Lionel Scaloni quemó los manuales del fútbol. Tras una destacada trayectoria como jugador tomó la selección argentina por dos partidos y terminó construyendo el ciclo más importante de su historia. ¿Cómo lo consiguió? ¿De qué herramientas se nutrió? ¿Cuál es su método para liderar? A través de una decena de charlas profundas que mantuvo con el autor en Mallorca, Pujato y el predio de la AFA, Scaloni repasa su carrera y cuenta los detalles de las conquistas máximas en Qatar y Copa América. Aportan su mirada más de 40 entrevistados, entre ellos Lionel Messi, los integrantes del cuerpo técnico, excompañeros y entrenadores de diferentes etapas; también su esposa, hijos, padres y hermanos. Cien historias para construir un retrato íntimo de la persona detrás del entrenador exitoso, en el que asoman aspectos poco conocidos de un ser humano singular y sensible, discreto en su faceta pública pero sorprendentemente extrovertido y de un enorme sentido del humor en su círculo más cercano; siempre pendiente de su familia y un profesional creíble, honesto y profundamente reflexivo a la vez que apasionado. La vida de un hombre que hizo feliz a un país.
LA NACION presenta uno de los capítulos del “Scaloni”, editado por Sudamericana y escrito por el periodista Diego Borinsky.
Emociones contenidas
Hay un video de la FIFA, subido en mayo de 2024, que a la fecha del cierre de este libro tiene 14 millones de visualizaciones, de los casi ocho minutos que dura la definición por penales de Argentina-Francia. Es a pantalla partida: a la derecha se ve la serie de penales y en la mitad izquierda hay una cámara fija siguiendo las reacciones de Scaloni. Lo más increíble es que el DT de la selección no grita ni uno solo de los convertidos, tampoco aprieta un puño cuando el Dibu le ataja a Coman, no se le suelta un “vamos” cuando yerra Tchouaméni, no se le mueve ni un músculo de la cara, apenas el labio inferior. Igual que en los goles del partido. Así como grita y le gesticula al árbitro por infracciones no cobradas o tarjetas no sacadas durante los 120 minutos, en los goles y en los penales, Scaloni es el hombre de la máscara de hierro. Nada de nada. Imperturbable. Un marciano, realmente.
Los penales los vio solo, cruzado de brazos por momentos, con las manos por detrás de la espalda en otros. Separado de sus colaboradores, que los vivieron entrelazados por sus brazos. El rito repetido después de cada ejecución del DT era caminar al banco, sentarse, abrir la botellita de agua, tomar un sorbo y luego enroscar la tapita. Dos veces fue a consultar algo a los integrantes del cuerpo técnico. La primera, después de que Paredes metiera el 3-1 y pasáramos a disponer de cuatro match points a favor: le pregunta algo a Samuel, quien le responde con un “ya está, ya está” y un gesto de “no rompás los huevos”. Luego me enteraré que su duda era si Montiel estaba realmente para patear. Y antes del penal definitivo, como lo ha contado el Profe Luis Martín en estas páginas, el DT quería constatar que si lo metía Cachete éramos los campeones.
Apenas el disparo de Montiel cruzó la línea de gol, Scaloni dibujó una pequeña mueca de sonrisa. Un mini esbozo de proyecto de boceto de sonrisa recortada. El profe lo abrazó durante casi 20 segundos, agarrándole la cara, dándole besos en la cabeza y en un momento el DT le dio unas palmadas en la cintura. Enseguida se le tiró encima Aimar y aún seguía sin exteriorizar sus emociones. Acto seguido se sentó en el banco, desenroscó la tapita de la botella, empezó a llorar de modo contenido, luego se paró al costado del campo, se persignó dando un paso para entrar y explotó en llanto al ver venir a Paredes.
-¿En qué pensabas apenas terminó el partido? Estabas como en otra -le pregunto hoy.
-Primero se me subió el profe con un abrazo interminable. “Gracias Luifa, pero déjame solo un rato”, le dije, mientras le daba unas palmadas. Después se me tiró Pablo y me pegó un rodillazo, “me mataste, boludo, me mataste”, le dije. Y me quedé mirando, mirándolos a todos corriendo, te puedo asegurar qué hizo cada uno, era un momento increíble, yo lo estaba disfrutando a mi modo, observándolos. Me senté en el banco, en el Maracaná había hecho lo mismo, y seguía mirando. Si te digo qué me pasaba por la cabeza, te miento, la emoción era tan grande… y el alivio, un enorme alivio.
-¿Por qué “alivio” si no tenían la obligación de salir campeones? Vos mismo lo decías.
-Bueno, pero vos siempre sabés que Argentina es candidata y en un momento vino Leandro y me dijo “somos campeones del mundo, no lo puedo creer”, y ya ahí me quebré definitivamente, porque al final, más allá de que él haya salido del equipo y entrado, fueron muchos años juntos. El primer día Leandro estuvo, como tantos otros, y culminarlo así es algo único. En ese abrazo resumís un montón de cosas, no solo el Mundial, sino el tiempo que pasaste juntos. Intentamos que ellos disfrutaran de eso porque dentro de tantos años se van a encontrar, en un cuerpo técnico como nosotros ahora, o en un café, y eso es valorable y hace todavía al grupo más fuerte.
