El cuerpo cambia con los años, se endurece, se acostumbra al roce, pero lo que no pierde es la memoria. El de Valentín Barco aún recuerda su pasado de enganche, aquel que lo llevó a probarse en las divisiones infantiles de Boca, le permitió desarrollar una técnica envidiable y hoy lo hace en un jugador polivalente, que empieza a ganarse un lugar en la selección argentina con miras a la Copa del Mundo. Citado para el partido amistoso de este viernes frente a Angola, el Colo atraviesa su mejor momento desde su irrupción en el fútbol, con una madurez poco común para su edad.
En el Racing de Estrasburgo, su tercer club en Europa en apenas dos años, encontró lo que le había faltado: continuidad, confianza y un lugar donde puede volver a sentirse importante, después de pasos frustrados por la Premier League y la liga española que lo obligaron a empezar de nuevo. En Francia volvió a sentirse futbolista; allí ya fue stopper, defensor lateral, mediocampista interno por ambas bandas y volante por la izquierda. “Con tal de ir al Mundial, juego donde diga Scaloni”, dijo Barco, que intenta asentarse como alternativa a Nicolás Tagliafico y cumplir el sueño de estar en Norteamérica.
El desafío de la selección no lo asusta: Barco aprendió de chico a pelearla desde abajo. Oriundo de 25 de Mayo, de chico hacía sacrificios que hoy suenan imposibles. Su familia recorría 450 kilómetros entre la ida y la vuelta, cuatro veces por semana, para llevarlo a entrenarse a La Candela, a bordo de un viejo Renault 12. Con el sandwich que le daban en el club comían él y su mamá, Patricia, y su papá, Walter. En la octava división, Diego Martínez, que años más tarde dirigiría la primera, lo convirtió en marcador de punta. Barco era el 10 del equipo, pero durante un partido se lesionó el defensor lateral titular y él debió ocupar su lugar. Desde entonces, no se movió más: hizo todas las inferiores en ese puesto y fue citado a las selecciones sub 13 y sub 15. Ya más grande, alternó en el mediocampo y, con Jorge Almirón como director técnico, llegó a jugar casi como extremo izquierdo, siendo protagonista importante de la campaña que llevó a Boca a la final de la Copa Libertadores en 2023.
Tras aquella fenomenal explosión en la primera, en la que con solo 19 años se convirtió en uno de los jugadores más influyentes del equipo, junto a Sergio Romero, se dio su controversial salida a Brighton, de Inglaterra. Fue el desenlace de una serie de idas y vueltas por la renovación de su contrato que terminaron con el futbolista ejecutando su cláusula de rescisión, de diez millones de euros, una cifra alta para el fútbol argentino pero baja en relación con su presente de entonces y, sobre todo, con su proyección.
Barco venía de ser distinguido como MVP del torneo Sub 20 de L’Alcudia de 2022 y de atravesar meses complicados en Boca, en el que no había podido afrontar el Sudamericano de 2023 con Javier Mascherano como entrenador por estar en conflicto con el club y sin minutos de acción. Sí jugó el Mundial Sub 20 que se organizó en Argentina ese mismo año y también fue parte del Preolímpico de Venezuela, en el que Argentina fue subcampeona, detrás de Paraguay.
En Europa las cosas no salieron como Valentín esperaba. En Brighton protagonizó apenas siete partidos –cuatro como titular–, sin goles ni asistencias. Esa falta de continuidad le quitó terreno en la selección: si bien en marzo de 2024 tuvo su primera convocatoria a la mayor y en la gira por Estados Unidos que constó de amistosos con El Salvador y Costa Rica sumó sus primeros minutos, más tarde quedó al margen de los Juegos Olímpicos de París y de la Copa América de Estados Unidos, para la que integró la prelista junto a Leonardo Balerdi y Ángel Correa.
A mitad de año fue cedido a Sevilla, que trataba de reemplazar a Marcos Acuña, recién incorporado a River. Sin embargo, en España tampoco logró afianzarse: estuvo en apenas nueve encuentros –cinco desde el inicio– y no participó en ningún gol. Aunque el préstamo estaba acordado hasta el final de la temporada, el club andaluz decidió interrumpirlo y devolver al argentino a Brighton al cierre del primer semestre. Fue entonces, a 18 meses del Mundial, cuando Barco entendió que era momento de comenzar nuevamente.
Escuchó ofertas de ligas menores y aceptó pasar al Racing de Estrasburgo, séptimo en la liga francesa. Y en Francia halló la continuidad que tanto pretendía. Suma 26 presencias, con un tanto y cuatro asistencias, y su equipo pelea por un lugar en la próxima Champions League. La particularidad es que jugó como zaguero, defensor lateral, volante y doble 5, volcado a la izquierda y a la derecha, e incluso más suelto, detrás de los delanteros.
Su nivel fue tan alto que, tras los primeros seis meses, el club ejecutó la opción de compra por diez millones de euros, y hoy Barco aparece en la mira de varios gigantes de Europa, entre ellos, Bayern. Su rendimiento lo llevó a ser nominado en varias ocasiones al premio al mejor jugador joven del mes, y la prensa francesa lo ha tratado de “le petit lutin argentin”, “el pequeño duende argentino”, por su contextura física, su carisma y esa magia especial para jugar.
“Puedo jugar como lateral o en el medio, para mí es igual siempre y cuando le haga bien al equipo. Scaloni y yo habíamos hablado de que jugara como lateral, pero ahora todavía no hablé. ¿La competencia en el puesto? Son los campeones del mundo: Acuña, Tagliafico y los del mediocampo. En todos los lugares es muy difícil dar esa pelea”, contó Barco en ESPN.
En la punta izquierda, Tagliafico es el único que tiene asegurado el pasaje para el Mundial. Séptimo futbolista en presencias en el ciclo (49), su presente en Olympique, de Lyon, y su vigencia lo confirman como el 3 titular en la Copa del Mundo. Detrás, en cambio, se abre una posibilidad. Si bien Acuña recuperó parte de su regularidad en River, pasó un tiempo sin ser convocado y tampoco forma parte de esta gira, ya que Scaloni decidió no citar a jugadores del fútbol argentino teniendo en cuenta el superclásico y la etapa decisiva del Clausura. Tampoco están Julio Soler, mundialista sub 20, ni Facundo Medina, que a comienzos de octubre sufrió un esguince de tobillo en Olympique, de Marsella, y seguirá fuera de las canchas al menos tres semanas.
Con ese panorama, y teniendo en cuenta que la selección tendrá muy pocas pruebas antes del Mundial –la Finalissima, contra España, y un amistoso con un rival por establecer, en marzo de 2026, más otra doble ventana en junio, contra México y Honduras–, esta gira puede ser una de las últimas oportunidades para Barco de ganarse un lugar en la lista, ya con la confianza y la madurez como para demostrarle a Scaloni y demostrarse que cada paso valió la pena.


