Este fin de año marca la transición entre dos planes quinquenales chinos, ese armatoste de metas de cuño soviético, que el régimen de Beijing imita solo en su formato. Hace tiempo que sus contenidos copian la competitividad del capitalismo occidental al cual pretende desplazar con su propio modelo de acumulación en un plazo no distante.
Este nuevo programa, que va de 2026 a 2030, será el número 15 desde que el PCCH llegó al poder en 1949. Más allá de que la potencia con pragmatismo vigila menos el cumplimiento quinquenal que los proyectos anuales, estos programas ayudan a intuir hacia donde se dirige el Imperio del Centro, lanzado a reclamar el liderazgo global. El programa desborda en señales de esa autonomía.
En marzo pasado, en la reunión legislativa anual conocida como “las dos sesiones”, que revisó el cumplimiento del último tramo del plan iniciado en enero de 2021, se comprometió un déficit de 4% del producto, más alto frente al 3% del rojo de 2024. Dato de una política fiscal expansiva para estimular la economía.
El análisis agregó una amplia emisión de bonos del tesoro vinculados a infraestructura y renovación de bienes de consumo para impulsar el gasto de la población. China produce 30% de los bienes manufacturados del mundo, pero explica el 18% del consumo global. El efecto de esa débil demanda interna es deflación, un desafío complejo a revertir.
El presidente chino Xi Jinping habla durante una reciente visita de su colega francés, Emmanuel Macron. Foto Reuters“Los precios al consumidor cayeron 0,4% en agosto frente al mismo período del año anterior”, señalaba hace un par de meses The Economist. Esa realidad no ha cambiado. El consumo significa hoy en China 57% del producto contra 73% en el resto de las potencias capitalistas.
Esto sucede pese a que el PBI de China creció 5,3 % interanual en la primera mitad de este año, impulsado por la inversión en la producción y el crecimiento de las exportaciones. Los chinos del llano se han vuelto más ahorrativos y más cautelosos. Es debido a un mercado laboral inestable y el apremio por la crisis arrasadora del sistema inmobiliario.
Con ese problema a resolver o posiblemente como consecuencia, el líder del régimen, Xi Jinping, que se muestra muy seguro en su puesto y sigue sin nombrar sucesor, busca convertir a China en una super potencia tecnológica para aumentar sus capacidades internas y asegurar sus perspectivas externas. Este año ha logrado avances en el segundo de esos escalones.
Eludió la presión arancelaria con la que el presidente norteamericano Donald Trump y sus asesores buscaron inicialmente quebrar a Beijing. Por el contrario, Washington debió retroceder, liberar la venta de semiconductores de alta nanotecnología y garantizar una visita del líder estadounidense en abril a la capital china.
Un notable crecimiento
La explicación de ese proceso se encuentra en el daño doméstico en EE.UU. que causaron los aranceles con el retiro chino de las compras de cereales norteamericanos y la sorpresa por el oceánico crecimiento, incluso sin el mercado norteamericano, del superávit comercial de la potencia asiática por encima del billón de dólares este diciembre (1,27 b).
Aquellas prioridades de Xi quedaron reflejadas con elocuencia y sin contemplaciones en el presupuesto contenido en el quinquenal: aumenta 8,3% ciencia y tecnología; 6,1% educación y 7,2 % en defensa. Pero salud y bienestar social tendrán incrementos más modestos, de alrededor de 5%. En cifras, el gasto estatal chino en ciencia y tecnología, que es de lejos la principal colina a conquistar en la nueva batalla este-oeste, alcanzó este año US$ 172.000 millones, con un aumento de poco más de 8% decidido en marzo.
EE.UU. se sitúa ligeramente por encima, en torno a los 192 mil millones de dólares, por primera vez con China casi a la par. Los números cambian si se incluye la inversión privada de empresas como Huawei o Tencent. El monto crece hasta extraordinarios 723 mil millones de dólares, aún así US$80 mil millones menos que EE.UU. Esa es la pelea.
