-Dígame la verdad: usted se aburría en su casa. Porque de otra manera no se entiende.
-¿Sabés que es cierto? En parte, la culpa de todo esto la tiene mi mujer. Ella me decía: “estás todo el día sentado en el sillón”. Hasta que un día vine a casa y le dije: “Se acabó el sillón. Voy a ser presidente de Chicago”.
En diciembre de 2023 y con 86 años, Juan Ángel Tito Guerra asumió un nuevo mandato al frente de la institución de Mataderos (había ejercido el cargo entre 2000 y 2005) y, posiblemente, se haya convertido en el dirigente más veterano del fútbol argentino. No resulta sencillo rastrear por toda la geografía del país los miles de clubes afiliados a ligas provinciales y regionales para certificar el dato. “Pero creo que en la actualidad no hay un presidente que en diciembre vaya a cumplir los 87″, aventura el propio interesado.
-¿Dónde se encuentra a esa edad la motivación para volver a meterse en la selva del fútbol de ascenso de la Argentina?
-Chicago venía muy mal en todos los aspectos, en lo deportivo, en lo estructural. Desde 2005, y durante 20 años con los compañeros que estuvieron conmigo en mi primera gestión, nos reuníamos a comer todos los sábados en una parrilla del barrio, y el tema siempre fue la situación del club. Hasta que un día a alguien se le ocurrió que nos presentáramos otra vez. Encima muchas veces coincidíamos con un grupo de chicos que se juntaban en otra mesa que se acercaban y también me empujaban.
-¿Sólo eso fue suficiente?
-Mirá, yo soy un hombre de Mataderos y todo lo de Mataderos me atañe, participé desde muy joven en diferentes actividades y asociaciones del barrio, en Glorias Argentinas, en la Biblioteca Rodó… Y Chicago es Mataderos, es el fútbol, son los hinchas que se han expandido por una zona cada vez más amplia del conurbano. Pero además me sentía con fuerzas, sentía que la edad no era un impedimento para poder ayudar a los más jóvenes a cambiar el destino de la institución.
Dos de ellos, Pablo Olmos, vicepresidente primero, y Mariano Battafarano, secretario general, comparten la charla con LA NACION. “Ellos son los pilares de esta comisión directiva, un maravilloso grupo de gente que le están cambiando la cara al club”, señala Guerra.
En los últimos años, Nueva Chicago anduvo a los tumbos. La economía trastabillando por la muy fina cornisa de la quiebra y los conflictos permanentes con las distintas facciones de la barra brava enmarcaban un deterioro que se reflejaba en las canchas. La anulación de los descensos en 2020 y 2021 impidió que el Torito perdiera su lugar en la Primera Nacional luego de dos campañas desastrosas; en 2022 se salvó de caer a la B Metropolitana en la penúltima fecha, y recién el año pasado tuvo un tránsito más relajado, quedando a un paso de entrar en el Reducido por el segundo ascenso a Primera.
Ahora, en cambio, mira la vida con otros ojos. Un césped impecable brilla bajo el sol de la tarde en el viejo estadio República de Mataderos; las tribunas lucen perfectamente pintadas con el verde y negro del club; una cancha de básquet y otra de vóleibol sirven para que chicas adolescentes practiquen deporte bajo la tribuna principal. Pero sobre todo, el equipo que dirige Andrés Montenegro pelea codo a codo la punta de la muy pareja zona B del segundo torneo más importante de la AFA. Tras ganarle a Aldosivi (2-1), el Toro es líder con 54 puntos, por delante de San Telmo (53), Gimnasia de Mendoza (52) y el Tiburón marplatense (50), a falta de siete fechas.
-¿Cómo hace hoy un club de barrio para sostener una actividad tan cara como el fútbol y competir de igual a igual?
