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El argentino que revoluciona Bolonia: lo buscó la selección de Italia, pero espera el llamado de Scaloni

Última actualización: diciembre 4, 2025 29 Lectura mínima
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BOLONIA (Enviado especial).- En el número 10 de la Via Casteldebole, lejos del ruido, a unos doce kilómetros de la Piazza Maggiore, la porción más céntrica de la ciudad, se encumbra el Centro Técnico Niccolò Galli, la casa donde se entrenan la primera división y las inferiores de Bolonia, el club de la Serie A.

Vietato l’ingresso alle persone non autorizzate [Prohibida la entrada a personas no autorizadas], advierte un cartel en la puerta principal, en el que se destacan el escudo del club y el nombre de Galli en una tipografía diferente. Quien le da nombre al complejo deportivo fue un joven futbolista fallecido -a los 17 años, en 2001- en un accidente mientras conducía su moto de regreso a su casa tras una práctica en ese predio del club boloñés e hijo de Giovanni Galli, exarquero de Fiorentina y suplente de Dino Zoff en el Mundial de España 1982.

Castro, el número 9 de Bolonia, haciendo malabares con la pelota durante un entrenamiento, en el «Centro Técnico Niccolò Galli»Gentileza Bologna FC

Apenas tres hinchas, sin histeria, aguardan la salida de los jugadores para hacerles firmar fotos y camisetas. Uno de ellos también lleva cartas y posters; el que más sobresale es el del número 9, Santiago Toto Castro, el argentino que llegó desde Vélez Sarsfield a los Rossoblù [Rojiazules] en enero de 2024 a cambio de doce millones de euros -según los informes periodísticos- y, poco a poco, se convirtió en el jugador más valioso. El club, con el aporte ofensivo del futbolista nacido en San Martín, en mayo pasado logró la Copa Italia [en la final venció 1-0 a Milan, en el Olímpico de Roma], el primer título del equipo en 51 años.

Cruzar la barrera del predio permite acceder al estacionamiento, que durante la visita de LA NACION luce casi completo. Tres mástiles con banderas del “Bologna FC 1909” rodean un monolito en homenaje a Galli. Detrás, se levanta una suerte casona de paredes color amarillo claro, amplios ventanales y techos de teja roja. Son las 13.30 de un día otoñal y, después del ensayo matutino, los jugadores dirigidos por Vincenzo Italiano están terminando de bañarse para luego almorzar allí mismo. Dentro de la casona, en una vitrina, fulgura el trofeo recientemente ganado. “La Coppa Italia torna a Bologna [La Copa Italia regresa a Bolonia]”, dice en la pared, con la fecha y el resultado del partido. “Ciao”, “ciao”, saludan los jugadores, al ver un rostro foráneo en un lugar reservado para los integrantes del plantel. “Hola, ¿qué tal?”, dice otro jugador, pero en castellano; claro, es Benjamín Domínguez, el delantero que arribó a Bolonia desde Gimnasia La Plata en agosto de 2024.

La imagen del argentino Castro es una de las más veneradas y buscadas por los hinchas de Bolonia que se acercan a la puerta del predio de entrenamiento

A los pocos minutos aparece Castro, portando una cajita que parece el típico envoltorio del pan dulce navideño. “No sé qué tiene adentro. Es un regalo del preparador físico”, sonríe. De inmediato se advierte que reina la buena energía en el grupo. Jugadas trece fechas del Calcio, hoy Bolonia está sexto, entrando en la Liga Conferencia de la UEFA, con siete triunfos, tres empates y tres derrotas (24 puntos, cuatro menos que los punteros, Milan y Nápoli). Con menos presupuesto que los clubes grandes, el equipo está haciendo una valiosa campaña (también está jugando la Europa League y la Copa Italia).

