A los 83 años, falleció en Córdoba Daniel Alberto Willington, ídolo de Talleres, donde jugó 168 partidos, convirtió 66 goles y obtuvo 17 títulos locales, y pieza destacada en el primer título de Vélez, en 1968. En las últimas horas sufrió una descompensación cardíaca y había sido internado en el Hospital Cardiológico de Córdoba, donde no sobrevivió a un infarto.
La noticia sorprendió a sus allegados y al medio futbolístico cordobés, ya que Willington, según informan medios de esa provincia, ayer había tenido un encuentro con Guido Herrera, el arquero de la T con el que compartió un almuerzo. “Hoy se levantó mal y lo trajeron al cardiológico, donde le pusieron un stend, estaba bien… hace aproximadamente dos horas tuvo un infarto masivo”, informó la cuenta de X Fanaticos.lvdos , que transmite por la FM 99.7 los partidos de los equipos cordobeses.
Willington fue un talentoso volante ofensivo, dueño de una precisa pegada y una estratégica visión del juego. También tuvo un paso por Huracán y uno fugaz por Instituto. En su carrera jugó 263 encuentros y anotó 68 goles. Con la selección argentina disputó 10 partidos, con un gol. En 1969, tras un amistoso entre Vélez y Santos, Willington contó una anécdota con Pelé: “Erré un penal, pero después marqué el gol del empate. Pelé dijo aquella vez: ‘Es el mejor jugador del mundo’. ¡Y lo dijo O Rey!“.
Dueño de una elegante estampa futbolística, para todos los que lo apreciaban, que eran muchos entre los hinchas propios y los rivales, era “el Daniel”. El artículo detrás del nombre delataba que se trataba de alguien especial, no era un Daniel más. Su juego pensante necesitaba de las mejores condiciones ambientales posibles. De ahí que se lo señalara como el futbolista que transitaba por las zonas de la cancha en las que daba la sombra, para que un menor desgaste favoreciera su creatividad.
Cordobés por adopción, provincia que en 1999 lo declaró Ciudadano Ilustre, Willington nació en Guadalupe (Santa Fe), pero de chico se radicó en Córdoba. Se inició en el club Villa Revol, para seguir en Villa Jardín y dar el salto a Talleres, donde debutó a los 16 años. No pasó inadvertido para el ojo de Victorio Spinetto, un gran descubridor de futbolistas, que en 1961 lo llevó a Vélez.
Rápidamente se hizo un lugar en la primera del club de Liniers. El idilio con los hinchas de Vélez duró 10 años, lapso en el que levantó el título de 1968, en un equipo que dirigía Manuel Giúdice y que también integraban Carlos Bianchi (7 goles en la campaña), Omar Wehbe (máximo anotador, con 16) y el arquero José Marín. Willington, autor de dos tantos, recordó hace unos años, cuando se cumplió un aniversario de la conquista: “Que en Vélez me sigan teniendo en cuenta a pesar de los años me llena de orgullo, porque aunque después se hayan ganado varios títulos más, el primer campeonato siempre es valorado y recordado porque nos sobrepusimos a dos rivales muy duros como River y Racing, cuando muy pocos nos daban chances”.
Willington consideró aquel campeonato con Vélez como “la alegría más grande” de su carrera. “Nos sentíamos imbatibles, aunque claro, siempre manteniendo la humildad que nos pregonaba Don Pepe Amalfitani”, comentó.
Catalogado como un habilidoso pachorriento, más de una vez se quejó de que no era lo suficientemente reconocido y que había sido merecedor de más oportunidades, por ejemplo en la selección argentina, que por esa época no consiguió la clasificación al Mundial de México 1970.
En reconocimiento a su trayectoria, Vélez le dio el pase para que se incorporara a Veracruz, de México, donde su brillo provocó una mayor afluencia de hinchas al estadio. Por consejo de Oscar “Ringo” Bonavena, fanático de Huracán, el presidente Luis Seijo lo contrató para el Globo, sin un buen rendimiento.
De regreso a Córdoba, Instituto le abrió las puertas para compartir la formación con Mario Kempes y Osvaldo Ardiles, y luego pasó a su querido Talleres, con destacadas actuaciones en lo que eran los torneos Nacionales, que reunían a los equipos directamente afiliados a la AFA con los del interior. En la T fue dirigido por Ángel Labruna y Adolfo Pedernera.
Fue compañero de Humberto Bravo, delantero que no pasó el último corte del plantel de la selección argentina que obtuvo el Mundial ‘78. En declaraciones a Cadena 3, Bravo hizo una sentida evocación de Willington: “Se fue el más grande. Era extraordinario; un caso único. Me ha enseñado un montón, y le tengo que agradecer mucho. Como persona era extraordinario. Nunca estaba enojado. Era como un hermano, es un golpe tremendo para nosotros».
Se metió definitivamente en el corazón de los hinchas de Talleres con el golazo de tiro libre a Belgrano en la segunda final de la Liga Cordobesa de 1974. Su identificación con la T continuó en su etapa de director técnico y la obtención del ascenso en 1994. Por donde pasó como futbolista forjó vínculos que lo trajeron de vuelta como entrenador, cargo que también ejerció en Vélez e Instituto en la década del 80.
La muerte lo sorprendió mientras disfrutaba de la vida con su estilo amigable y cercano. Pudo ver y sentir el orgullo de que su apellido le diera nombre a la popular Norte del estadio Mario Kempes. Se fue “el Daniel”, el crack que buscaba la sombra de la cancha para iluminarla con su fútbol.
					
							
			

