Entre otras muchas cuestiones, el fútbol es único por su capacidad para reservarse una impensada carta en la manga. Con 4 minutos sobre los 90, Deportivo Riestra estirando a 28 su invicto como local e Independiente despidiéndose de toda opción de colarse en la Copa Sudamericana, el árbitro Fernando Espinoza decidió obviar una clara mano de Miguel Barbieri en su área y nadie llamó desde el VAR. Pero el saque lateral desde la izquierda derivó en un rebote, Luciano Cabral tocó corto para Santiago Montiel y el zurdazo tres dedos se metió abajo para cambiar una historia que parecía condenada al 0 a 0. En un partido lleno de fricciones, el Rojo encontró el nocaut sobre el gong y sigue en carrera para no terminar el año con las manos vacías. Al equipo del Bajo Flores, por una vez, le salió mal la jugada y se le complicó el soñado ingreso en la Libertadores.
Los números de la campaña de Riestra resultan indiscutibles. Llegar a la anteúltima fecha ubicado donde está es un éxito que nadie podía imaginar. Otra cuestión son los métodos utilizados para lograrlo. Los tácticos no pueden discutirse: cada entrenador sabe el material que posee y elige cómo sacarle el mayor rédito posible. Para el equipo de Gustavo Benítez la pelota es un elemento prescindible, por algo registra el menor porcentaje de posesión del torneo, misma posición que ocupa en cantidad de pases.
Fiel a su apodo, el Malevo juega a hostigar al rival, a incomodarlo hasta hacerle perder los nervios; y como norma, lo frena con choques y faltas sin contemplaciones y por lo general con cierta complicidad arbitral. En su fortín del Bajo Flores, además, prepara un césped lento, que invita al fútbol aéreo, porque por abajo siempre se corre el riesgo de dejar corto un toque y generar una contra punzante y efectiva.
Los adversarios lo saben, pero la estadística de 27 partidos sin perder en su feudo indicaba que nadie le encontraba la vuelta al planteo de Riestra -o no tenía las armas para hacerlo-. Hasta el minuto 94 Independiente tampoco era la excepción. Durante un extenso (y aburridísimo) tramo del encuentro, pretendió el Rojo ser igual de duro en el combate y de directo en el ataque que los de camiseta negra, y solo consiguió achatar el partido en la mayor de las intrascendencias.
El final del primer tiempo lo sorprendió sin un mísero remate al arco o un acercamiento con peligro al área de Ignacio Arce. Un poco por mérito local y otro poco por incapacidad y escasa imaginación propia para superar la multitud de obstáculos que se le cruzaban en el camino.
Riestra tiene también la virtud de la paciencia. Es consciente de que en algún momento el equipo de enfrente querrá jugar a juntar pases, fallará en el intento y dejará campo libre para la contra. Le pasó al Rojo en los cinco finales del período inicial, y Rodrigo Rey fue el salvavidas para tapar a Pedro Ramírez por izquierda, y a Antony Alonso, por derecha, acciones que debió repetir ante Jonathan Herrera y Gabriel Obredor en la segunda mitad (Leonardo Godoy le ahogaría en esa parte el grito a Herrera en la restante que tuvo Riestra para desequilibrar).
Para entonces ya se había producido el cambio clave. A la vuelta del vestuario, la necesidad de victoria motivó a Gustavo Quinteros a correr el riesgo de incorporar al jugador del plantel con menos aptitudes para el roce constante.
Entró Luciano Cabral para buscar imaginación y le brindó al Rojo la dosis de lucidez en el manejo de la pelota para empezar a merodear la proximidad de Arce. Montiel probó por primera vez desde afuera los guantes del arquero, que en la segunda reaccionó de gran modo ante un disparo de Matías Abaldo que se desvió en Barbieri.
La tercera fue la vencida. El toque suave de Cabral en el 94 le dio la razón a Quinteros (ya había ganado en esa cancha dirigiendo a Vélez) y el zurdazo de Montiel hizo olvidar la mano no cobrada por Espinoza.
Independiente sumó su tercer triunfo al hilo. Lo que ocurra en la fecha de cierre y los resultados de otros partidos decidirán si le sirve para algo más que para lavar un poco la triste imagen que dio en el semestre. Riestra sigue en el umbral de la Libertadores y estará en los playoff. Con su relación lejana con la pelota, sus mañas, su orden, su fuerza y la discutible mirada de los árbitros. Tampoco sería justo pedirle mucho más.