Santi Castro latió por el fútbol desde sus orígenes. Su papá, Darío Castro, fue futbolista y una pieza clave en el ascenso de Comunicaciones a la Primera B en 2005. También Oscar Castro, abuelo de Santiago, jugó en el Cartero, en los 70. “Comu está muy identificado con mi familia. Siempre me encantó el fútbol. Empecé en el baby a los 3 o 4 años; jugaba con chicos dos años más grande que yo, en Biblioteca Artigas, donde mi papá era el técnico y me fue poniendo de a poco. Desde ahí el fútbol no lo solté más”, apunta el delantero de 21 años cuyo valor de mercado, según el portal Transfermarkt, es de 35 millones de euros.

Castro con el trofeo de la Copa Italia ganada con Bolonia, en mayo, tras la victoria 1-0 ante Milan, en Roma; el club boloñés obtuvo el título luego de 51 añosinstagram.com/santiicastro21

“Siempre fui muy competitivo, no me gustaba perder a nada. Mi papá siempre me aconsejó cosas del fútbol para mi bien, pero respetando lo que me indicaban los técnicos. Hasta el día de hoy hablamos un montón sobre el juego, los movimientos y cosas que podría haber hecho mejor, pero sin pasar por encima del cuerpo técnico. Vi pocos videos de él jugando. En la B Metropolitana de esa época había pocas imágenes. Sí hay un gol que me acuerdo, que está en TN, en Excursionistas a Argentino de Merlo, que le pega desde la mitad de cancha; la clavó en el ángulo. Después vi los videos del ascenso de Comu en 2005; yo tenía 9-10 meses y mi padrino me cuenta que estaba en la popular. Yo viví mucho en San Martín, en Villa Pueyrredón, en esa zona. En el último tiempo en Villa del Parque, con mi papá. Y después viví un tiempo solo en Versalles, cerca de la cancha de Vélez”, introduce Castro ante LA NACION, muy tranquilo, en la sala donde habitualmente se hacen las conferencias de prensa del equipo.

-¿Siempre fuiste delantero?

-Nooo, no. En el baby fútbol empecé en el arco y también jugaba en la defensa. En mi primera experiencia en cancha de once, que fue a los 8 años, estuve en Argentinos Juniors un año, jugaba de número 4 o de 8. Después, mi padrino, que era conocido de Miguel Calello [expresidente de Vélez], me consiguió una prueba en Vélez porque en Argentinos no jugaba, fui, me probaron de 8, entré y empecé. Jugué de 7, de 11 y terminé de 9.

Castro, con la camiseta de Vélez, celebrando un golazo desde afuera del área grande ante Talleres, en Liniers, en octubre de 2022, por la Liga ProfesionalFotobaires

Santi Castro debutó en la primera del club de Liniers con apenas 16 años, en agosto de 2021, frente a Atlético Tucumán, con Mauricio Pellegrino como DT. Cuando se marchó de Vélez lo hizo después de jugar 64 partidos y anotado nueve goles.

“¡Era un nene! Fue hermoso. Lo único que me dio bronca fue que me pasó en el contexto de la pandemia, sin gente en las canchas. Pero igual me puse muy contento. Era el objetivo principal, lo que uno soñaba desde siempre, desde que era chiquito. Yo ya había ido a Ecuador en la Copa Libertadores, que quedamos afuera con Barcelona [por los 8vos de final] y después en esa semana fuimos a Atlético Tucumán. Ya venía siendo convocado, venía entrenando bien, me sentía bien. Y a los 60 minutos del segundo tiempo me mandan a calentar, yo estaba tranquilo, decía: ‘Bueno, puedo ser una alternativa’. Y a los 75, 80 minutos, me llama el Flaco Pellegrino, con Carlitos Compagnucci me dieron un par de indicaciones para que me divierta, disfrute, pero también había que ganar. Y entré”, rememora Castro sobre aquel partido en el estadio Monumental José Fierro, que terminó 0-0.

-¿Qué sentiste en el momento que te llamaron para entrar?

