Hace más de un mes, cuando River eliminó angustiosamente por penales a Unión, el partido de este jueves contra Racing ya quedaba especialmente señalado por toda la carga ambiental que iba a haber sobre Maximiliano Salas y su ruidosa transferencia. Enseguida se recurrió a un clisé típico para enmarcar este cruce por los cuartos de final de la Copa Argentina: “el partido del morbo”. Pero en el fútbol y en la dinámica de un equipo en plena temporada, 35 días es una eternidad; las perspectivas pueden cambiar, alterarse.
No se atenuó el foco sobre la presencia de Salas, que jugará bajo el repudio sostenido de los hinchas de Racing y la mirada más comprensiva de sus excompañeros, de quienes se despidió en buenos términos. Salas, que en un principio causó un impacto futbolístico positivo, el último domingo cayó en el aturdimiento general de River al ser expulsado por un exceso verbal.
Pero el encuentro que se disputará este jueves desde las 18 en el Gigante de Arroyito, con las dos hinchadas, tiene otros frentes abiertos, incluso más trascendentes que todo lo que rodeará al delantero correntino. Estará en juego –sin VAR– la clasificación a las semifinales, etapa en la que Independiente Rivadavia espera rival.
Desde que quedó programado este River-Racing, cada equipo fue atravesando por circunstancias que condicionan y condimentan el clásico. Al integrar zonas distintas en el Apertura/Clausura, el último enfrentamiento se remonta a diciembre de 2024, en el 1-0 de Racing en el Cilindro, con gol de… Salas.
River llega con una actualidad preocupante, agudizó problemas y carencias que ya estaban en la superficie. Sobre sus hombros carga con el peso de cuatro derrotas consecutivas, una racha negativa que no experimentaba desde 2010. De esas caídas, las dos más dolorosas fueron contra Palmeiras, que lo dejó afuera de la Copa Libertadores.
Flojedad defensiva y lagunas temperamentales están poniendo a River en una situación que generó el hartazgo de sus hinchas. El escarmiento sonó fuerte en el Monumental tras la derrota frente a Deportiva Riestra. Con el resultado aun caliente, Marcelo Gallardo no dudó sobre la dimensión que adquiere el cotejo contra Racing: “Lo imagino como una final por lo que representa el partido, la oportunidad de ofrecerle a la gente la alegría que no le dimos en estas semanas. Hay que prepararse para una final».
El Muñeco también pone en juego su capacidad para provocar una reacción. Su segundo ciclo, en más de 13 meses, arrastra objeciones que apenas si tuvieron cabida en su primer mandato. Hasta viene quedando diluida su mano diestra para los mata-mata. Desde que volvió, le fueron adversas cuatro eliminatorias (dos por Copa Libertadores, una por el Apertura, la final por la Supercopa Internacional y se podría agregar el cotejo contra Inter que lo sacó del Mundial de Clubes en la etapa de grupos). Salvo en los dos clásicos frente a Boca, en el resto de los partidos importantes no se impuso en ninguno. Una nueva eliminación sin estar a la altura de las circunstancias ensombrecería aun más el panorama general.
Gallardo hizo un llamamiento público a sus jugadores: “El fútbol se juega con una pasión sostenida, esa es la clase de equipo que me representa. Hay que tener la templanza y los huevos para salir, el fútbol es así. Acompañaremos a los que estén con el deseo de salir de este momento. Los que quieran salir, empujarán, y si no serán empujados». Por lo pronto, el entrenador sube a todos al barco: a Rosario viaja el plantel completo, 28 jugadores, incluidos los lesionados. Este miércoles hubo un banderazo de apoyo en la salida del ómnibus desde la concentración de Cardales.
Como es habitual, la formación de River se conocerá un par de horas antes del partido. Parece claro que en la defensa estarán Montiel, Martínez Quarta (con alguna chance para Paulo Díaz), Rivero y Acuña. Más inciertos son los nombres y el esquema del medio hacia arriba. ¿Cuatro o cinco volantes, uno o dos delanteros? Es difícil que llegue Enzo Pérez, en recuperación del profundo corte en una pierna sufrido frente a Palmeiras. En ese caso, Portillo volvería a ser el volante central; Galoppo es seguro y Quintero va en esa misma línea; se supone que Castaño también, aunque no lo justifique su rendimiento. Después, para acompañar a Salas, el casillero que resta se lo disputan Nacho Fernández, Lencina, Borja o Colidio.
Y a Racing también le pasaron cosas desde que supo que se toparía con River. La más importante, la que le sube la motivación y lo carga de confianza, fue la clasificación a las semifinales de la Copa Libertadores, para seguir alimentando ese espíritu copero recobrado con la obtención de la Copa Sudamericana y la Recopa, ambas frente a rivales brasileños.
Gustavo Costas tomó una decisión fuerte, luego avalada por los resultados, con el ingreso de Facundo Cambeses por el capitán Gabriel Arias. Y para levantar un poco más la temperatura del partido, Marcos Rojo, que no está habilitado para el Clausura, sería titular. El ex Boca salió triunfal en los tres mano a mano que disputó con River; también se fue dos veces expulsado en el historial personal de 11 enfrentamientos, que lo tiene arriba con cinco triunfos, tres empates y tres derrotas. Racing tiene la baja sensible de Juan Nardoni, un gladiador todoterreno.
Por la Copa Argentina, River-Racing tiene un solo antecedente. En 2012, la Academia se impuso por penales en las semifinales después de un empate sin goles. Bruno Zuculini es el único jugador que se mantiene.
En cuanto a lo futbolístico, Racing suele proponer la clase de partido que más incomoda a River: alborotado, de transiciones. Más jugado desde el corazón que desde la mente, fiel reflejo de lo que transmite Costas. Es agresivo con las proyecciones de Mura y Rojas, tiene buen pie con Sosa y Almendra, velocidad con Solari y potencia con “Maravilla” Martínez. Un golpe por golpe que toma a River en estado de shock.