Las medallas fulguran sobre la mesa montada en un lateral del natatorio del Cenard que lleva el nombre de Jeanette Campbell, la primera mujer argentina en participar en los Juegos Olímpicos, en Berlín 1936. El rostro de Agostina Hein se ilumina con el brillo y la adrenalina que le provocó el reciente sprint furioso entre Asunción y Otopeni (Rumania). La atleta de 17 años está en Buenos Aires tras encumbrarse en la natación, su pasión, consagrándose con el oro en el Mundial Juvenil en la prueba de 400 metros combinado y, además, obteniendo la medalla plateada en los 800 metros libre. Todo ello, un puñado de días después de destacarse en los Juegos Panamericanos Junior, en la capital paraguaya, en los que obtuvo ocho medallas, tres de ellas doradas.
La colección de preseas se roba la atención de los presentes en el centro nacional de alto rendimiento. Hay autoridades de la Secretaria de Deporte, el Enard y el COA (Daniel Scioli, Diógenes de Urquiza y Mario Moccia, por ejemplo). También, muchas cámaras. Nacida en Campana, Hein está bien arropada por su familia, que llegó especialmente al evento (de recepción de la selección argentina junior de natación) desde la ciudad bonaerense, y por su inseparable entrenador, Sebastián Montero. Se la ve fatigada a Hein y no es ilógico ante semejante trajín; pero no se le borra la sonrisa.
“Fue una locura, una locura todo”, le dice a LA NACION, tras la rueda de prensa. “Lo bueno es que los dos torneos calzaron justo. Desde Asunción salimos corriendo para el aeropuerto y nos dio dos días para poder entrenar en Rumania. Costó el cambio de horario; el primer día en Europa me desperté a las tres de la mañana, jaja. Pero las condiciones eran muy buenas, todo era muy cómodo, teníamos sólo quince minutos desde el hotel a la pileta, algo que nos daba tiempo para organizarnos bien”, describe Hein, muy animada.
La nadadora genera muchas expectativas en el deporte nacional desde hace tiempo: la temporada pasada, de hecho, fue la atleta argentina más joven en los Juegos Olímpicos de París 2024 (con 16 años). Blindarla de (casi) todo lo que se pueda decir y proyectar sobre Hein es una prioridad para su equipo y familiares. El ejemplo de Delfina Pignatiello, que se retiró a los 22 años luego de atravesar momentos oscuros y dificultades de salud mental, además de una asfixiante exposición mediática, es algo que lo tienen muy en cuenta.
“Nosotros, los entrenadores, los cuidamos mucho a los chicos de la selección; están creciendo. Yo digo que Agos es una nena jugando juegos de grandes. Ir a unos Juegos Olímpicos con 16 años, clasificarse con 15, es mucho. Hay que estar con los pies sobre la tierra, pensando que esto es a largo plazo y hay que seguir aprendiendo. Todos los chicos y los entrenadores manejamos la misma línea de trabajo, con esto de no exponerlos. Es tarea de los adultos, en este caso de nosotros, cuidarlos. La idea es que hagan el deporte divirtiéndose. Si no lo disfrutan, las cosas no van a salir bien. Esa es nuestra mayor tarea”, sentencia Montero. Y Agostina, charlando con LA NACION, profundiza sobre la revolución que generaron sus actuaciones: “Lo manejo tratando de estar tranquila. Me ayuda muchísimo Seba, como filtro. Quizás yo tengo que estar entrenando o durmiendo y él está dando las notas. Lo llevamos así. La gente tiene que entender que soy chica y no comprendo la maldad que a veces tienen los mensajes en las redes sociales. Los que recibí yo, por suerte, hasta ahora son de felicitaciones, nada de crítica y eso me ayuda a seguir tranquila”.
El caso Pignatiello, lógicamente, Hein lo tiene muy presente. “Sí, obviamente que su ejemplo se toma. Es imposible no hablar de ella. La decisión que tomó [de retirarse tan joven] fue para ser feliz. Hay que respetarla y eso es lo que yo tomo de esa situación. Sabemos que las redes sociales van a estar siempre, así que no hay que enloquecerse”, aporta Agostina, que luce un tatuaje con los anillos olímpicos (“Me los hice a los veinte días de volver de París. Es llevar conmigo el recuerdo más hermoso de toda mi vida”, añade).
Dice haber sentido “mucho orgullo” por ella y por su familia cuando logró el título mundial juvenil. “Fue una emoción tremenda por todos los que me acompañan”, suelta, con timidez. Hace tres años que continuó el colegio secundario en el sistema a distancia de Seadea: “Después me gustaría seguir la carrera de veterinaria”. Destaca su satisfacción por haber aceptado operarse, en septiembre pasado, de adenoides, amígdalas y cornetes, una cirugía que le permite respirar mucho mejor: “Antes me sentía muy ahogada a la hora de entrenar y competir. La operación fue un cambio totalmente positivo. Agradezco a mis médicos, que me recomendaron la cirugía. Hoy respiro al ciento por cien, como nunca y se vio en el agua. No me había sentido tan bien”.
El estricto entrenamiento, naturalmente, es parte de su día a día. “Es complicado. Son muchas horas de entrenamiento, de gimnasio. En cuanto a la alimentación yo tengo una dieta balanceada… en realidad, es saber cómo comer bien. Y, por ahí, unas dos semanas antes de la competencia no como helados ni chocolates, que son una tentación. A mí me encanta comer, soy fanática. Pero le voy encontrando la vuelta. Por ejemplo, no me puedo comer una hamburguesa en una típica casa de comidas rápidas, pero sí la puedo hacer en mi casa, más sana, con algo que uno pueda ver”, describe Hein, que no tendrá demasiado descanso. La semana próxima viajará a Chile para la Copa España; a fines de septiembre se realizará el Sudamericano Junior en Brasil y, en diciembre, será una de las atracciones en el torneo argentino selectivo para los Odesur 2026, en Parque Rosa. Claro que su mirada está puesta en los Panamericanos de Lima 2027 y, obviamente, en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028 (“Tenemos muy buenas marcas para poder entrar”).
-¿Qué sentís cuando pasás un día sin entrar en la pileta?
-Y… es mucho, jaja. Por ahí me dan tres días de vacaciones y digo: ‘¿Ahora qué hago?’. Tengo que planificar de vuelta la vida, porque mi día a día está en la base de la natación. Hay veces que te volvés loca.
-¿Qué sentís en el agua?
-En el agua siento paz, es la verdad. Siento muchísima paz. El agua me da tranquilidad. Somos el agua y yo, no existe nadie más.