Veinte años atrás, luego de trece shows impecables de “La Noche del 10”, uno por semana, Diego Maradona parecía en su mejor momento tras su retiro de las canchas. Flaco, facha, carisma, sentimiento, pilcha, baile, canto. Entrevistas a Leo Messi, Zinedine Zidane, Mano de Piedra Durán, Gabriela Sabatini, Juan Román Riquelme, Mirtha Legrand, Susana Giménez, Marcelo Tinelli, Raffaella Carrá y Xuxa, entre tantos. Charly García, Joaquín Sabina y Mercedes Sosa. Reconciliación con Pelé y hasta una entrevista a sí mismo. Pero ese Diego luminoso (que el año anterior, con apenas 43 años, había estado a un paso de morir) parecía para algunos extrañamente despolitizado, sin rebeldía, cero trasgresión, cooptado por el establishment.
Sin embargo, en la penúltima entrega, Diego entrevistó a Fidel Castro. Cinco horas de charla en La Habana reducidas a veinte minutos (en ese mismo programa, todo muy Maradona, Diego entrevistó también a su ídolo de infancia Roberto Gómez Bolaños, “Chespirito”). “Una estatua para ti”, le dijo el fallecido líder cubano cuando Diego le anunció que se sumaría a una cumbre antiEstados Unidos, en repudio a una visita del presidente George Bush a Mar del Plata para firmar un Tratado de Libre Comercio (ALCA).
Cinco días después, 4 de noviembre de 2005, Diego viajó seis horas en el Tren del Alba junto con Hugo Chávez y Evo Morales, entre otros. Vestía una de sus remeras más recordadas: la cara de Bush y la leyenda “War Criminal” (Criminal de Guerra). “Argentina es digna. Echemos a Bush”, arengó ante más de 40.000 personas en el estadio. Al lunes siguiente, 7 de noviembre, cerró su show en Canal 13. Una fiesta a todo trapo en el Luna Park con los Ratones Paranoicos, la Bersuit, Los Piojos y Mike Tyson. Y su saludo final a Fidel: “que siga luchando”. ¿Contradictorio? En México 86, con apenas cinco minutos de diferencia, Diego anotó contra Inglaterra sus dos goles más inolvidables, y más opuestos: la trampa de “La Mano de Dios” y el arte del “Gol del siglo”.
Ese Diego inclasificable e inabarcable, sombras incluidas, fue homenajeado la última semana en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en tres jornadas maratónicas con decenas de paneles e invitados. Científicos, deportistas, excombatientes de Malvinas, periodistas, escritores. Diego futbolista, Diego político, Diego social, Diego patria (“una bandera con dos patas”, dijo la ex Leona Mechi Margalot). D10S, feminismos, libros (cientos, incluso uno de un teólogo afgano), cine, música, murales, fotos y Madres de Plaza de Mayo. Trabajos desde Uruguay, Chile, Brasil, España e Italia. Universidades de Tucumán a Lanús. Todos los debates posibles a 65 años de su nacimiento, a cinco de su muerte (se cumplirán dentro de dos semanas) y a 20 de su show en Canal 13, notablemente radiografiado en una de las mesas de la UBA por la periodista Micaela Levitt. “Además de eterno”, dijo a su lado la sicóloga Yanina Safirsztein, “Diego es infinito”. Cada uno con su Diego propio. Y el Diego global que, aún en medio de oros y otros excesos, jamás olvidó a su Fiorito natal. Y a los Fiorito del mundo entero.
Sintió acaso, en sus momentos más arrogantes, que “Dios era su vocero” (como dijo alguien recordando una cita del mexicano Juan Villoro). Pero fue también “vocero del argentino averiado”, como recordó otro. “Rabia plebeya de origen”, describió el periodista e historiador Hernán Brienza. Que habló de “civilización y barbarie” y afirmó entonces que “Maradona es Maradona” cuando juega, pero también “cuando habla si no es Messi o Cristiano Ronaldo”. El colega Ariel Scher, que animó un diálogo exquisito vía Zoom con Jorge Valdano, recordó a su vez un texto del escritor Rodolfo Braceli y la pregunta iniciática de Doña Tota sobre el Diego que acababa de nacer: “¿Mi hijo será feliz?”. Y la respuesta: “Tu hijo estará condenado a hacer feliz a los demás”.
Uno de los momentos más hermosos, mientras los organizadores de la revista Meta montaban una sala desbordada, llegó desde Nápoles. Alessandro Tione (27 años, jamás vio jugar a Diego) mostrando su trabajo de cinco años, “Religione Monoteistica”, Diego amado en todas las paredes de la ciudad. La obra pionera de un artista palestino. Diego crack primero, santo después. El mural famoso del Barrio Español (“el segundo lugar más visitado en Italia luego del Coliseo”). Bruno Siciliano, eminencia académica en robótica, pero que contó su renuncia a becas prestigiosas en Estados Unidos porque, inspirado en Diego, se propuso triunfar desde Nápoles.
Y Massimiliano Verde, presidente de la Academia Napolitana, que descubrió “lo que significa ser napolitano” cuando debió trabajar en Turín y sufrió “un país profundamente racista”. Amante del Diego que advirtió rápido que Nápoles, tierra “rebelde y anárquica”, es una “cancha social”. Y que ahora teme que Diego, objeto de consumo, termine convertido “en un juguete de McDonald’s”. Todos recordaron el tercer scudetto (2023), “el primero que ganamos sin la persona que nos enseñó a ganar”. Académicos que cerraron su debate abrazados y cantando juntos “Ho visto Maradona, innamorato son” (“He visto a Maradona/ Enamorado estoy”).


