“La lectura que hago es que… sinceramente fue una mierda”. Lucas Martínez Quarta no pudo evitar la sinceridad extrema al declarar en zona mixta antes de retirarse de la Bombonera. Fue tan directo como realista. Su cruda declaración pinta y describe el terrorífico momento de este River: perdió 2-0 el superclásico con Boca, sacó solamente tres de los últimos 21 puntos del torneo e hipotecó su boleto a la Copa Libertadores 2026. No tiene juego, no tiene alma, no tiene confianza, no tiene reacción… y tampoco encuentra algún argumento aislado como para soñar con una pronta recuperación. Ni siquiera el impulso emocional de la continuidad de Marcelo Gallardo por un año le permitió renovar las energías. Hoy arranca una nueva semana con su futuro en manos de los demás.
River tendrá descanso este lunes y el martes a las 17 volverá a los entrenamientos para preparar la última bala: el próximo fin de semana jugará ante Vélez en Liniers para cerrar la fase regular. Está sexto en el grupo, todavía no está clasificado a playoffs y ahora también depende de otros resultados para sostener el tercer puesto en la tabla anual que brinda un lugar en la fase dos de la Libertadores. Porque si Riestra le gana a Independiente o Argentinos empata o gana ante Belgrano, bajará a zona de Copa Sudamericana y ya no dependerá de sí mismo. Un enorme dolor de cabeza que se le generó por las derrotas con Atlético Tucumán (0-2), Riestra (0-1), Rosario Central (1-2), Sarmiento (0-1), Gimnasia (0-1) y Boca (0-2) desde la novena fecha en adelante.
Hoy, el Millonario está en la cornisa, mirando de cerca el grave problema deportivo y económico que representaría no jugar la Libertadores, luego de hacerlo de forma ininterrumpida desde 2015. Si no lo asegura por tabla anual, tendrá que ganar el Clausura o esperar que se liberen cupos.
¿Cómo pasó este inestable River de perder solamente dos de los primeros 41 partidos del año a tener que sufrir estos dos meses catastróficos con solo dos victorias en once juegos? El cachetazo de Palmeiras en el Monumental lo metió en un profundo pozo del que todavía no conoce el fondo. A partir de ahí, perdió ocho encuentros en los 90 minutos, empató con Independiente Rivadavia y quedó eliminado por penales de Copa Argentina y solo derrotó a Racing y Talleres.
La mala racha se explica desde diversas aristas. Por un lado, Gallardo jamás pudo construir un equipo confiable con el que el hincha se sienta identificado, no se conoce ni el esquema ni el plan de juego, sus decisiones han sido difíciles de explicar y no pudo mantener la poca confianza que le quedaba al plantel. El técnico elige y cambia mal y no potencia a los futbolistas que él mismo seleccionó. Por otro lado, que ninguno de los elegidos logre aprobar en un superclásico habla por sí solo del momento del equipo, con niveles individuales en picada, falta de líderes que respondan en la cancha y errores reiterados.
El armado del equipo y el plan de juego para enfrentar a Boca es un capítulo más de las extrañas variantes que ha probado el entrenador en este tiempo. River respetó demasiado a su rival, buscó anularlo en el primer tiempo con los tres marcadores centrales, los laterales no pesaron, no mostró suficiencia y vigor para jugar al duelo constante y estuvo muy lejos de construir en materia ofensiva. En un partido chato, los detalles terminaron siendo determinantes. Y el Millonario vive fallando, otorgándole posibilidades a los rivales: una en el cierre del primer tiempo y otra en el comienzo del segundo. Y ese 2-0 tempranero fue un knock out: en la segunda parte se vio un River vencido, entregado y triste como jamás se vio a lo largo de los 14 encuentros que Gallardo dirigió en la Bombonera. Boca lo superó y el marcador pudo ser peor.