-Dijiste que te hubieras sentado en canastita si podías, ¿eso lo hacías de chico?
-Es sentarse en equis, con las piernas cruzadas, como cuando tomaba la merienda en el colegio. En la Copa del 24 lo hice con los nenes, sentados en el pasto. Si te tengo que decir algo, ahora dándome cuenta, te digo que esos fueron los momentos que más disfruté, con diferencia, cuando terminaron las competiciones y tuve unos minutos para sentarme y observar. Alguno por la emoción sale corriendo, yo preferí mirar, tuve tiempo para pensar y disfrutar esos momentos.
La rueda de prensa como campeón del mundo, Scaloni la dio enfundado en la camiseta de selección con la tercera estrella recién bordada, como si fuera un jugador. Igual que en el Maracaná. No podía ser de otra manera, aunque siempre supo (y así lo declaró) que el gran mérito les corresponde a los futbolistas. Pero se hace a sí mismo ese pequeño regalito de estar con la camiseta puesta un rato.
“Me arrepiento de no haber traído una lista porque me hubiera gustado nombrar a todos, uno por uno, los que estuvieron con nosotros, y si ahora me los pongo a nombrar, me voy a olvidar de alguno y sería injusto. Varios han pagado el avión ellos mismos para venir, les agradezco que estén acá, es una señal muy positiva”, fue una de sus primeras impresiones, para realzar el espíritu de grupo, después de que Nico González, Gio Lo Celso, Tucu Correa y Martínez Quarta, entre otros, compartieran la celebración con el plantel en el campo de juego del Lusail.
“El mensaje es que sigan, la selección no te permite dormirse en los laureles”, fue otra de sus frases, cuando le preguntaron por el futuro. No pudo con su genio y avisó que seguiría exigiéndolos. La rueda de prensa fue corta, y terminó medio abruptamente, cuando le preguntaron a quién le quería dedicar el título. Mencionó a los padres, a la esposa, hijos, hermanos, tía, prima y a todo Pujato. “Nada, no tengo muchas más ganas de hablar, pocas cosas más para decir, agradezco a todos y buenas noches, chau”, cerró, entre aplausos del auditorio, mientras esbozaba una sonrisa que intentaba disimular las ganas de llorar que lo invadían.
En la zona mixta se sintió más liberado y pudo expresar con más profundidad sus sensaciones. Dijo sobre el Dibu, por ejemplo: “Le ha dado un montón al grupo, necesitábamos una personalidad así, en algunas cosas me identifico con la etapa en que yo estaba en la selección. Unía al grupo, estaba siempre con buena cara, y encima un gran arquero, el combo”.
-¿Qué pensó para ponerse el guante ahí abajo?
-Emiliano no estará contento con eso, es un chico espectacular, es un nene, es impresionante lo buen tipo que es, fue un descubrimiento de los tantos que teníamos ahí dando vueltas. Haber llegado donde llegó es una inspiración para muchos. Lo de Leo también, de no bajar nunca los brazos. Está bueno que quede en la retina de todos.
-¿Y ahora? -cerró Federico Rodas la nota para DirecTV en el campo de juego.
-¿Y ahora qué? Me voy a festejar con los chicos.
-¿No te vas a ir ahora?
-Antes no me querían y ahora me piden que me quede -se despidió con una sonrisa (y tenía toda la razón del mundo).
Durante los festejos en el campo de juego, Scaloni lució la camiseta 18 azul que había utilizado 25 años atrás en el Mundial Sub 20 ganado en Malasia. La camiseta no era de él, se la había regalado un hincha, y existe una historia especial detrás, que se conoció unos días después. Es la de Tomás Calvo -apodado Chispa por el personaje de Meteoro-, un coleccionista que viajó al Mundial, amigo de Germán Pezzella. Entre otras camisetas que llevó a Qatar estaba la que había usado Scaloni en Malasia. “La compré en un lote apenas asumió en la selección. Después del partido contra Polonia me frenaron para filmarme con la camiseta. Sin saber que me hablaba un periodista dije que ya estaba prometida al entrenador si pasaba lo que tenía que pasar”, contó Calvo en una nota con Panqui Molina en El Gráfico web. Lo que tenía que pasar, pasó, y Chispa Calvo, gracias a su amistad con Pezzella, logró meterse en el campo de juego después de los penales con Francia y le dio la camiseta al DT campeón del mundo. “Al principio, Scaloni no entendía que se la estaba regalando. Me preguntó si se la podía poner para una foto. Le dije que sí y dejó la chomba en el piso. Cuando le repetí que era para él, me regaló su chomba. Una locura”, relató Calvo, quien enmarcó esa chomba y hoy ocupa el rincón más importante de su museo junto a las fotos que atestiguan el intercambio.
