“Para que se pueda, hay que ganar. Si querés ir a buscar más, tenés que trabajar más. Y nosotros vamos a buscar ganar esos tres puntos en el próximo partido. Después, lo que viene, viene”, decía Fernando Zaniratto el 2 de noviembre, cuando su Gimnasia dio el golpe en el estadio Monumental y venció a River por 1-0, acerca de la posibilidad de jugar los playoffs del Torneo Clausura pese a estar inmerso, en ese entonces, en la lucha por mantener la categoría. En su condición de entrenador interino tras la salida, dos fechas atrás, de Alejandro Orfila, su misión (quizás tan ardiente como injusta para alguien como él) era lo segundo. Pero es un rara avis entre tantos. No esquiva responsabilidades, opiniones ni posibilidades, transparencia absoluta. El camino no sólo lo llevó a salvar al Lobo, sino también a clasificarlo para una semifinal ante Estudiantes que puede quedar en la historia.
Cuando aquella noche Nazareno Arasa cobró un penal inexistente al Millonario que terminó atajando Nelson Insfrán, su conferencia de prensa la inició asegurando que su capitán había hecho “justicia” en Núñez, en una jornada que al club pudo haberle costado muy caro. Todo con su carácter sereno, que no necesita alzar la voz ni disparar permanentemente dardos específicos para que sobre la empatía hacia él. Porque, a la vez, no se queda en el recuerdo. Lo que sucedió ayer, se lo lleva el pasado; el hoy (y lo inmediato) es el desafío más grande de su vida.
Vaya si el 2025 fue una montaña rusa en su día a día. El saladillense, de 44 años, es un hombre de la casa. Surgió como marcador central y debutó en 2001 de la mano del gran Carlos Timoteo Griguol, pero tras una carrera que se terminó abruptamente a los 30, lo sedujo rápido la pasión formadora que lo devolvió al Lobo recién en 2013: los 12 años trabajados en las categorías menores y el amateurismo (no siempre en Estancia Chica) significaron la decisión de que se ponga al mando de los grandes. No sólo en este último mes y medio, sino también en febrero pasado, cuando la salida de Marcelo Méndez derivó en su ascenso desde la reserva para dirigir al plantel profesional por tres partidos, jugados en seis días. No se quejó. No se negó. Su Gimnasia lo necesitaba. En ese momento -hasta que llegó Diego Flores– y en la situación límite de hace semanas.
Fue curiosa hasta aquella primera situación, porque en realidad “Lucho” recién había sido sacado de la estructura de inferiores (manejó mucho la quinta división, donde ganó un torneo en 2016) para aumentarle el nivel acompañando a los chicos que están próximos al profesionalismo, pero terminó dirigiendo un encuentro de la primera antes que uno de esos jóvenes. A los que no hay que correrlos de esta historia: una vez regresado a su lugar, empezó a darle forma al equipo de reserva que hoy, desde las 19.30, define el título ante Boca. Claro que Zaniratto no pudo estar en las llaves definitorias, pero fue fundamental para que la reserva tripera terminara tercera en su zona, un trabajo por el que también será reconocido, sea cual fuere el resultado en el estadio Florencio Sola.
Aunque hoy piensa en lo que vendrá, nada menos que un clásico platense por un lugar en la otra final, la que lo puede convertir en estatua. La vida es eso. Se lo enseñó, quizás, aquella inesperada primera experiencia fugaz en la primera. Tal vez antes, con aquella lesión que lo llevó al retiro. O, también, esta dinámica que en cuestión de semanas te arrastra del negativismo de la Primera Nacional al positivismo de soñar con eliminar a tu máximo rival y acercarse a un título con Gimnasia.
“El momento es extraordinario y eso está clarísimo. Pasamos de un lugar oscuro y complicado a todo esto, que es pura ilusión. No sé si es el clásico más importante de los últimos 20, 30 o 50 años: no quiero entrar en la historia pasada. Vamos al futuro, que es el clásico y una semifinal importante. Estamos en un lugar de privilegio», se ilusiona el interino, que profundizó su parecer. “Se me cruza de todo por la cabeza, qué sé yo, no sé. No quiero ni siquiera detenerme a pensar en todo lo que pasamos, lo que pasé yo. No quiero volver para atrás. Quiero mirar para adelante y no cargarme con sufrimientos pasados“.