-El corazón me iba a mil. Antes de entrar me tomé unos segundos, respiré y pensé que tenía que hacer lo que sabía y divertirme. En ese momento había varios jugadores grandes en el equipo, que me apoyaron: estaban Mancuello, el Oso Pratto, Leo Jara, Pupi Giannetti, Lucas Hoyos, el Gato Lucero, Tarragona… Me dieron tranquilidad para jugar. Ese año jugué un partido más, contra Colón, en la cancha de Vélez. Estuve dos o tres meses más en reserva y ya al otro año quedé fijo con la primera división.

El argentino Castro definiendo ante el arquero durante una práctica de Bolonia, en el predio del club boloñés, en la región de Emilia-Romaña, en el norte de ItaliaGentileza Bologna FC

-Las selecciones juveniles están llenas de jugadores de Vélez. ¿Cuál es el secreto de las inferiores?

-Creo que la ideología del club, lo que se transmite desde arriba hacia abajo. La formación siempre la hicieron los jugadores de la casa, los que ya estuvieron ahí. Hay una identidad. A mí me tocó estar con (Sebastián) Pait y con Morigi. Después estaban el Negro Gómez, el Flaco Nanni, Marcelo Bravo, al Chino Zárate. Tenés buenas canchas, ropa, un abanico de cosas que suman mucho. No es casual; es laburo después de muchos años. Hay gente que busca buena calidad. Los pibes a los 16, 17, 18 años juegan como si nada. Yo debuté a los 16 años y era el más chico del grupo. Hoy el plantel tiene más jóvenes y se los acompaña muchísimo. Nosotros tuvimos de técnico al Gallego [Méndez], que nos defendió como si fuéramos sus hijos. Todavía tengo contacto con él; cada tanto nos mensajeamos.

-En 2023 vivieron momentos muy estresantes en Vélez, cerca del descenso, algo que finalmente pudieron evitar.

-Fue muy difícil. Porque ya arrancamos el año medio jugados y no se nos daban los resultados, entrenábamos a morir y no se nos daba. Jugás, empatás, el otro gana. Terminaban los partidos y estábamos pendientes de lo que pasaba en otros partidos. Teníamos una tele grande en el vestuario, llegábamos, veíamos 5, 10 minutos del otro partido que nos interesaba y a concentrarse. Los últimos seis meses fueron durísimos. Muchos nervios, ansiedad… Pero gracias a Dios lo pudimos sacar adelante. En lo personal, gracias a mi familia y amigos pude salir adelante y también los referentes que hubo en ese momento, como Leo Jara, Pizzini, Claudio Aquino, con quien hicimos una buena dupla de ataque. Es muy difícil jugar en esas circunstancias, porque el nerviosismo te seguía hasta en los entrenamientos. Pero teníamos un buen capitán, como el Pupi Giannetti, que nos ayudó mucho. Y el cuerpo técnico, con el Gallego Méndez, llegaban muy bien al grupo en momentos sensibles. El Gallego ayudaba mucho con su mentalidad ganadora y eso formó al equipo que luego saldría campeón, al año siguiente [de la Liga Profesional].

Castro luchando por la pelota con el neerlandés Tijjani Reijnders, de Milan, en la final de la Copa Italia, en mayo pasado, ganada por Bolonia en el estadio Olímpico de RomaISABELLA BONOTTO – AFP

-Así como sentiste un cosquilleo especial al debutar en Vélez, hacer el primer gol y zafar del descenso, habrá sido movilizante llegar a Italia.

