San Pablo. Enviado especial. Cuando finalizó el último debate de cinco candidatos paulistas al gobierno de la ciudad este viernes en la rede Globo, hubo un encuentro breve con la prensa. Cada uno a su turno dedicó gran parte del tiempo limitado que les habían otorgado para hablar, o más bien repudiar, a uno de ellos, el recién llegado a la política, el empresario e influencer ultraderechista Pablo Marçal.
Es lo que este dirigente muy polémico busca y ha logrado a lo largo de la campaña. Con el mismo estilo y estrategia disruptiva de Donald Trump, o antes el brasileño Jair Bolsonaro, entre otras figuras que han usado el ruido televiso y de las redes para centralizar la atención más allá de sus virtudes, Marçal ha crecido como un postulante con oportunidad de llegar nada menos que a controlar la ciudad más enorme y acaudalada de América Latina.
En esta campaña denuncia un abstracto que llama “el sistema”, algo así como la casta en su discurso y la existencia de una ultraizquierda dominante en la política brasileña. Pero su eje principal es la provocación y los bulos. Al extremo que ha aparecido luciendo un yeso en su brazo derecho por una herida que sería inexistente.
Hace poco insultó y puso en duda la hombría de uno de sus rivales, José Luis Datena, durante un debate que acabó con un grave incidente y un sillazo sobre su espalda que habría originado aquella supuesta lesión. Luego, uno de sus asesores descargó una trompada a un colega de un adversario también frente a las cámaras. Cada escándalo lo convirtió en una figura atractiva para la prensa, a la cual de paso Marçal desprecia como «comunista», término que revolea en general contra todo lo que tiene enfrente para intensificar las polémicas, el interés y los titulares. Nada es al azar.
Muchos analistas y observadores se preguntan aquí hasta qué punto esto que sucede no revela una distorsión en el sistema democrático, no solo en Brasil. “Es el alcantarillado de la democracia, las cloacas, no hay filtros”, le dice a Clarín un diplomático local. Hace pocas horas, y después de acusar falsamente por consumo de drogas a otro importante postulante, el socialdemócrata Ghillherme Boulos, respaldado por Lula da Silva, Marçal publicó un informe médico falsificado que consignaría que aquel político ha sido efectivamente consumidor de cocaína.
El reporte apareció en la red X prohibida aquí, pero se extendió rápidamente desde el viernes por la noche, calculadoramente horas antes de la votación de este domingo. Una demostración de que no hay límites con tal de intentar ganar. Todo muy rústico además, con firmas cambiadas en el papel y datos opacos sobre la clínica Mais Consultas que emitió el certificado. Uno de los socios de ese centro médico, Luiz Teixeira da Silva junior, tiene publicado videos amistosos con Marçal. Según un informe de Folha, Teixeira ha sido condenado en el pasado por falsificar un diploma médico y un certificado d graduación.
Los periodistas demoraron minutos para establecer que todo era un invento: para peor el documento lo avalaba un médico prestigioso ya muerto. La hija del profesional enfureció, afirmó que su padre nunca trabajó en ese sanatorio y pidió a la justicia que sancione a Marçal retirándolo de la competencia o anulándole los votos que pueda conseguir. Una posibilidad que nadie aquí descarta totalmente.
Pocos saben con exactitud de dónde llegó este dirigente, pero es claro hacia donde pretende llegar. Solo se conoce que estuvo preso y procesado por una estafa hace años y que amasó una fortuna de más de 36 millones de dólares antes de cumplir 40 años al frente de una docena de empresas´, lo que mueve severas suspicacias. En política se acerca pero en realidad compite con el ex mandatario también de ultraderecha Jair Bolsonaro, a quien claramente busca desplazar en ese sector político y lanzarse desde San Pablo para buscar la presidencia. Los métodos son lo de menos.