Incluso, prefiere dar otro tipo de mensaje sin bajarle el precio al enorme choque que se avecina: “Es una semifinal y tiene otro condimento que es el clásico y lo prepararemos como tal, pero es un partido de fútbol. Intentaremos ganar como ganamos los anteriores partidos. La gente está ilusionada y se nota, pero nosotros, que tenemos la misma ilusión, tenemos que calmarnos un poco: tenemos que trabajar concentrados, con seriedad e ir con los pies sobre la tierra“.
Sabe muy bien lo que son los clásicos modernos para Gimnasia. Las rachas extensamente negativas, la paternidad sufrida en las últimas décadas, los triunfos que pudieron haber sido y no fueron, las derrotas sobre la hora y aquellos siete tantos.
“Siempre digo que la gente de Gimnasia está reloca, pero no puedo frenar esta locura porque seguimos ganando y es inevitable. Que sigan calmos, porque a veces nos autoboicoteamos y eso es lo que no tiene que pasar», ordena, por un lado, el “desconocido” DT. Sin embargo, él también tiene una cuenta pendiente: “Cuando el sábado pasó Estudiantes, fue una motivación extra para nosotros. Queríamos dar este paso para enfrentarlos y tener esa pequeña revancha futbolística. Vamos en busca de eso, los jugadores creen en ellos”, describió tras eliminar a Barracas Central con un 2-0.
Su interinato inició con la derrota en el estadio Uno (0-2), que dos semanas después en el Monumental lo calificó como “un mal trago y una derrota dura”. No obstante, el contenido entero de esa respuesta brindada al vencer al equipo de Marcelo Gallardo, al que tiene como ídolo, podría replicarse en cada encuentro posterior: “Los jugadores no respondieron sólo en este partido, lo hacen desde que nosotros estamos. Son permeables a la exigencia y tuvimos el fruto“.
El Pincha marcó la única cruz desde su asunción: el Lobo viene de sumar su quinto triunfo consecutivo, ganándole además a Vélez (2-0) y Platense (3-0) en el final de la etapa regular y a Unión, en Santa Fe (3-1), por los octavos de final. Descomunal desenlace, a la altura de la zona baja y de los mata-mata.
Hombre que, en las virtudes colectivas, siempre tiene una expresión que se hace eco: órden táctico. Cuesta romper a este Gimnasia. Cuesta cambiarle la forma grupal de pensar, incluso tras aquel penal clave de Insfrán: “Laburamos convencidos de lo que tenemos que hacer. Más allá de que el Mono es el salvador, cosa que está buenísima, el triunfo es de todos. La decisión que tomé con él (le dio la capitanía) ya pasó, ya está. Si tiramos todos para el mismo lado, podemos salir de donde estamos. Hay que seguir y terminar el año de la mejor manera».
Puede ser la mejor de todas. Y la de su vida, seguramente. A veces, el fútbol te recompensa del otro lado de la línea de cal tras una carrera que tuvo 25 partidos con Griguol, desestimación inmediata de Carlos Ramaciotti, la experiencia en Tiro Federal y una larga travesía en el ascenso italiano: Alghero (2003/04), La Palma (2004/05), Tempio (2005/06), Tortoli (2006), Castelsardo (2006 a 2008), Renato Curi Angolana (2008/09) y Torrese (2010/11), con el pronto despido.
Aunque, luego, estar a cargo de las inferiores de Gimnasia (tres etapas) y Villa San Carlos (dos ciclos, siendo también ayudante en la primera), y ser entrenador de SFP Gonnet en la Liga Platense le aportaron a Fernando Zaniratto esa deuda que tenía con el fútbol. El cuento parece cobrar sentido y el comienzo puede adoptar un (primer) capítulo final que ni él imaginaba.