-Sí. Me enteré que me estaban siguiendo de Bolonia después del partido contra Argentinos Juniors [11/11/23, 0-0], por mi agente [Adrián Ruocco]. Había tres clubes de Italia que me estaban siguiendo y otro más de Inglaterra. Los de Italia eran la Fiore, Genoa y Bolonia. Después del partido con Colón [25/11/23. 3-1, con un tanto de Castro] me junto con la dirigencia de Bolonia y me quedé tranquilo porque me di cuenta que me querían. Por el trabajo, por lo que se venía haciendo en el club, por el proyecto… me interesó muchísimo el Bolonia. Me convenció. Al principio fue difícil por la venta, porque fue larga. Yo estaba en la selección [en el Preolímpico Sub 23 de Venezuela], tuve que volver al país para firmar, hacer una ensalada rusa (sonríe). Después del torneo vuelvo a Argentina, estuve dos semanas mientras en Italia se hacían los permisos y viajé a fines de febrero [de 2024]. Llegar acá fue un cambio fuerte, con mucho frío, llovía, el idioma que no entendía. Pero había mucha expectativa sobre mí y la gente siempre me trató de la mejor manera. Y lo que rescato siempre es la calidad del grupo que hay acá, que siempre se ayuda al que llega desde afuera. Además de compañeros italianos hay de Escocia, Noruega, Holanda, República Checa, Inglaterra. Se habla en italiano, que me defiendo, y en inglés. Se entienden todos los chistes y, los que no, se explican. Muchas veces me preguntaron sobre Messi; les interesa saber cómo es fuera de la cancha.

-¿Qué cambios futbolísticos, físicos y mentales hiciste en estos casi dos años en Italia?

-Me ayudó mucho a saber cómo gestionar las presiones y los momentos difíciles a nivel mental. Después, en el aspecto físico, mejoré mucho: incorporé masa muscular. Acá el entrenamiento es más intenso. Mucha pelota, mucha pelota… no se corre tanto sin pelota. Todos los ejercicios, los de presión, definición u otros, son siempre con pelota. El otro día hablábamos con los chicos sobre la diferencia de las ligas de alto rendimiento, que para mí son Italia, Inglaterra y España. Me pasó a mí: llegué acá, subí seis kilos, con masa muscular a full. Estoy así, hecho un cajón [sonríe]. Los compañeros míos, igual. Uno jugaba en Croacia, llegó acá y le pasó lo mismo, subió cinco kilos. Acá también hay gente a disposición para hablar de los temas psicológicos, pero eso después va en cada uno, en lo que más cómodo le resulta. Yo empecé a trabajar con un psicólogo por fuera del club. También con un profe. Y me suma mucho.

La camiseta de Castro, con el N° 9, es una de las más vendidas en la tienda oficial de Bolonia, en el centro de la ciudad, a metros de la Piazza Maggiore; tiene un valor de 99 euros

-¿Cómo es el hincha de Bolonia con vos?

-Es caluroso. Salís a la calle y te abrazan, te piden fotos. Bolonia no es una ciudad grande, pero hay dos cosas fuertes: el básquet y el fútbol. El Virtus, que es el equipo de básquet, el antiguo Kinder Bolonia, donde jugó Manu Ginóbili, generalmente anda bien. Y el equipo de fútbol, que en los últimos años está haciendo grandes cosas. Desde los chiquitos hasta los más grandes te reconocen en la calle, te dicen cosas como ‘Fuerza Bolonia’ o ‘Gracias, campeones’. Y adonde vayas ves una banderita o alguna insignia del equipo. Voy manejando y veo en los taxis los calcos que dicen ‘Gracias, campeones. Copa Italia 2025’. Es hermoso. La gente tiene tatuada la fecha del título, mi nombre, la firma o lo que sea. Es impactante y lindo. El hincha es afectuoso pero respetuoso; no existe el asedio en la calle. Me gusta caminar por el centro, ya me conozco de memoria la historia de la Piazza Maggiore (sonríe). No tengo problemas con las fotos. No me camuflo, enseguida me reconocen. Además, tengo muchos tatuajes.

-¿Cuántos?

-Uy, si me tengo que poner a contar… Tengo uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez… dieciocho. El último me lo hice en la mano. Es el año en el que nací, 2004. Acá la comida es espectacular, le siento mucho más el sabor, sobre todo a las distintas lechugas, al tomate. El nutricionista del club nos deja una noche libre y con mi pareja vamos a diferentes restaurantes.

-¿Qué tan dura es la marca de los defensores en el Calcio?

