Coca-Cola lleva décadas siendo el refresco por excelencia. Aunque Pepsi apretó las cosas a mediados de los 80 gracias a agresivas campañas publicitarias y a la contratación de famosos que actuaron como imagen de marca, Coca-Cola siguió reinando en el segmento de los refrescos. Y, aparte de ser refrescante gracias al agua carbonatada, también tenía otros efectos debido a que en la famosa fórmula se utilizaba Erythroxylum coca, más conocida como hoja de coca.
Esto permitió que la bebida comenzara vendiéndose en farmacias, pero debido a los efectos estimulantes de la coca, había parte de la población a la que no se permitía acceder a la Coca-Cola. Que los blancos tomaran coca era aceptable, pero que los negros lo hicieran era algo que no se podía permitir.
Y, debido a una de las tantas historias de racismo en países como Estados Unidos, la Coca-Cola cambió para siempre prácticamente en un abrir y cerrar de ojos.
El tónico milagroso a base de drogas
John Stith Pemberton es el inventor de la Coca-Cola. Al menos, la versión más primigenia. Era un veterano de la guerra de Secesión que, como muchos otros soldados, se había vuelto adicto a la morfina debido a que era lo único que calmaba el dolor que le producían sus heridas. Pemberton era químico y, en 1884, empezó a comercializar una bebida bautizada como Pemberton’s French Wine Coca (o vino francés de coca de Pemberton).
Era una versión de vino con la hoja de coca como uno de sus ingredientes, pero la mala noticia fue que sólo un año más tarde, Atlanta, el estado en el que residía, volvió a aprobar la ley seca. Este impedimento para vender alcohol empujó a Pemberton a desarrollar una versión de su vino sin el componente alcohólico.
No tardó mucho, ya que unos meses más tarde inventó la primera Coca-Cola. Era una mezcla de hoja de coca, nuez de cola y agua carbonatada. Ni corto ni perezoso, John la ofrecía a las farmacias para que éstas vendieran el producto argumentando sus propiedades medicinales. Y no iba desencaminado.
La coca ha sido utilizada por sus propiedades analgésicas, antidiarreicas, antioxidantes o digestivas, entre muchas otras. La cola, por su parte, también tiene propiedades digestivas, diuréticas y actúa como un cardiotónico. Ahora bien, ambas también tienen propiedades estimulantes del sistema nervioso central y, en dosis muy altas, pueden provocar depresión, insomnio, excitación o taquicardias.
Pero bueno, en 1886, ya tenían el nombre ‘Coca-Cola’, el logo con las dos ‘C’ en grande, la fuente Spencerian y se empezó a vender en farmacias a cinco centavos la unidad. Pemberton la promocionaba como un «valioso tónico cerebral que cura los dolores de cabeza, alivia el agotamiento y calma los nervios«. Además, lo comercializó como una bebida «deliciosa, refrescante, alegre, estimulante y vigorizante». Nos ha fastidiado, con los ingredientes que tenía.
Durante el primer año, Pemberton vendió nueve por día, pero como afirma la propia Coca-Cola, nunca se dio cuenta del potencial real de la bebida. Poco a poco, vendió partes de su negocio a varios socios y, en 1888, vendió su participación en Coca-Cola a Asa G. Gandler, que era un empresario que poco a poco fue controlando por completo la compañía. La venta fue por 300 dólares, que ajustado son casi 10.000 dólares actuales.
¿Recuerdas que hablamos de la adicción de Pemberton a la morfina? Bien, algo lógico es pensar que el inventor de algo tan popular como la Coca-Cola moriría como una persona acomodada, pero la realidad fue que falleció ese mismo 1888 a los 57 años. Lo hizo en la más absoluta pobreza al declararse en bancarrota, víctima de un cáncer de estómago y, aún, como un adicto a la morfina. Pemberton tenía un hijo con participación en la empresa, pero como quería el dinero, también vendió su parte y no tardó demasiado en morir (también con una adicción, al opio).
La Coca-Cola racista
Vale, mucho contexto previo, pero considero que era necesario para saber de dónde veníamos, cómo se promocionaba la Coca-Cola y que sus dos principales ingredientes en la época eran estimulantes del sistema nervioso. Ahora es cuando las cosas empiezan a volverse turbias.
