A veces, la mejor forma de entender el pasado es estudiar cómo se entretenían otras culturas que habitaron el planeta. Algo de eso hay en el último descubrimiento que ha tenido lugar en México. Curiosamente, las labores que se están llevando a cabo en el país por las rutas donde pasa el Tren Maya están arrojando todo tipo de tesoros. El último: un antiguo juego mesoamericano.
El anuncio. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), lanzó un comunicado esta semana. La noticia: durante las labores de rescate arqueológico que están teniendo lugar en el tramo 7 del Tren Maya, los arqueólogos dieron con un tesoro histórico: nueve patollis esgrafiados. Como veremos a continuación, una especie de precursor de los “juegos de mesa” del pasado.
El juego de los mayas. Cuando hablamos de patolli nos referimos a un antiguo juego de mesa mesoamericano muy popular entre varias culturas precolombinas, incluyendo los aztecas y los mayas. El mismo se consideraba, no solo una forma de entretenimiento, sino también un ritual con significados religiosos y sociales. De hecho, se cree que el entretenimiento tenía connotaciones relacionadas con deidades, ofrendas, ritos y eventos calendáricos.
Instrucciones y frijoles. El juego constaba de un tablero en forma de cruz, compuesto por 52 casillas que representaban el ciclo de 52 años del calendario mesoamericano. Dicho tablero se dividía en una especie de cuatro brazos con una casilla central donde se realizaban algunos movimientos especiales. Los jugadores usaban pequeñas piedras o frijoles marcados como piezas para moverse por el tablero, y normalmente se jugaba entre dos personas, cada una con seis piezas.
En cuanto a los frijoles, si no se tenían a mano se usaban pequeños dados hechos de hueso o piedra que se lanzaban para determinar el número de casillas que debían avanzar sus piezas. El objetivo era mover todas las piezas alrededor del tablero y llegar a la casilla final antes que el oponente, como los juegos de mesa de toda la vida. Plus: se sabe que a lo largo del juego, los jugadores apostaban objetos de valor, como mantas, joyas o alimentos, y el ganador se llevaba todo lo apostado.
El nuevo hallazgo. Al parecer, estos nueve patolli se encontraban en los alrededores del poblado de Xpujil, en Campeche. Los arqueólogos sugieren que tienen más de 1.000 años de antigüedad y estaban esparcidos en unas condiciones muy deterioradas. Tal y como explican, tenían grietas, pérdidas de capas, fracturas y abrasión, por lo que las labores de conservación han sido complicadas.
Los juegos estaban en una superficie de estuco de 11 metros de largo por 2,8 de ancho, en la zona del Tramo 7 del famoso tren, la ruta que abarca casi 300 kilómetros entre Quintana Roo y Campache que ha sido objeto de polémica.
Técnicas de preservación. Desde el INAH se indica que lo primero que hicieron los investigadores fue implementar medidas emergentes, tales como inyecciones de agua de cal para estabilizar el estuco y la aplicación de resanes y ribetes perimetrales. Para el proceso de restauración fue necesario realizar un detallado registro gráfico, fotográfico y fotogramétrico antes de proceder a la extracción de los patollis.
Finalmente, se realizaron trabajos de resane de fisuras y grietas, todo a través del aplicado de un velado de protección y embalaje para su traslado al Laboratorio de Restauración de Chetumal.
Una ventana al pasado. Como ha destacado Fernando Alemán Toscano, del Laboratorio de Restauración del Tramo 3 del Tren Maya en Mérida, estos hallazgos “reflejan la complejidad cultural y espiritual de las sociedades que habitaron esta región. La presencia de estos juegos en espacios de carácter cívico sugiere que podrían haber sido utilizados por personajes de alto rango como un medio de esparcimiento o mediación en asuntos políticos”.
Para el arqueólogo Alfredo Saucedo Zavala, a cargo de la excavación, el conjunto ceremonial presentaba al menos dos etapas constructivas, y el equipo estimó que los patollis se hicieron durante el Clásico Tardío (600-900 d.C.). Los futuros análisis cerámicos certificaran una fecha más exacta.
Imagen | Félix Camacho Zamora / INAH, Dominio Público
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