-Uf, dura… Con los que más choqué fueron con Yerry Mina [actualmente en Cagliari]; nos dimos lindo. Con (Gianluca) Mancini y (Evan) N’Dicka, de la Roma. Con (Francesco) Acerbi, de Inter, también chocamos. Son defensores fuertes, de alto nivel y de los mejores clubes. También con (Federico) Gatti, de la Juve. Además, son futbolistas que juegan con la experiencia de tener cinco o seis años más que uno. Con el correr de los partidos fui incorporando distintos secretos para enfrentarlos, movimientos, choques. Nosotros, los argentinos, venimos con otras mañas que acá no están. Cuando yo empecé a jugar en Vélez, por ejemplo, me marcaba (Juan Manuel) Insaurralde, que me pegaba codazos en la nuca todo el tiempo. Y acá, capaz que no es tan así, no son tan malos en ese sentido (sonríe). O cuando hacíamos amistosos en Vélez con equipos del ascenso te mataban a patadas y codazos. Acá es más fuerte, pero sin tantas mañas.

Castro, llevándose la pelota como puede ante Sascha Britschgi y Zion Suzuki, de Parma; desde que está en Italia dice que creció mucho en el aspecto físico y mentalMassimo Paolone – LaPresse

-¿Qué rivales te gustan en tu posición?

-Lautaro Martínez, el primero. Cuando llegué me volvió loco (Victor) Osimhen, que estaba en Nápoli [hoy actúa en Galatasaray de Turquía]; un delantero de la puta madre, con técnica, velocidad, cabezazo, jugaba con las dos piernas, jugaba para el equipo, ganaba partidos solo. Después, compartir el campo con jugadores a los que usaba en la Play o veía por la tele, fue buenísimo. A mí me sorprendieron mucho (Romelu) Lukaku, (Luka) Modric. La otra vez en Milán yo estaba al lado suyo y es así de chiquitito, pero vuela, corre más que todos y no erra un pase; es un fenómeno. A Modric lo veía jugar los clásicos de España contra Messi en 2015, 2017, yo tenía unos diez años, entonces es hermoso.

-¿Cambiás camisetas?

-Sí, en Argentina tengo tres valijas llenas. Y acá también. Tengo varias que son tesoros. Tengo la de un jugador que era mi ídolo de chico: la del Oso Pratto. Empecé a jugar en Vélez y era el momento en el que el Oso no paraba de hacer goles. Tengo de Mac Allister, la del Liverpool, de la Champions. De Messi no tengo. La primera camiseta que cambié acá fue con Lautaro. Tengo la de Dybala, la de Osimhen. También la del Tanque Silva, de Aldosivi.

-Lautaro, de cierta manera, te apadrinó en el fútbol italiano. Siempre intercambiaron elogios.

-Sí, sí. Cuando yo llegué él me escribió, me dio la bienvenida. Siempre que nos enfrentamos hablamos mucho. Cuando fui a la selección hablamos un montón…

Castro le obsequió su camiseta a Franco Colapinto, en mayo pasado, durante el Gran Premio de Emilia Romagna de Fórmula 1instagram.com/santiicastro21

La notificación de la llamada de su celular interrumpe la charla. Es el nutricionista del club. “Como todavía no fui a comer, piensa que me fui a casa”, acota Castro y le pide a Cecilia Mercatore, del área de comunicaciones del club, que le avise que demorará un rato más. Y retoma la referencia al capitán de Inter de Milán.

-Lautaro siempre me elogió y yo lo tengo como espejo. Es una motivación.

-En Bolonia sumás 69 partidos, 15 goles y 10 asistencias. Destacarte en este club te exhibe en el continente europeo y hasta generaste el interés del DT Simone Inzaghi para llevarte a Al Hilal de Arabia Saudita, algo que finalmente descartaste. ¿Fue así?

-Sí, sí. Hubo acercamientos, pero prioricé lo deportivo, mi carrera. Quiero estar acá, tener mis cosas, mi carrera en el alto nivel. Quizás, más adelante, ya tendré tiempo de ir a esas ligas o no, no lo sé. A esta edad tengo que priorizar mi carrera y el crecimiento deportivo.

