciones cruzadas, y la relación entre dos de sus asistentes más cercanos no fue la excepción. Sus disidencias tenían más que ver con los modos que con la táctica. Scaloni, excompañero de Messi y Mascherano en el Mundial 2006, mantenía un vínculo cercano con los referentes y funcionaba como nexo entre ellos y el entrenador. Beccacece, en cambio, proponía un liderazgo más ecuánime, sin privilegios ni jerarquías internas demasiado marcadas. Al principio los roles no se superponían: Beccacece era la mano derecha de Sampaoli, encabezaba gran parte de los entrenamientos tácticos y tenía injerencia en la preparación de los partidos, mientras que Scaloni se mantenía en un segundo plano.
La clasificación al Mundial de Rusia 2018 llegó con la soga al cuello. Argentina debía ganar en Quito para evitar quedar fuera de una Copa del Mundo después de 48 años. La selección salvó el pasaje con los tres goles de Messi en el 3 a 1 sobre Ecuador. Al final del partido quedó en evidencia la dinámica interna del grupo: en el festejo del tercer tanto, el capitán corrió hacia el córner y se fundió en un abrazo con los suplentes que realizaban la entrada en calor; entre ellos, el único ayudante de Sampaoli que se metió de lleno en la celebración fue Lionel Scaloni.
Fanático de Newell’s, Beccacece veía a Scaloni desde la tribuna en los primeros pasos de Lionel con la camiseta de la Lepra, donde hizo las inferiores y disputó 12 partidos entre 1995 y 1996. Tres años menor, Beccacece lo seguía desde la popular. Pero, cuando finalmente compartieron el día a día en el cuerpo técnico, la relación no fue sencilla. Las diferencias no eran estrictamente futbolísticas. Por entonces, Scaloni solo contaba con una idea general, sin un estilo definido, que iría moldeando con el tiempo y de manera notable. En ese cuerpo técnico, además, era quien sondeaba a algunos jugadores para conocer su situación o analizaba aspectos puntuales de rivales y futbolistas en sus clubes.
El problema entre Scaloni y Beccacece terminó de estallar en el Mundial, en medio del caos que generó el paso en falso contra Islandia en el debut, la ruptura entre Beccacece y Sampaoli, que casi llegan a los golpes en un entrenamiento, y el progresivo ascenso de Scaloni, que iba ganando terreno. Después de aquel conflicto, el hoy DT de la selección campeona del mundo se convirtió en el hombre de mayor confianza de Sampaoli e incluso aportó ideas para el partido decisivo contra Francia, en el que Argentina fue eliminada.
El vínculo entre Sampaoli y los jugadores ya estaba desgastado desde la previa del Mundial. Cuentan que una indicación de Beccacece a Messi sobre cómo resolver una jugada le restó respaldo dentro del plantel, especialmente entre los más experimentados, poco dispuestos a recibir órdenes de un ayudante sin pasado como futbolista.
El increíble empate en el estreno y una fuerte discusión entre Beccacece y Sampaoli, con Scaloni y el grupo como testigos, terminaron de quebrar la relación. De aquel trato casi familiar –Sampaoli es padrino de Agustina, hija de Beccacece– pasaron a casi no dirigirse la palabra. Beccacece veía en Sampaoli a un entrenador que había perdido su esencia, demasiado influenciable por el gusto de los jugadores más que por sus propias convicciones. Y los malos resultados solo profundizaron la grieta.
Frente a Croacia, Sampaoli cambió el esquema: del 4-2-3-1 con figuras como Rojo, Biglia y Di María al 3-4-1-2 con Mercado, Enzo Pérez y Acuña. Para entonces, y aprovechando su buen vínculo con el grupo, Scaloni ya había empezado a ocupar el espacio que dejaba Beccacece. La catastrófica derrota con los croatas agudizó la crisis: Messi y Mascherano encabezaron una reunión con Sampaoli, Beccacece, Scaloni y el presidente Claudio Tapia para exigir un cambio de rumbo. El plantel pedía mayor participación en el armado del equipo. Para Beccacece, aquello era inadmisible: pensó en hacer las valijas y dejar que AFA nombrara un interino. Para Scaloni, solo eran sugerencias de los futbolistas para buscar la mejor manera de encarar lo que venía.