¿Por qué ingresó Paulo Díaz al fondo? ¿Por qué Kevin Castaño es titular indiscutido? ¿Por qué salió Juanfer Quintero del once? ¿Por qué el primer cambio fue Matías Galarza? ¿Por qué Enzo Pérez fue al banco sin entrar en los últimos tres partidos? ¿Por qué Nacho Fernández y Pity Martínez no fueron alternativa? Esas últimas decisiones se enmarcan en una histórica etapa que se empieza a cerrar: Enzo, Nacho y Pity, junto con Milton Casco, terminan contrato en diciembre y cerrarían su etapa en el club. Los héroes de Madrid se empiezan a despedir en un contexto complejo del que no brotan argumentos que le permitan a River soñar con asegurar el lugar en la Copa. Ni hablar con superar los playoffs hasta ser campeón. Todo parece demasiado difícil.
Por primera vez en el año, luego de una derrota más de las tantas que ha sufrido este equipo en una temporada fatídica, fueron los futbolistas los que tomaron la palabra, se hicieron cargo del mal rendimiento y les pidieron disculpas a los hinchas. Gallardo decidió suspender la conferencia, se retiró sin hacer declaraciones y parte de los referentes del plantel dieron la cara: además de Martínez Quarta también se expresaron Franco Armani, Gonzalo Montiel y Juanfer Quintero. Todos fueron por una línea similar, asumiendo responsabilidades y haciendo una importante autocrítica, pero marcando también que el Clausura aún no terminó y queda una bala más ante Vélez en Liniers en la última fecha.
“No estuvimos a la altura. Hay que hacerse cargo y ser responsable. Estamos en un pozo y no podemos salir. Perdón a la gente. Estamos más que en deuda. Hay que poner los huevos sobre la mesa. River demanda y es exigente. Mentalmente hoy estamos dejando mucho que desear. River demanda mucho y hay que hacerse fuerte. Necesitamos hombres. Hay que ganar y esta semana nos vamos a preparar para eso. Es posible entrar a la Libertadores. Tenemos el partido con Vélez, los playoff y hay que salir campeón”, dijo Martínez Quarta. En tanto, Armani comentó: “Es un momento difícil y nos hacemos responsables. Nosotros salimos a jugar, somos los que decidimos en la cancha. Hay que aprender y levantar la cabeza. De esto se sale juntos y con trabajo. Unión y compañerismo. No queda otra. Las decisiones del técnico nosotros las asumimos. Cuerpo técnico, jugadores y dirigentes estamos unidos. Les pido por favor que no busquemos cosas que no existen”.
A su vez, Quintero hasta se cruzó con un periodista que apuntó a la entrega del equipo y al compromiso con el entrenador: “Tocamos fondo y es un momento difícil, pero hay que respetar. Mi trabajo ha sido malo, regular o bueno, pero jamás le haría la cama a un entrenador. No estamos a la altura y lo asumimos, pero excavar donde no hay o meterle carbón a la cosa… no tiene nada que ver. Tenemos una oportunidad. Ojalá ganemos. Y cuando quedemos campeones no digan nada”. Luego, el colombiano agregó: “Defiendo un escudo grandísimo, hice historia acá y nadie quiere perder un clásico. Somos conscientes, tenemos que hacer una autocrítica y ver qué errores cometemos. Es una seguidilla muy difícil que no está a la altura de River. Yo nunca la viví en este club. Nos hacemos cargo. Le pedimos disculpas al hincha”.
River llegó tan al límite a noviembre que el próximo fin de semana ante Vélez en Liniers puede vivir su último partido de la temporada: hoy no sabe si se clasifica a la Libertadores y tampoco si juega los playoffs. Un presente crítico y preocupante que ningún otro entrenador hoy podría resistir. Gallardo cuenta con la espalda de la historia, pero el presente empieza a desbordarlo. Su continuidad en 2026 está acordada, pero la urgencia es ahora. No puede mirar más allá.