-No todos piensan así.

-Cada uno tiene su pensamiento. Yo soy mucho de tener que laburar, pelarse el culo y crecer, crecer y disfrutar lo máximo posible. La plata, hoy a los 21 años, no me lleva a algo importante en lo emocional.

Santi Castro jugando con la selección argentina Sub 23 ante Perú, en el Preolímpico de Venezuela, en 2024Matias Delacroix – AP

-¿Que hiciste con la primera plata importante que ganaste en Vélez?

-Invité a mi familia a comer, a una parrilla. Y después también a mis amigos.

-Y sobresalir en tu equipo te puso bajo la órbita del seleccionado de Italia. El técnico Gennaro Gattuso te lo insinuó.

-Con el anterior técnico de la selección [Luciano Spalletti] tuve una llamada y le dije que jugaba en Argentina y nada más. No hay otra cosa para mí. Y cuando Gattuso vino acá a un entrenamiento, me pinchó. Obviamente uno ve en la selección a (Gianluigi) Buffon, a (Giorgio) Chiellini, a Gattuso y… son otros de la Play, je. Vinieron y me tentaban en chiste, pero les dije que no. Estoy convencido. Quiero jugar en Argentina. Llegue la chance o no llegue, quiero pelear para jugar por mi selección. Después se verá, porque la vida es así. Capaz que no me toca, pero no me moverá la decisión: ni ahora ni en cinco o diez años. Esperaré y haré lo que sea para jugar con la selección argentina.

Santi Castro sobre el sondeo que le hizo la selección de Italia 
Santi Castro sobre el sondeo que le hizo la selección de Italia 

-La decisión de quedarte en Italia y no emigrar a Arabia habrá ido de la mano con ese anhelo deportivo de pelear por entrar en la selección.

-Sí, obvio, también pesó mucho. El máximo sueño desde pibito es jugar con el seleccionado. Y más siendo la selección argentina, que tiene tanta historia. Yo jugué en Sub 15, 16, 17, 20 y Sub 23. Entonces fue un proceso que lo quiero seguir y terminar.

-Fuiste parte de la convocatoria de la selección mayor en marzo pasado, para los partidos ante Uruguay y Brasil, por las eliminatorias, pero tuviste mala suerte…

-Sí, mala pata, precisamente, porque me lesioné ahí, en un entrenamiento. Fui a patear y un compañero puso el pie en el medio y me fisuré una parte del dedo gordo y casi me rompo los ligamentos. Fue un accidente. Fue la tarde anterior para jugar contra Brasil [Argentina ganó 4-1, en el Monumental]. Estuve dos meses afuera y después jugué un tiempo con el pie hinchado, infiltrado, no podía patear. Después se me estiraron todos los ligamentos y los nervios. La final de la Copa Italia la jugué infiltrado. Entrenaba con dolor, llegaba a mi casa, me ponía hielo y lloraba del dolor. Era hielo, llorar, hielo. Aparte con humedad, frío. Es algo que me va a quedar por un tiempo, sobre todo cuando tengo cansancio.

Santi Castro, con LA NACION, en el otoño europeo, en el «Centro Técnico Niccolò Galli», donde se entrenan la primera división y las inferiores de Bolonia

-¿Con Lionel Scaloni o alguien de su cuerpo técnico tenés contacto?

-Cuando fui en marzo hablamos muy bien, siempre la mejor, me preguntaron cosas de acá, sobre cómo estaba yo. Después no volví a tener contacto. Pero cuando uno llega a la selección te das cuenta que miran absolutamente todo. Hay muchos jugadores buenos, es una pelea linda. Lo único que me queda hacer es enfocarme en mi club. No hay manera de que me ponga la camiseta de otro país. Sería una traición a lo que soy yo, a lo que es mi familia y a mi vida ir a jugar por otro país. No hay discusión.


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