El exentrenador sueco Sven-Göran Eriksson murió este lunes a los 76 años, según confirmó su familia en un comunicado. El fútbol inglés y mundial están de luto por la pérdida de este DT nacido en Sunne, en 1948, a quien en enero de 2024 le diagnosticaron cáncer de páncreas en fase terminal y los médicos le aseguraran que, “en el mejor de los casos”, le quedaría un año de vida.
Su última labor dentro del fútbol, desde que comenzara su carrera en los bancos a finales de la década de 1970 en su país de origen, fue como director deportivo del modesto club sueco IF Karlstad, cargo que dejó argumentando problemas de salud meses antes de anunciar públicamente su enfermedad. Las islas británicas despiden así al que fuera el primer técnico no británico en la historia de los Three Lions. “Después de una larga enfermedad, SGE falleció durante la mañana en su casa rodeado de familiares”, comunicaron sus seres queridos.
Sven-Goran Eriksson pasó por Manchester City, Leicester City (Inglaterra), Roma, Fiorentina, Lazio y Sampdoria (Italia) y Benfica (Portugal), entre otros equipos. También, las selecciones de Inglaterra, México y Costa de Marfil. El sueco se convirtió en el primer entrenador extranjero de la selección masculina de fútbol de Inglaterra en 2001 y le tocó entrenar a la llamada “generación dorada” de jugadores como David Beckham, Steven Gerrard, Wayne Rooney y Frank Lampard.
En los últimos tiempos apareció en un documental que lleva su nombre (“Sven”) que la plataforma Amazon Prime estrenó el viernes pasado en el Reino Unido. “Tuve una buena vida, sí. Creo que todos tememos el día de nuestra muerte. Pero la vida también se trata de la muerte. Espero que al final la gente diga: ‘Sí, era un buen hombre’. Pero no todos dirán eso. Espero que me recuerden como un tipo positivo que intentó hacer todo lo posible. No se arrepientan, sonrían. Gracias por todo, entrenadores, jugadores, fue fantástico cuidarlos. Cuídense y cuiden su vida. ¡Y vívanla!”, aconsejaba, ya sin pelo por el tratamiento médico que recibía. y en su casa de Sunne, el pueblo sueco en el que se crió.
“Hasta ahora soy un hombre sano y enfermo. Decir que no tengo miedo a morir, supongo, es mentira. A veces se me pasa por la cabeza, pero trato de no pensar en eso”, aseguraba Eriksson, que precisaba la ayuda de sus hijos para movilizarse, y que en los últimos meses hizo una especie de tour de despedida por los estadios que alguna vez lo tuvieron en el banco de suplentes. La gira incluyó una emocionante aparición en Anfield, el estadio de Liverpool, el club que siempre soñó con dirigir y nunca pudo. “Los médicos no saben desde cuándo estoy así. Puede ser un mes o un año. Ahora podés engañar a tu cerebro. Ver lo positivo de las cosas y no dejarte llevar por la adversidad, porque ésta es, por supuesto, la mayor adversidad a la que me he enfrentado. Pero puedo hacer algo bueno con eso”, describía el DT que se retiró de las canchas en 2019 tras un paso por la selección de Filipinas.
En enero de este año, Eriksson hizo público el diagnóstico, que le llegó luego de cinco episodios cardíacos. Contó además que, “con suerte”, le quedaba un año de vida. La semana pasada, cuestiones de salud le impidieron asistir a la premiere del documental en Londres. Lo representaron sus hijos. El diario inglés Daily Mail reportó que la enfermedad lo llevó a regresar a su pueblo natal de Sunne, en Suecia, “donde se reconectó con su familia”. La serie lo retrata en el cercano lago Fryken, mirando al horizonte: “Es un lugar maravilloso, que me calma. Detrás de las montañas se crió mi padre. Y allí adelante está Thornsby, donde yo crecí. Y esto es Sunne, donde nací”, describía el ex DT.
“Siempre creí que el lago era un gran lugar para dormir. Aquí podrían tirarse incluso mis cenizas. Se siente como si fuera mi casa”, reflexiona Eriksson en otro pasaje del documental, que cuenta con testimonios de Roberto Mancini, Wayne Rooney y David Beckham, entre otras estrellas del fútbol. “La vida no es al 100%. Me dieron inyecciones durante muchos meses, pero ahora los médicos cambiaron a las píldoras. Tienen muchos efectos colaterales en la garganta y la nariz, pero es parte de todo esto y puedo vivir con eso. Sé que la vida no durará para siempre, pero estoy ok”, se confesaba Eriksson.
También hablaba su hija Lina: “Pude reconectar con mi papá hace muy poco, y tengo una relación muy diferente a la que tuve cuando era adolescente. Te das cuenta del valor de la vida. Y de que lo que pensabas que era importante no lo es tanto. Es muy difícil imaginar una vida sin él”. Bekcham, por su parte, lo elogia: “Lo amé desde el día uno. La forma en la que protegió a los jugadores fue una bocanada de aire fresco. Lo que hizo por mí fue increíble”.
LA NACION