No tuvieron ni fuerzas para festejar. Sentenciada la victoria, los Pumas sólo atinaron a saludarse entre sí y felicitar al rival. El sufrimiento del final no le hace justicia a la gran actuación que desplegó el equipo argentino durante 65 minutos. Su propia impericia en los últimos metros impidió un desenlace más holgado, pero al contrario de la semana anterior, la diferencia en el marcador fue suficiente para salir victoriosos, más allá de que otra vez debió ser mayor.
Queda la sensación de sufrimiento y de que no se estuvo tan lejos de desperdiciar otra amplia ventaja, pero lo que se debe rescatar es la enorme intensidad y el atrevimiento con que jugaron los argentinos durante la mayor parte del partido. A diferencia de lo que ocurrió siete días atrás en Townsville, no fue tanto la indisciplina albiceleste lo que posibilitó la reacción australiana, sino antes bien la incapacidad de aprovechar las innumerables oportunidades que generaron merced a un cúmulo de virtudes.
El triunfo por 28-26 en el Allianz Stadium, de Sydney, vuelve a poner en carrera en el Rugby Championship a los Pumas, que acumulan dos triunfos y dos derrotas, igual que su vencido, aunque con dos puntos menos, ya que los locales sacaron dos bonus, y una unidad detrás de Nueva Zelanda y de Sudáfrica, que en el segundo turno asombró con su 43-10 a All Blacks en Wellington.
Ante la dificultad para marcar tries, fue determinante la actuación del apertura Santiago Carreras, que acertó todo lo que pateó a los palos (siete penales y una conversión) y terminó con 23 puntos. Julián Montoya, al inicio de un partido frenético, anotó el único try argentino.
Irónicamente, la conquista albiceste no fue producto de una acción en conjunto, de las tantas que generó el equipo durante todo el encuentro, sino que se dio luego de que el capitán tapara un free-kick del apertura Tane Edmed, que hacía su debut como titular. Extrañamente, el perdedor llegó cuatro veces al in-goal.
El try y el pie de Carreras permitieron a los Pumas marcar una diferencia que llegó a ser de 21 puntos (28-7) a 15 minutos del final. Entonces ocurrió una debacle, que en parte se explica por el desgaste previo, en parte por errores propios y, otra vez, por una equivocación arbitral que pudo ser determinante.
Los Pumas venían de caer una semana atrás tras finalizar 21-7 arriba el primer tiempo y por un try convertido en la última acción del partido. Decididos a tomarse revancha, salieron a jugar con máxima intensidad, moviendo la pelota desde cualquier sector de la cancha. Una estrategia que se mantuvo durante casi todo el partido y que, a partir de buenas acciones colectivas, les posibilitó desequilibrar constantemente a la defensa australiana y ponerse en situación de anotar.
La liberación rápida de la pelota, merced primero a la impecable gestión en la limpieza de rucks y segundo a la gran producción del medio-scrum Gonzalo García, les permitió a los Pumas imprimirle al partido un ritmo incontenible, que puso de rodillas y confundió a los locales. El gran defecto esta vez fue la definición en los últimos metros.
En total fueron 11 los ingresos a los 22 metros del rival, que redituaron sólo un try y un penal (las otras ejecuciones fueron de larga distancia). Es decir que hubo nueve situaciones claras de try desperdiciadas.
Australia empleó la misma táctica de jugar desde todos lados, lo que derivó en un partidazo de un ritmo infernal. La diferencia fue que la defensa argentina pocas veces dejó progresar al adversario y que en el juego aéreo (excepto en las salidas), primó la capacidad de Rodrigo Isgró, Santiago Carreras y Juan Cruz Mallía.
La ventaja de 21 puntos se gestó igualmente gracias a la gran marca albiceleste. A la agresividad y la solvencia del tackle, los Pumas sumaron esta vez disciplina. Hasta el minuto 65 habían concedido sólo dos penales (hubo cuatro más en el final). Entonces empezó una sucesión de errores que casi les costó el triunfo. Primero, un penal por una falta inocente de Santiago Carreras, un knock-on intencional que le costó la amonestación al cordobés. Dos minutos más tarde, Australia había conseguido dos tries más y se ponía a nueve tantos (28-19).
Los Pumas recuperaron la compostura a tiempo y hasta tuvieron chances de sentenciar el partido, pero desperdiciaron un line y maul a cinco yardas. Y en el minuto 39 llegó un try más de los Wallabies en el que la terna arbitral, que venía teniendo un gran desempeño y pese a revisar la jugada, omitió sancionar un claro pass-forward. Quedó una acción más, pero los argentinos presionaron bien y se quedaron con una victoria tan sufrida como merecida.
El ostensible pase adelante previo al último try
En el primer tiempo los Pumas pasaron siete veces la línea de 22 metros del oponente, pero sólo consiguieron un try. Una acción individual de Montoya, que bloqueó un free-kick del inexperto Edmed. De las otras seis oportunidades, una terminó en tres puntos, y el resto, en pérdidas por errores, incluidas cuatro cuando tuvieron un jugador más por una amonestación al wing Max Jorgensen. Hubo un mal kick cruzado de Santiago Carreras, un mal pase de Guido Petti Pagadizábal, una retención de Lucio Cinti, un knock-on del apertura y un sombrerito ridículo de Juan González cuando tenía pase.
Como en el partido anterior, los Pumas tuvieron problemas para recibir las salidas de los Wallabies, que explotaron bien el juego aéreo del ex rugbier de seven Corey Toole. Tras fallar los argentinos la tercera recepción, y quedar de espaldas contra el in-goal, llegó el primer try, obra de Joseph-Aukuso Saua’ali’i, el segundo centro que estuvo intratable en esta serie (había anotado dos en Townsville).
Compacto del éxito de los Pumas sobre Wallabies
En la segunda mitad fueron cuatro los ingresos en las 22 ajenas. Hubo dos pelotas trabadas arriba (una, antes del último try australiano), un knock-on de Marcos Kremer (después de que, a los 55 minutos, los visitantes decidieran por primera vez ir al line en lugar de pedir palos) y una buena pesca del especialista Fraser McReight.
Después de tomar un poco de aire y mucha agua, los jugadores argentinos se dieron la oportunidad de festejar. El gran número de compatriotas que acompañó al equipo y alentó durante todo el partido fue habilitado a ingresar a la cancha y se produjo una celebración mancomunada que quedará en la memoria de los presentes en Sydney. Se sufrió más de la cuenta y hay muchas cosas por corregir, pero vale quedarse con el triunfo y esos 65 minutos de rugby total.