Estados Unidos se había empezado a preocupar por algunas drogas. En 1875, San Francisco intentó prohibir -sin éxito- que los blancos frecuentaran fumaderos de opio en las comunidades migrantes chinas, y algo curioso era el tinte racista (y machista) incipiente: el miedo a que una mujer blanca cayera en manos del «peligro amarillo«. Los motivos no tienen desperdicio:
«Muchas mujeres y muchachas, así como jóvenes de familia respetable, estaban siendo inducidas a visitar los fumaderos de opio chinos, donde se arruinaban moralmente y en otros aspectos».
Es algo que ilustra el autor Michael Cohen en su ‘Race, Coca Cola and the Southern Origins of Drugs Prohibition’ y lo que se buscaba era que, de ninguna manera, hubiera mezcla racial entre mujeres blancas e inmigrantes chinos fruto de un estado alterado provocado por el opio. Y con la Coca-Cola y su ‘cocaína’ (que no era cocaína como tal, ya que era más natural que la sustancia química, pero tenía efectos similares en cantidades abundantes) pasó algo parecido.
Los médicos no veían con malos ojos que tónicos como la Coca-Cola fueran consumidos por los blancos. De hecho, uno de los primeros carteles comerciales con todos los logos de Coca-Cola perfectamente reconocibles ilustran a una modélica mujer blanca de, en apariencia, corta edad con un vasito con la bebida. Y la cocaína tampoco parecía preocupar a las autoridades siempre que la tomaran los blancos.
El problema era que habían empezado a llegar a Estados Unidos inmigrantes negros, mexicanos y chinos. Trabajaban en los trabajos que no querían los blancos, como la construcción, el campo y, precisamente, el consumo de cocaína se extendió entre los trabajadores negros de las plantaciones y áreas urbanas del sur. Se hizo popular como droga recreativa, pero también como estimulante para poder soportar las duras jornadas laborales.
Poco a poco, las revistas médicas empezaron a advertir sobre los peligros de la cocaína entre los hombres negros, afirmando que los empujaba a cometer delitos y, ojo a esto, a violar a las mujeres blancas.
Evidentemente, en una sociedad como la de los Estados Unidos de finales del XIX, esto fue un terremoto tal que Candler (el que se había quedado con el control de Coca-Cola) empezara a argumentar que la cantidad de coca de su Coca-Cola era tan pequeña que sólo era energizante, tirando por tierra las cualidades médicas del discurso anterior de Pemberton.
Cohen escribe que, en 1899, con una Coca-Cola en auge, Candler decidió que era el momento de saltar al mercado nacional. La Coca-Cola pasaría de ser una bebida que se vendía en farmacias y tiendas de refrescos a las que sólo podían pasar blancos a estar embotellada y disponible en cualquier punto del mercado de todo Estados Unidos.
Los negros tenían, ahora, acceso fácil a la bebida, pero Atlanta se movió con rapidez y, en 1901, relacionó los peligros del consumo de cocaína por parte de la población negra con los efectos de los refrescos que contenían la droga. Coca-Cola tenía máquinas de distribución de botellas sólo para blancos, pero también había otras para negros (porque el negocio es el negocio) debido a la segregación, pero como decimos, a las autoridades no les gustó un pelo.
Afirmaron -con todas sus narices, por qué no decirlo-, que el consumo de Coca-Cola podía hacer que los negros cultivaran inconscientemente el hábito de consumir drogas. Ahí es cuando Candler vio el peligro real y pidió un cabio en la fórmula de la Coca-Cola: cambió la coca por más azúcar y cafeína. Además, Cohen afirma que Candler empezó a negar que el refresco hubiera contenido cocaína.
Y no era cocaína como tal, pero… la hoja de coca estaba ahí desde la fórmula original, vaya. Pero bueno, habría sido interesante sin toda esta historia de racismo hasta cuándo las autoridades médicas habrían permitido que la Coca-Cola tuviera esos ingredientes naturales. Aunque teniendo en cuenta las enormes cantidades de azúcar, habría que analizar qué fórmula era más dañina, si la original o la actual.
Imágenes | Library of Congress