Universidad de Chile es uno de los semifinalistas de la Copa Sudamericana. Aprovechó la decisión de Conmebol de eliminar a Independiente y mantenerlo en la competencia tras los violentos hechos que protagonizaron sus hinchas en Avellaneda, hace más de un mes, y en Coquimbo eliminó a Alianza Lima gracias al triunfo por 2-1.
Será rival de Lanús en la semifinal y, si bien sus hinchas tienen la prohibición de asistir tanto de local como de visitante, será el retorno al país de un plantel chileno que forma parte de aquella triste historia: su presencia generará, igualmente, la atención de un nuevo cruce.
Después de la igualdad sin tantos en Perú de hace una semana, la U sólo debía cumplir con la labor de ganar en condición de local -ni siquiera en su estadio- sin la asistencia de su público. Empezó a lograrlo, prácticamente, desde el vestuario, ya que antes de los 5 minutos la salida de Matías Sepúlveda por la izquierda coincidió con el achique de la defensa aliancista, algo que aprovechó Lucas Assadi para corretear con espacios hasta el arco desde el costado izquierdo. Gianfranco Chávez lo persiguió siempre de atrás y, cuando estuvo cerca de puntearle el balón ya dentro del área, el chileno abrió el pie y venció al boliviano Guillermo Viscarra.
Con las tribunas vacías, el encuentro se dio luchado como en el primer duelo, también con mayores aproximaciones gracias a ese gol que abrió el tanteador e invitó a atacarse inmediatamente. Producto de tanto silencio fuera de los límites del campo de juego, se escuchaba cada reclamo, cada pelea, cada indicación.
El resultado global empezaría a sentenciarse en los primeros minutos del segundo período. Los Azules pegaron fuerte en los momentos más oportunos. Esta vez, a través de un conocido del fútbol argentino, que sacó un zapatazo de media distancia. Fue Javier Altamirano, aquel exjugador de Estudiantes que debió estar ocho meses alejado de las canchas por sufrir una trombosis cerebral en pleno encuentro ante Boca, que debió suspenderse tras caer desplomado en el campo y asustar al mundo del fútbol.
Altamirano volvió a jugar a fines del año pasado con la camiseta del Pincha, pero en 2025 retornó a su país para ponerse la camiseta de la U, donde está en condición de préstamo. Pasados los cinco minutos, aprovechó un retroceso desordenado de los peruanos para recibir un cómodo pase de Maximiliano Guerrero y, frontal al arco, sacó un zurdazo detrás de la medialuna del área: un teledirigido que se alejó de la mano de Viscarra y terminó en el ángulo superior izquierdo.
Parecía una serie finalizada y que el complemento sobraría, pero el segundo gol, a diferencia del primero, fue el golpe que necesitó el equipo de Néstor Gorosito para despertarse, exigir y hasta ilusionarse con igualarlo. Porque no fue demasiado grande el tiempo en el que estuvo dos goles abajo: apenas trece minutos después encontraría el descuento.
Kevin Quevedo logró desbordar, lanzó un centro bajo y hacia atrás para encontrar a Paolo Guerrero (también entró en el segundo tiempo), pero le llegó a Eryc Castillo, la figura ecuatoriana que tienen los aliancistas en el ataque.
El delantero no dudó y, de primera, cerca del punto penal, remató también de zurda y la colgó del ángulo opuesto al que lo había colocado Altamirano. Restaba media hora para poder igualar la serie. No obstante, más allá de acercarse ligeramente en momentos posteriores (así como los chilenos tuvieron las suyas), el resultado se estancó en ese 2-1 alegre para los anfitriones.
Después del partido, hubo un altercado camino al vestuario, Gorosito lo explicó: “Fue un señor de barba. Entre los jugadores no, eh. Y con el cuerpo técnico, tampoco. Fue un señor de barba, de acá, que no cargó. Un flaco, alto, no sé si es el presidente o quién es, que dijo ‘váyanse para casita’. Un desubicado, porque nosotros no decimos que ellos estuvieron mostrando el culo en Argentina. No sé quién es el señor, no tengo idea. Si es un directivo, tiene que apaciguar, no tiene que incentivar a la violencia, que no conduce a nada. No cambiaba nada, porque en el partido pasaron bien, allá no tuvieron ningún problema. Entonces, fue innecesario”.
Así las cosas, el equipo conducido por otro argentino, Gustavo Álvarez, se clasificó a la semifinal del segundo torneo continental. Su rival será Lanús, que viene de eliminar en el Maracaná a Fluminense y llega al cruce muy agrandado. Un cruce que volverá a engrosar el morbo.
De la posibilidad de ser descalificado por los hechos vergonzosos que iniciaron sus hinchas en Avellaneda, en la revancha de octavos de final con Independiente, en una determinación todavía difícil de comprender, la Conmebol decidió eliminar a los argentinos y le dio el boleto a quien hoy, después de sacar a los peruanos, está dentro de los cuatro mejores de la Sudamericana.
Esa situación seguramente jugará alrededor de la próxima serie, sin dudas. Y habrá que prestar especial atención a ambos encuentros. La gravedad de aquellos hechos (sumado a otras situaciones, como el incendio causado este miércoles afuera de la concentración de la U) ponen la lupa en los chilenos que puedan estar, sobre todo, por las calles de Buenos Aires cuando llegue la fecha. Claro, no irán al estadio Néstor Díaz Pérez por la prohibición, pero lo vivido también en el conurbano sur de la provincia deja la puerta abierta a sus presencias provocativas en la ciudad.