La visita del Papa Francisco a Bélgica es un acontecimiento histórico porque hace casi 30 años de la última, la de Juan Pablo II en 1995. Pero aquella no fue una “visita de Estado” sino un breve paso para una beatificación. La de Jorge Bergoglio es la primera “visita apostólica” desde 1985, 39 años atrás.
Además de una gran misa en el Estado Rey Baldunio (el nombre de Heysel recordaba una tragedia) y de una vista académica a la centenaria Universidad Católica de Lovaina, uno de los puntos centrales de la visita será el encuentro que el Papa mantendrá con víctimas de abusos sexuales a manos de miembros del clero.
El encuentro será en privado, posiblemente este viernes, con 15 de esas víctimas. La visita papal a Bélgica estuvo en el aire durante meses porque el primer ministro belga, Alexander de Croo (ahora en funciones tras las elecciones legislativas del pasado 9 de junio y las dificultades, una vez más, para formar gobierno) exigió al Papa la expulsión de la Iglesia de un obispo que décadas atrás había cometido abusos a menores. Francisco cedió, también porque la jerarquía de la Iglesia belga actual le exigía dar ese paso.
El documental del escándalo
La reunión con las víctimas la organiza la Conferencia Episcopal belga, que ha cambiado el paso después del gran escándalo que produjo hace un año la difusión en la televisión pública de un documental que sacudió al país. Decenas de víctimas testimoniaron a cara descubierta sobre abusos gravísimos cuando eran menores. Algunos pasaron años sufriéndoles a manos de miembros del clero. Muchos de aquellos párrocos y obispos ya murieron, pero no todos. Y hasta hace muy poco la Iglesia belga hizo todo lo posible para protegerlos de la acción de la Justicia.
El papa durante la recepción real en Bélgica. Foto: EFE Las víctimas piden ahora al Papa Francisco, en una carta abierta publicada por el diario ‘Le Soir’ que ejerza su autoridad para reclamar limpieza en la Iglesia y exprima una clara condena de los abusos sexuales. La carta pide también que la Iglesia ponga en marcha mecanismos de prevención de esos abusos y que abra sus archivos para que se pueda investigar sin límites.
Nada de sabe de cómo la Conferencia Episcopal belga eligió a esas 15 víctimas (porque son miles), pero sí que el pasado sábado las reunió para “preparar el encuentro”. También hubo víctimas presentes en la recepción en el Palacio Real de este viernes, invitadas por la Casa Real.
El robo de bebés
Además de los abusos, Bélgica vive también con otro trauma relacionado con la Iglesia. Durante décadas, en hospitales controlados por el clero, se robaron los bebés de madres solteras o simplemente de familias pobres para entregarlos en adopción a familias católicas ricas.
El escándalo de las «adopciones forzosas”, estiman los medios del país, pudo llegar a afectar a más de 30.000 bebés durante las últimas décadas del siglo pasado, cuando Bélgica apenas rozaba los 10 millones de habitantes. Sucedió entre 1945 y 1980 o hasta mediados de los 80, según algunos medios.
Papa Francisco. Foto: Reuters Los dos últimos líderes de la Iglesia belga, André-Joseph Léonard y Godfried Danneels (cuyo nombre sonaba como papable antes de la elección de Bergoglio para la silla de Roma) están acusados de haber tapado los escándalos de abusos sexuales y haber protegido a los clérigos acusados de ellos. Ambos murieron.
Danneels fue informado de uno de los mayores escándalos, el de los abusos sistemáticos que cometía el obispo de Brujas, Roger Vangheluwe. El obispo violó cientos de veces a dos de sus sobrinos y cuando fue descubierto habló de que eran “pequeñas relaciones”. En 2010 dimitió y sólo en marzo pasado, por exigencia del primer ministro De Croo, Francisco aceptó su expulsión de la Iglesia.
El Ministerio de Justicia belga había enviado ya al Vaticano un dosier que reunía miles de imágenes pornográficas encontradas en la computadora del obispo. Sin esa expulsión, la visita de estos días nunca hubiera tenido lugar. La Iglesia belga va pagando en los últimos años sumas que van desde los 2.500 hasta los 25.000 euros a algunas de las víctimas. Vangheluwe vive refugiado en una Abadía francesa y nunca fue condenado.
