La Fórmula 1 se prepara para una definición que hace un mes parecía imposible. Quedan apenas dos Grandes Premios, una carrera Sprint y solo 24 puntos separan al líder del campeonato, Lando Norris, de Max Verstappen, que pasó de estar resignado y a más de 100 unidades del puntero a transformarse, de nuevo, en una amenaza real.
Gracias a este contexto el campeonato, que parecía sentenciado, el neerlandés llega más vivo que nunca a los circuitos de Qatar y Yas Marina después de lo ocurrido en Las Vegas, donde las descalificaciones de los dos McLaren por desgaste ilegal del patín trasero reescribieron por completo lo que puede pasar en la definición.
Norris sigue arriba con 390 puntos, pero el golpe fue devastador: se quedó sin sumar en un fin de semana que pintaba para ser consagratorio. En tanto Oscar Piastri, que venía hipotecando sus chances desde el receso de verano, quedó en la misma línea de Verstappen: ambos con 366. Y Red Bull, que parecía resignado a una temporada de reconstrucción, recuperó un protagonismo inesperado justo cuando la presión acecha más que nunca.
Max, que ganó en Las Vegas, lo explicó a su modo, sin grandilocuencias: “Voy carrera a carrera, y ya veremos cómo estamos en Abu Dhabi”. Pero nadie en el paddock le cree del todo. El tetracampeón huele sangre. Sabe que está ahí nomás para aprovechar un abandono o una mala estrategia, y también sabe que a McLaren le cuesta convivir con la presión extrema en las últimas instancias del calendario.
Eso lo dejó claro su propio padre, Jos Verstappen, que volvió a disparar sin filtro. En esta oportunidad, se refirió a la descalificación de los McLaren. “Es un error gravísimo. Una metedura de pata. ¿Por qué iban a forzar tanto el límite? Quizá fue un error, pero tal vez el coche simplemente no rendía y debían hacerlo igual», contó el expiloto de F1 al sitio especializado Formule1.nl”.
Jos aprovechó también para devolverle gentilezas a Zak Brown, CEO de McLaren, quien había calificado a su hijo de “matón”. “Ahora tendrá que hablar con su propio piloto”, respondió. Y no se quedó ahí: apuntó directamente a Norris y al error en la curva 1 de Las Vegas. “Su problema es que solo se centra en ‘Max, Max, Max’… y se olvida de frenar”, dijo. Una frase que sonó tan provocadora como estratégica: instalar la idea de que Lando está sobrecargado emocionalmente.
La presión, para los Verstappen, nunca es un inconveniente. Al contrario: la usan como combustible y saben que forma parte de un juego psicológico. Y por eso repiten un mensaje con destino claro: el que está obligado a ganar es McLaren.
Max, mientras tanto, se dedica a recordar que buena parte de su remontada ocurrió por una seguidilla de circunstancias que no necesariamente volverán a alinearse. “Creo que la diferencia se recortó tan rápido porque todas las circunstancias se dieron juntas”, reconoció antes del fin de semana de Las Vegas. McLaren se equivocó y él aprovechó. Pero también aclara que no siempre será así: las carreras de México y Brasil lo devolvieron a “la realidad”, como la llama, y le recordaron que su techo depende de cuánto falte o no en Woking.
El tema de fondo, sin embargo, no es Verstappen. Es McLaren. El equipo que dominó buena parte del año vive una tensión interna creciente: ¿debe inclinar la balanza a favor de Norris o mantener la igualdad entre sus pilotos en la recta final? El debate divide a los analistas y también al propio entorno de la escudería. La decisión podría significar el título o perderlo en los últimos metros, lo que desataría una fuerte crisis interna.
En septiembre, cuando Piastri se alejaba con 34 puntos de ventaja sobre Norris y más de cien sobre Max, McLaren optó por no intervenir. Era lógico: todo indicaba que la pelea sería entre sus dos pilotos. Pero la tendencia se revirtió. Piastri ya no es el piloto sólido del inicio de temporada; reconoció públicamente que está intentando adaptar su conducción y que aún no encuentra el ritmo. Y Norris, en cambio, parece haber hecho ese clic mental que distingue a los campeones.
Ese cambio de roles reabrió el debate sobre las “Papaya Rules”. Algunos creen que McLaren debió haber actuado antes, cuando Piastri todavía tenía margen. Otros sostienen que sería injusto pedirle al australiano que se convierta en escudero cuando tiene los mismos puntos que Verstappen. La pregunta ya no es moral, sino estratégica: ¿qué escenario minimiza el riesgo de que el título termine en manos de Red Bull?
Hay quienes ven la situación con pragmatismo: es Norris quien está más preparado hoy para cerrar el campeonato. Los números lo avalan, y el rendimiento también. Con 24 unidades de ventaja y un circuito como Qatar —teóricamente favorable a McLaren— debería alcanzar para liquidar la pelea sin necesidad de órdenes de equipo drásticas. Pero en Fórmula 1 nunca se puede suponer. Y mucho menos con Verstappen respirando en la nuca.
Otros, en cambio, creen que McLaren puede permitirse posponer cualquier decisión hasta ver qué ocurre en Lusail. Que la igualdad de condiciones debe mantenerse mientras Piastri siga matemáticamente en carrera. Que el equipo no necesita intervenir prematuramente y que el título, si tiene que decantarse, lo hará por sí solo.
Según analizan en el sitio motorsport.com, a esta altura de la temporada el factor emocional es tan determinante como el técnico. Norris necesita calma, foco y un entorno que no se contamine, Piastri necesita recuperar confianza y Verstappen necesita caos. McLaren, en tanto, precisa sobrevivir a sí mismo.
La matemática es simple: quedan 58 puntos en juego. El 30 de noviembre será Qatar; el 7 de diciembre, Abu Dhabi. Lo que no es tan simple es descifrar cómo llegará cada piloto a esa última vuelta del año.
La única certeza es que la Fórmula 1 encontró, de nuevo, un modo inesperado de convertir un campeonato previsible en una novela dramática. Y que, pase lo que pase, el desenlace quedará en los libros.


