Se jugaba el último instante de un partido que River perdía de local contra Gimnasia y Esgrima La Plata 1 a 0, en lo que era su cuarta derrota consecutiva en casa. El Monumental hervía de furia y sus hinchas cantaban, por primera vez en la era Gallardo el contundente “que se vayan todos, que no quede, ni uno solo”.
El Lobo aguantaba como podía una victoria épica y unos tres puntos vitales para casi confirmar su permanencia en Primera. Y entonces llegó un córner más: la última bola de la noche. El centro con rosca de Marcos Acuña fue teledirigido al punto penal, a la espera de que alguna cabeza o algún desvío o algún pie millonario termine con la pelota en el fondo de la red y aplaque, al menos un poco, la furia de los fanáticos.
Pero antes de que la pelota pique Nazareno Arasa hizo sonar su silbato. Con su mano derecha señaló el punto penal y cobró infracción de Gastón Suso a Lucas Martínez Quarta, que cayó fulminado al césped.
Y entonces se desató un escándalo. Los futbolistas de Gimnasia se tomaban la cabeza tratando de entender qué es lo que había visto el juez, que buscaba la manera de sacárselos de encima. En el banco visitante, donde ya se habían quejado por considerar muy exagerados los 9 minutos de tiempo adicionado que había dado el árbitro, también explotaron de bronca y frustración.
La jugada pareció una más de las tantas que ocurren en cada córner del fútbol argentino: dos futbolistas rivales que luchan por ganar la posición, que rozan sus cuerpos, que se entrecruzan los brazos, que no le quitan la mirada a la pelota. De hecho, en la cámara lenta de la acción se ve que lo mismo estaba ocurriendo un metro más cerca del arco del Lobo entre Maxi Salas y Pedro Silva. Sin embargo, Arasa se mantuvo inflexible.
Del lado de River, mientras Gallardo (muy decepcionado por la actuación de su equipo) no movía un músculo, Miguel Borja tomó la pelota y la acomodó en el punto blanco que está a 12 pasos de la línea de gol.
Arasa caminaba de un lado a otro, como un león enjaulado. Dando explicaciones una y otra vez, mientras seguía dialogando con sus colegas del VAR.
A los 57 Borja tomó carrera y todos los jugadores salieron del área. El remate era inminente, pero el propio árbitro se puso delante de la pelota y dio un mensaje claro: “Pará”. Treinta segundos más tarde dibujó en el aire un monitor y corrió hasta el mediocampo para revisar la acción en la pantalla. “Dejate de joder”, le dijo Franco Armani al pasar.
En la cámara lenta se vio una imagen frontal de los dos jugadores. Allí se observó el brazo derecho de Suso cruzado por delante de Martínez Quarta, pero también que el defensor de River le tomó con las dos manos el brazo al jugador del Lobo y jaló hacia abajo.
De todas maneras, Arasa no dudó: “Luego de la revisión en campo observo sujeción del jugador numero 6 con su brazo derecho sobre el delantero (sic). Sostengo decisión: tiro penal sin tarjeta”. Borja volvió a tomar la pelota y se la puso debajo de su brazo izquierdo. Luego la acomodó una vez más mientras Suso volvía a criticarle la decisión al árbitro.
Un minuto y medio más tarde, el colombiano volvió a tomar carrera. Y a los 60 minutos y 47 segundos, Arasa dio la orden. Recto a la pelota, Borja dio dos pasos, hizo una pausa, dio un paso más, abrió su botín derecho, impactó la pelota y la direccionó hacia la izquierda de Nelson Insfrán. Pero hacia ese palo voló el arquero del Lobo con toda su alma, para despejar la pelota bien lejos y sacarse de encima la sensación de injusticia que sintió todo el pueblo tripero por la sanción.
Los hechos posteriores variaron de acuerdo a los protagonistas. Mientras Arasa marcaba el final del partido, Marcelo Gallardo se daba media vuelta y se iba al vestuario sin esperar a sus dirigidos. Borja, en tanto, caminó unos pasos y procedió a quitarse las canilleras.
Y mientras los jugadores de Gimnasia corrían a abrazar a Insfrán y su cuerpo técnico se abrazaba entre sí, no pudiendo creer la hazaña y el desenlace de película, los futbolistas de River masticaban bronca y frustración una vez más ante su gente, que los despidió con una estruendosa silbatina. “Ohhhh, que se vayan todos, que no quede, ni uno solo”, se volvió a escuchar. Una barrera humana de personal de Seguridad se paró delante del balcón de la platea San Martín que da a las escalinatas del túnel, en donde los hinchas más enardecidos insultaban a sus jugadores.
Desordenado y por momentos desesperado, River había tenido varias oportunidades para empatar un partido en el que Gimnasia se había puesto en ventaja con un penal anotado por Marcelo “Chelo” Torres, surgido de las inferiores de Boca.
A los 34 minutos del segundo tiempo, Maximiliano Meza conectó un centro desde la derecha, pero su cabezazo salió apenas desviado. Poco después, Lautaro Rivero casi marca con una volea desde la medialuna, que fue bloqueada en el último instante por la defensa visitante. En el tramo final, Nacho Fernández ingresó por Juan Portillo y tuvo una chance clara, aunque su disparo terminó muy lejos del arco tras una jugada confusa dentro del área.
Pese a los intentos, el Millonario nunca encontró precisión ni claridad en los últimos metros. El más peligroso fue Marcos Acuña: el lateral campeón del mundo fue de los pocos que mostró rebeldía, generando peligro con sus proyecciones y centros desde la izquierda.
Con este resultado, River sigue en zona de repechaje para la Copa Libertadores, a cuatro puntos de Boca, su próximo rival (el domingo a las 16.30, en la Bombonera), pero con apenas uno más que Argentinos y Riestra, y tres más que San Lorenzo.


