Un hombre sin grises: de la pobreza que carcomió su infancia en Córdoba -abandonado por sus padres y criado por su abuela-, a sus ganancias millonarias en dólares por sus logros golfísticos. De las hazañas en los majors a estar encarcelado en una pocilga con cama de cemento por el delito de violencia de género. De su mal temperamento a convertirse –cuando quiere- en una persona encantadora, amigo de todos. Así es Angel Cabrera, un golfista que coquetea permanentemente con los extremos y que este último domingo largó otro bombazo en la gira de veteranos: se adjudicó el Senior PGA Championship realizado en Maryland, con un total de 280 golpes (-8), lo suficiente para superar al danés Thomas Bjørn y al irlandés Padraig Harrington (281), después de una última vuelta de 70 golpes (-3).
Una vez liberado de la cárcel en agosto de 2023, Cabrera se hizo un fuerte replanteo. Un profundo trabajo introspectivo que concluyó en la opción más sana: revisar los errores, obtener un aprendizaje de las malas experiencias y rehacer su vida. Venía atravesando varios años seguidos muy malos, sumergido en un pozo en el aspecto deportivo y en lo personal. Estaba derrotado anímicamente, sin motivaciones.
Y se topó con un tremendo obstáculo que, paradójicamente, lo terminó encarrilando y lo salvó, a juzgar por sus palabras. “Lo mejor que me pasó, de todo lo que me podría haber pasado, es haber caído detenido, porque estaba muy perdido y no escuchaba a nadie”, señaló hace unos días en Cadena 3. Su anclaje en el presente y su particular mirada al futuro le configuran una nueva realidad: “Ahora quiero disfrutar de mi familia, de mi mujer, de mi hijo Felipe, seguir luchando y por el buen camino. Ya la pasé mal, ya está, para mí eso es pasado; ahora es seguir con todo lo bueno que viene”, comentó en esa misma entrevista.
Ese barajar y dar de nuevo, esa intención de actuar de manera honesta, se trasladan ahora directamente en la cancha, con resultados descollantes, al punto que ganó tres títulos en sus últimas cinco participaciones en el PGA Champions. Al major que se llevó este domingo en el Congressional Country Club de Bethesda se le agrega el otro torneo grande que se había adjudicado hace una semana en Birmingham, Alabama (el Regions Tradition) y al primero de su cosecha entre los veteranos de los Estados Unidos: aquella consagración en abril pasado en Boca Raton. Evidentemente, volvió el talento de Cabrera desde el fairway y en el green, sumado a una energía recuperada para conseguir buenas distancias. Está sacando diferencias físicas en un circuito donde cada año que pasa es un punto en contra para el jugador debido a los achaques del cuerpo. A los 55 años, el crack nacido en Mendiolaza vive una segunda juventud. Y está decidido a seguir triunfando porque el golf es el medio por el que mejor se expresa.
Esta resurrección trae sus recompensas. Primero, las deportivas: este título le permite a Cabrera asegurar la participación en el PGA Championship 2026 de la gira regular, que se realizará en el Aronimink Golf Club, en Pensilvania. Una curiosidad: se trata del mismo torneo que obtuvo el inolvidable Roberto de Vicenzo en 1974. Vale recordar que Cabrera ya había logrado dos majors en su etapa en el PGA Tour, el US Open 2007 y Augusta 2009. además, se convirtió en una máquina de hacer dinero: con las tres victorias ganó un total de 1.260.000 dólares, un monto muy similar al que embolsó cuando se impuso en Augusta National. Este domingo, por caso, recibió un cheque de 540.000 dólares.
La última vuelta arrancó para el cordobés con un par de bogeys y un birdie, pero corrigió con un águila en el par 5 del hoyo 6; luego, tres birdies (8, 11 y 15) le permitieron encaminarse hacia una nueva consagración. Harrington le había arrebatado el primer puesto con una racha de siete birdies para quedar siete bajo el par en el 14, pero el irlandés se hundió con un doble bogey en el 15, y un putt que le quedó corto en el green del 18 significó otro bogey que le impidió forzar un desempate con el argentino. Bjørn intentó una arremetida con un águila en el par 5 del 16 que lo dejó a un impacto del primer puesto, pero no logró acortar la distancia en los últimos dos hoyos.
“Estoy muy feliz de haber ganado este gran torneo, este major. Venía mirando después de mi birdie en el hoyo 11 y observé que Padraig [Harrington] había hecho doble bogey; dije que era mi oportunidad y que debía aprovecharla”, comentó Cabrera, a quien le recordaron que nunca nadie había ganado dos certámenes grandes en tan poco margen de tiempo. “Me siento orgulloso de haber conquistado majors en una semana, algo que no consiguió ninguno de los grandes. Me resulta algo emocionante, aunque no se note. Es difícil contarlo después de lo que pasé, me parece increíble”, resaltó.
Claro que en esta senda de regreso a los primeros planos sintió que sobrevolaron algunos fantasmas: “Le tenía miedo al fracaso deportivo, Había pasado mucho tiempo sin tocar un palo de golf, pensé que iba a ser mucho difícil. Pero me adapté rápido y trabajé duro para que llegara este momento”, contó el Pato, que tuvo en Angelito al encargado de llevarle los palos, como ocurrió ya en varias oportunidades en grandes citas: “En la cancha, mi hijo hace el trabajo de caddie; después, cuando terminamos, la relación vuelve a ser de padre e hijo”, explicó. Y dejó margen para su propia sorpresa: “Yo sabía que podía ganar torneos grandes, pero no tan rápido”.
Ya no hay distracciones, su mente no se dispara a cualquier lado, karma que vivía cuando su vida personal transitaba por rincones oscuros. “Lo único que pienso es en lo que tengo que hacer hoyo por hoyo. No pienso en nada más”, asegura. Todavía, el Pato es mirado de reojo por mucha gente, pero a cada paso intenta demostrar un instinto superador. Y un claro deseo de reinserción en la sociedad.