“Xi ha observado cómo décadas de inversión en ciencia por parte del gobierno de EE.UU. después de la Segunda Guerra fueron un éxito rotundo para ese país, y quiere replicarlo”, dice Jimmy Goodrich, asesor sénior en la RAND Corporation y experto en políticas científicas de China. “Cree firmemente que solo mediante una mayor autosuficiencia y el liderazgo global en ciencia, China podrá tener éxito en la modernización de su economía (consumo), el fortalecimiento de sus capacidades militares y el estatus garantizado de potencia mundial”.
Multitud de camionetas en Qingdao en la provincia china de Shandong. China esta inundando los mercados mundiales con sus vehículos. Foto EFEEl nuevo plan quinquenal 2026/2030 difundido a fines de octubre en un documento de 5.000 palabras que selló la Cuarta Sesión Plenaria del XX Comité Central del Partido Comunista (el llamado Cuarto Pleno) eleva el compromiso de reducir la dependencia de la tecnología extranjera, para avanzar en la producción propia de chips de nanotecnología.
Es interesante que el programa no reduce sino que ratifica la pretensión de la República Popular de mantenerse como potencia manufactura líder mundial a despecho de las tensiones comerciales y la sobre producción de acero, vehículos y cualquier otro producto que erosiona los precios y se denuncia con encono desde este lado del mundo.
El nuevo plan quinquenal defiende la manufactura con “las industrias avanzadas” como columna vertebral. No hay retrocesos. Con los años, la producción china ha pasado de una escala intensiva en mano de obra y de bajo coste, a bienes de mayor valor y alta calidad, como vehículos eléctricos, robótica y baterías. En los próximos años, el foco estará en la manufactura avanzada, señaló en Euronews Robin Xing, economista jefe para China en Morgan Stanley.
Eso incluye ámbitos como las tecnologías cuánticas, la biomanufactura, la energía de hidrógeno y la fusión nuclear, la inteligencia artificial y las comunicaciones móviles de nueva generación, amplia Zheng Shanjie, director de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, el principal organismo de planificación de Beijing . “Estos sectores están listos para despegar. Significa que en los próximos diez años construiremos en China otra industria de alta tecnología, y eso dará un impulso sostenido a nuestros esfuerzos por lograr la modernización china”, afirmó.
El ambicioso plan de chips chinos
Si se revisa el texto del nuevo plan hay un llamado Gran Fondo para lograr que 70% de los semiconductores usados en el gigante asiático sean de fabricación propia para 2030 cuando vence este quinquenal. “IA Soberana: Se aprobó el despliegue de una red nacional de centros de computación (Proyecto ‘Datos del Este, Cómputo del Oeste’) para que la Inteligencia Artificial no dependa de chips estadounidenses (como NVIDIA) ni de nubes extranjeras”, dice con peculiar elocuencia otro renglón.
En el programa aparece también la ofensiva diplomática de poder blando de Beijing sobre el sur global, donde es creciente su liderazgo, particularmente desde los BRIC’s ampliados. Parte de eso se subraya en el Documento sobre la Política de China hacia América latina y el Caribe, el tercero dedicado exclusivamente a la región, como comentó días atrás en esas páginas el respetado sinólogo argentino Jorge Malena.
Un documento que, al revés del tono expansionista de EE.UU. en su nueva Estrategia de Seguridad Nacional que rescata con corolarios dominantes la doctrina Monroe, la versión china defiende la identidad política propia y de autonomía estratégica de la región. Una marcación diferenciadora detrás de la noción de un patio trasero en cualquier caso ya compartido.
No son solo palabras que eluden premeditadamente los cuidados diplomáticos. En el foco más amplio sobre el Sur planetario, el plan propone priorizar las inversiones tecnológicas en el sudeste asiático, África y Latinoamericana. Y potenciar el uso del yuan digital (e-CNY) en el comercio de materias primas (petróleo, litio y granos) “para reducir -dice- la exposición al sistema financiero basado en el dólar”.