-Tenemos muy buenos sponsors, que prácticamente nos ayudan a cubrir todo el costo que genera el fútbol y están los aportes de los socios. Nuestro mayor problema no son los gastos operativos (hoy podemos decir que los empleados y los jugadores cobran al día), sino el arrastre del pasivo. Te doy ejemplos. Este año saldamos con Agremiados una deuda de 516 millones de pesos; hay un grupo de entrenadores de fútbol amateur que fueron despedidos en 2014, a los que una sentencia nos obliga a pagarles 160 millones de pesos; acabamos de hacer un acuerdo con la policía por deudas atrasadas por 110 millones. Y hay varios juicios más a la espera de sentencia. Cuando van surgiendo estos problemas que nos desvirtúan el presupuesto, apelamos a la solidaridad de los socios, los amigos y los colaboradores, ponemos el pecho y vamos saliendo. Nosotros no tenemos un intendente o una provincia que nos banque, pero Chicago tiene algo que muchos otros clubes no tienen: pasión.
-¿En ese sentido no sienten que en la Primera Nacional existe algo así como una competencia desleal?
-En cierto modo sí, es así. A nosotros, por la cantidad de gente que movilizamos, nos consideran equipo de Primera para montar el operativo policial, y eso nos cuesta más de 30 millones de pesos por mes. Hay municipios en el Gran Buenos Aires que toman los partidos como eventos deportivos masivos y se hacen cargo de ese gasto; en CABA, donde hay una veintena de equipos, eso no pasa. Y ni hablar si comparamos con los clubes del interior. Para los equipos del AMBA pelear un torneo tiene el doble de mérito.
-¿Pensaban en una campaña como la que está haciendo Chicago?
– Nosotros, junto a Alejandro Nanía, el director deportivo, formamos un equipo para estar arriba. Ver los resultados es una satisfacción enorme, quiere decir que no elegimos tan mal.
-¿Pero cree que es suficiente para ascender?
-Jugamos para eso. Veo al equipo enchufado, con ganas, y el barrio está conmocionado con la posibilidad de subir. El día que le ganamos a Almirante Brown en Isidro Casanova hubo hinchas en las calles saludando el paso del micro cuando volvía para el club, y muchos más esperándolo en la cancha. Desde la dirigencia estamos haciendo todo para que se dé, porque te aseguro que ascender no tiene precio. Ahora tiene que entrar la pelotita…
-¿Le preocupan las sospechas que han rodeado las definiciones en los últimos campeonatos del ascenso?
-Yo no creo en brujas. Esto no es ajedrez, sino fútbol, con todos sus imponderables. Nosotros ascendimos en 2001 sin pensar que podíamos ascender. En el encuentro decisivo, en la cancha de Instituto, el Sargento [Daniel] Giménez nos cobró dos penales en contra y nos echó al arquero, pero el arquero suplente en el último minuto vio que el Topo [Oscar] Gómez estaba solo, le tiró la pelota y ganamos 3 a 2. A veces sale bien.
-Después de aquel partido de la Promoción 2007 en el que murió un hincha de Tigre y el durísimo castigo que recibió Chicago quedó cierta sensación de que el club es mirado como “maldito” desde la calle Viamonte, sobre todo por el accionar de su barra brava.
-No creo que sea así. Hoy no tenemos problemas con la barra, se les ha hecho carne que cualquier problema que puedan ocasionar perjudica a Chicago, y hasta ahora marcha todo bien, tranquilo. Nosotros estamos castigados por las circunstancias, y en eso la AFA no tiene nada que ver.
-Ya que menciona a la AFA, ¿dónde se para en la discusión sobre las sociedades anónimas?
-Hace unos días nos reunimos un montón de clubes, de fútbol y de barrio, de la Comuna 9 de CABA para manifestar nuestra oposición a la llegada de las SAD. Nadie está en contra del ingreso de capitales que puedan traer un beneficio a las instituciones. Pero eso no puede confundirse con una sociedad anónima en la que los socios no tendrían participación y con una gestión que podría poner cuotas impagables para la gente del barrio. Lograr que con este Gobierno un club como el nuestro funcione bien, mejore y tenga planes para seguir creciendo es un milagro. ¿Sabés cómo se consigue? Porque Chicago es pasión, y la pasión no se puede gerenciar.