Obligado a ganar para no repetir el fracaso de 2002, cuando Argentina se volvió en primera ronda, Sampaoli eligió contra Nigeria un once clásico, lleno de caciques: Otamendi, Rojo, Mascherano, Di María, Messi e Higuaín. El gol agónico de Rojo aseguró la clasificación a octavos, donde caería frente a Francia. Ese encuentro también mostró el poco peso de Beccacece y el terreno ganado por Scaloni: incluso se dice que la idea de usar a Messi como falso 9, como lo hacía en Barcelona, fue de él.
Una semana después de la eliminación, Beccacece se separó rápidamente de Sampaoli y regresó a Defensa y Justicia. El técnico principal permanecía en su cargo únicamente por la cláusula de rescisión, que ascendía a 8 millones de dólares, y que finalmente se resolvió por un cuarto de ese monto.
Apenas 72 horas más tarde, Scaloni se hizo cargo de la Sub 20: definió a los convocados y viajó al torneo de L’Alcudia, donde fue campeón. Antes de las semifinales, Tapia intentó sin éxito convencer a algunos entrenadores de renombre y, ante la falta de acuerdo, lo confirmó al frente de la Mayor de manera interina. Scaloni dirigió seis amistosos en 2018: cuatro victorias, un empate y una derrota ante Brasil. Luego fue ratificado para continuar rumbo al Mundial 2022. Entre los argumentos que pesaron para confirmarlo estuvo su buen vínculo con los jugadores.
La transición también tuvo chispazos. En la gala de los premios The Best, el DT contó que Sampaoli le había dicho que no tenía problema en que tomara las riendas de la selección. En los primeros partidos de la nueva etapa, Beccacece fue crítico con la decisión de Scaloni: “Estuve 14 años con Sampaoli y en todos los clubes que estuve con él me ofrecieron continuar. Considero que cuando uno llega de la mano de alguien es importante poner punto final”. Y agregó: “Tengo valores y lo que pasa se dice hacia adentro, no hacia afuera”.
Al inicio de la gestión, el cuerpo técnico de la selección argentina acostumbraba a hacer visitas a los clubes para hablar con los entrenadores y seguir de cerca a los jugadores. En marzo de 2019, ese mismo día había que pasar por Independiente y por Defensa y Justicia. Scaloni fue a Avellaneda para reunirse con Ariel Holan, mientras que a Bosques, donde se entrena el Halcón, fueron Walter Samuel y Roberto Ayala para conversar con Beccacece.
Con el tiempo, las aguas se fueron calmando. La distancia, tal vez, ayudó a que todo fluyera mejor: Scaloni se mantuvo en la selección y Beccacece continuó su recorrido por el fútbol argentino y luego en Europa, hasta su llegada como técnico de Ecuador. Desde la obtención de la Copa América 2021, el primer logro de la gestión de Scaloni, Beccacece se mostró muy elogioso con Argentina y, en especial, con el DT, cuyo trabajo calificó de “extraordinario” y “revolucionario”.
En julio de este año, en charla con LA NACION, fue aún más generoso: “Casi no llegamos a compartir el día a día en la selección, pero cuando tomé Ecuador me mandó un mensaje de aliento. Leo [Scaloni] supo entender qué jugadores tenía y cómo adaptarse a ellos. Él tenía una idea que era totalmente opuesta a la que están desarrollando ahora: él hablaba de que le gustaban las transiciones veloces y el juego directo, todo lo contrario a esta selección. Ahí estuvo su capacidad para cambiar y llevar adelante una obra maestra. Hoy enfrentarte a Argentina es medirte ante lo desconocido, porque tienen mil variantes para lastimarte. Eso habla de una confianza extrema y de un nivel de fluidez fabuloso”.
Otra vez en Ecuador, como aquella noche de 2017 en que Argentina aseguró el boleto para el Mundial de Rusia, Scaloni y Beccacece se reencontrarán con colores distintos y desde lugares donde se sienten más cómodos: respeto y admiración mutua, aunque en veredas separadas.