Pero si esa historia es llamativa, la que sigue es realmente conmovedora. Porque Calvo contó que esa no fue la primera vez que estuvo al lado de Scaloni. Después de la Copa América 2021, Calvo y el DT de la Selección compartieron, a pocos metros y sin palabras, la rehabilitación de sus respectivos familiares en el Fleni de Escobar. El padre de Chispa, después de padecer un cuadro agudo de Coronavirus, y Chiche Scaloni, tras sufrir un ACV, como detallaremos en el próximo capítulo.
–Sos un ejemplo para mí porque en la situación más difícil de mi vida, verte a vos paseando a tu papá me hizo dar cuenta de que lo importante está ahí -le susurró Calvo a Scaloni, al oído, en medio de la montaña rusa de emociones del Lusail.
Sigo con las preguntas para repasar aquel momento.
-Después de un rato fuiste a buscar a tu familia a la platea y en un momento tu hijo mayor lloraba, ¿qué te decía?
-No lo podían creer, ellos vienen de una realidad totalmente distinta, lo que han vivido en Qatar no se lo olvidarán en sus vidas, quedaron enamorados de la hinchada argentina.
-Te quedaste charlando un rato con Messi antes de subir al podio, ¿de qué hablaban?
-Comentarios normales, “lo que va a ser Argentina, qué locura, qué ganas de estar ahí, ya queremos estar ahí, no lo puedo creer”, esas cosas, en un momento se acercó Kylian porque iba a recibir su premio y Leo giró y lo saludó. Hablamos del partido, “gracias por todo”, “gracias a vos”, “no lo puedo creer”, “esto quedará para siempre”, eso nos decíamos.
-Beto Juárez, que te conoce del pueblo, dijo en uno de los documentales “este pibe está tocado. Para mí juega la final de Qatar, y al otro equipo le van a faltar 3 o 4 jugadores”. ¿Te sentís un tocado por la varita?
-¿Que tengo culo decís? Ja, ja, qué grande el Beto. No, ¡qué voy a estar tocado!
-“No estaba en mis planes ser campeón del mundo”, dijiste en la rueda de prensa, ya campeón. Eso no se lo decías a los jugadores, me imagino, ¿no?
-Es que nunca les dijimos a los jugadores que teníamos que ser campeones del mundo, ellos se fueron cargando solos desde las ganas, en cada partido, en cada comentario, “tenemos que ser campeones del mundo” o “vamos que jugamos la final”, pero de mi boca nunca salió, no correspondía, porque el fútbol puede ser tan injusto, a veces, que era innecesario cargarse de responsabilidad. Fijate lo que pasó en la final, en esa última pelota del Dibu.
-¿Pensaste qué hubiera pasado si esta pelota entraba?
-Seguramente hoy no sería técnico de la selección, porque perder así hubiera sido un mazazo, un mazazo muy pero muy difícil de digerir.
-Es muy cruel el fútbol en ciertos límites.
-Preguntale a los chicos del 2014, 2015 o 2016 si no es cruel. Si perdíamos en esa última pelota hubiéramos sido los tipos más tristes del mundo por esos días pero creo que con el tiempo se hubiera valorado lo hecho.
-Tagliafico contó que volvían del estadio en un micro descapotable y vos no festejabas, y que así fue todo el Mundial, que no te veían disfrutar.
-¡Y después en el colectivo en Argentina me desaté! (risas). Es mi manera, yo disfruto también viendo a los demás, disfruto analizando situaciones, me gusta ver cómo se relacionan unos con otros, cómo festeja cada uno, ahí te vas dando cuenta muchas cosas. Y a mi manera, yo sentado en el banco de suplentes, en esa imagen, era el más feliz de todos.
-¿Había algún rival al que no querías cruzarte en el Mundial?
-Brasil, siempre Brasil. Tampoco España, una muy buena selección con un gran entrenador, que tuvo mala suerte.
-¿El mejor y el peor partido del Mundial?
-El mejor puede ser la final o el de Polonia, por lo que significó elijo la final. El peor sin dudas fue el de Arabia.
-¿El jugador que más te sorprendió?
-Mac Allister.
-¿Es cierto que te quedaste con la pelota del penal de Montiel?
-No, no sé quién lo dijo, me encantaría tenerla, si el que la tiene me la quiere dar, no hay problema.
-¿Volviste a ver algún partido completo del Mundial?
-Ninguno, pero me mandan los cortes, jugadas puntuales, como el penal del 1-2 de la final: estaba convencido de que podríamos haber solucionado antes la jugada en la banda derecha.
-¿Te gusta el tema “muchachos”?
-Sí, hermoso, muy pegadizo. Ahora, nos reímos con Pablo, siempre decimos que somos unos caraduras nosotros, les decimos a los brasileños que somos sus padres, y ellos ganaron cinco mundiales. Solo a los argentinos se nos puede ocurrir.