Un gesto elocuente que no necesitó palabras. Tras su expulsión en el tiempo suplementario ante Tigre, Santiago Sosa caminó hacia el túnel con bronca. A pocos metros, lo esperaban, entre otros, Marcos Rojo, todavía al margen por un desgarro en el sóleo derecho. El cruce fue inevitable, pero el saludo, ausente. No hubo manos extendidas, ni siquiera una mirada cruzaron, aunque el defensor se quedó observándolo sorprendido. Fue apenas un segundo, suficiente para confirmar que las secuelas del golpe más doloroso del semestre aún siguen abiertas.
El episodio ocurrió en el estadio de Racing, antes de que el conjunto dirigido por Gustavo Costas consiguiera una agónica clasificación a las semifinales del Torneo Clausura 2025, con una actuación formidable de Facundo Cambeses en los penales. El capitán de la Academia había sido expulsado por doble amarilla a los 117 minutos del encuentro, tras una infracción sobre Alfio Oviedo, consumando la segunda expulsión en el partido para la academia. Rojo, por su parte, no fue convocado debido a su lesión. Sin embargo, su presencia en el túnel del vestuario volvió a poner en escena un conflicto latente desde octubre.
El momento de tensión entre Sosa y Rojo
Aquella noche del 22 de octubre, durante el partido de ida ante Flamengo por las semifinales de la Copa Libertadores, un codazo de Rojo impactó en el rostro de Sosa y le provocó una cuádruple fractura del malar derecho. El mediocampista debió ser intervenido quirúrgicamente y se perdió el encuentro de vuelta, en lo que fue una eliminación dolorosa para Racing. Costas reveló luego la gravedad de la lesión: “Con un golpe más, podía perder la vista de un ojo”.
Desde entonces, Sosa jugó con una máscara protectora, convirtiéndose en símbolo de resiliencia y entrega. Su imagen en la victoria ante River, en la que fue figura, todavía circula como una postal de esta campaña. A pesar de su recuperación y liderazgo en el equipo, el vínculo con Rojo, que había llegado a la Academia en el último mercado de pases tras su salida de Boca, no volvió a recomponerse.
En este contexto, el silencio del túnel fue más ruidoso que cualquier frase. Mientras Franco Zuculini, dirigente del club, se acercaba a consolar a Sosa, Rojo no intervino. La distancia entre ambos contrastó con el gesto del capitán hacia Gastón Martirena, quien también había sido expulsado minutos antes y recibió el apoyo inmediato de su compañero cuando quiso volver al campo a reclamarle al árbitro Andrés Merlos.
El episodio alimentó la versión de un distanciamiento persistente. En lo futbolístico, la expulsión de Sosa representa un golpe duro para Costas, que ya tenía otras preocupaciones de cara a la semifinal ante Boca. El entrenador deberá rearmar el mediocampo sin su capitán y sin Martirena, con Bruno Zuculini como opción más probable para asumir el eje.
La ausencia de Rojo, por su parte, podría llegar a su fin justo en ese mismo cruce ante su ex club. El defensor central estaría en condiciones de volver al banco de suplentes, aunque todo indica que Agustín García Basso, de gran nivel, mantendrá la titularidad. En caso de regresar, será su reencuentro con la Bombonera, esta vez con la camiseta de Racing, y en un contexto sensible tanto para el equipo como para su relación interna.
Sosa, de 26 años, atraviesa uno de los mejores momentos de su carrera. Tras un paso irregular por Atlanta United y una etapa sin minutos en la MLS, encontró en Racing la continuidad y la identificación que buscaba. Costas lo transformó en referente, y su compromiso lo llevó a postergar una recuperación compleja para decir presente en los momentos clave. Incluso retomó sus estudios universitarios en paralelo a su carrera deportiva, movido por una promesa familiar.
“Estoy muy cómodo acá, pero veremos a fin de año qué pasa”, advirtió en la antesala del próximo mercado de pases. Su proyección internacional y la polifuncionalidad que mostró en el Clausura lo convierten en una pieza codiciada. Para Costas, su valor es indiscutido: “Quiero que se quede a vivir en Racing”.
La clasificación a semifinales se vivió con algarabía en Avellaneda, pero la escena del túnel dejó una mueca de incomodidad. No hubo confrontación, pero tampoco reconciliación al parecer. Solo un cruce sin palabras entre dos futbolistas marcados por un episodio que todavía no cicatriza.


