Simone Biles está en Buenos Aires y los amantes del deporte lo saben. En rigor, la gimnasta más premiada de la historia acapara la mirada en su paseo por la ciudad incluso para aquellos que se sorprenden con el paso firme y hermético de la pequeña gigante, que este jueves conoció el Obelisco. Desde fuera, lo había visto al pasar por allí cuando llegar hace dos días, rumbo hacia donde está hospedada. Ahora, se subió a la cima y se tomó unas fotos con su teléfono desde una de las ventanas, a 67,5 metros de altura.
Fue un vista diferente en su recorrido por la metrópoli antes de que la estadounidense fuera guiada hacia el Estadio de Parque Roca, Villa Soldati, donde después dio una charla motivacional y una clínica para jóvenes talentos de su disciplina, en el marco del nombramiento de Buenos Aires como Capital Mundial del Deporte 2027. Según la organización concurrieron más de 10.000 personas, pero dio la impresión de que no hubo más de 5000, en medio de una algarabía pocas veces vista.
En su agenda cargada de compromisos durante tres días, la atleta de 28 años causa impacto por ser una de los visitantes deportistas más destacados de la historia, comparable con Usain Bolt, otra leyenda olímpica, que pasó por la capital argentina en diciembre de 2013.
En compañía de su equipo de trabajo, tras ser recibida por parte de la organización, lleva adelante sus movimientos con mucho hermetismo. En este segundo día de actividad, a bordo de uno de los buses turísticos en los que cualquiera puede a diario recorrer la ciudad, llegó al Obelisco y un grupo de estudiantes se sorprendió con su presencia. Al verla bajar, los chicos enseguida la reconocieron y se dio un momento de alboroto por el entusiasmo. Simone llegó hasta el mirador del monumento icónico, en el cruce de las avenidas 9 de Julio y Corrientes, que desde hace pocos días está abierto para ser visitado por cualquier persona.
Tras ello, a la espera del momento de ir a dar la clínica, siguió junto a sus colaboradores el paseo, que tiene como punto final el estadio de Villa Soldati, ya ambientado para su llegada. Tras pasar por zonas pintorescas y emblemáticas, entre ellas, la que abarca la Plaza de Mayo, la Casa Rosada y el Cabildo, por momentos era difícil seguirle el rastro.
Antes, cuando Biles salió del lugar donde está alojada, una chica le entregó una pulsera con los colores de la bandera argentina. Ella la vio detrás de una valla y se acercó cuando la pequeña le mostraba un cartel en inglés en el que le decía que era gimnasta y le expresaba su idolatría. Siempre sonriente, atenta, Simone se prestó amable para la foto con la embelesada fanática.
Luego tuvo lugar el momento central de la jornada. Biles llegó al estadio de Parque Roca en medio de un griterío intenso que había empezado antes, cuando los miles de aficionados, en su mayoría gimnastas, en su mayoría pequeñas, mostraban con la voz desgarrada la ansiedad. “¡Simone! ¡Simone! ¡Simone!”, sonaba fuerte, como en una cancha de fútbol. Pero en el lugar, en vez de pasto había una pedana, un potro, una viga y barras asimétricas. Durante varios minutos atletas del equipo argentino hicieron exhibiciones como para calmar los nervios, para entretener al público.
Biles por fin apareció en el escenario montado especialmente para la ocasión, apenas pasadas las 18. Fue el jefe de gobierno porteño, Jorge Macri, quien la recibió, y le hizo varios regalos: una camiseta de la selección argentina de fútbol con su nombre, una camiseta de la Confederación Argentina de Gimnasia y la llave simbólica, y enmarcada, del Parque Olímpico. Luego dijo: “Con esta visita se generó algo que nos superó a todos. Quiero agradecerle por su ejemplo. Muchas veces el camino al éxito está lleno de dolor y contratiempos. Gracias, de vuelta, Simone, por mostrarnos este camino”.
Entonces la tarde quedó en manos de la gimnasta estadounidense y de su entrenador, Laurent Landi. Juntos encabezaron la clínica, organizada por la Secretaría de Deportes de la Ciudad, a cargo de Fabián “Chino” Turnes, y por la Federación Metropolitana y la Confederación Argentina de Gimnasia. Fueron más de treinta las atletas de entre 6 y 12 años que fueron instruidas tanto por Simone como por Laurent en los cuatro aparatos. Ella se acercó a cada espacio, las miró de cerca, las alentó y las corrigió y las aconsejó cada vez que lo vio necesario. “Lo hiciste muy bien”, “es importante estirar los empeines”, “genial, con más fuerza”, fueron algunas de sus frases. Resultó una suerte de ventana futuro posible: la Simone entrenadora.

Al finalizar, las mismas niñas que le habían mostrado sus habilidades le hicieron preguntas, para aprender de ella, para encarar el futuro posible, y un gran último pedido, gritado con fuerza desde todas las gradas: “¡Una más, y no j… más!“. El canto fue para rogarle a la gimnasta más importante de todos los tiempos que todavía no se fuera, que se quedara un rato más, que siguiera hasta… los próximos Juegos Olímpicos.
Se trató del momento más emocional e intenso de este par de jornadas. El miércoles había estado en La Boca, entre otros lugares. Lo hizo antes de que el jefe de gobierno le otorgara la distinción de Huésped de Honor de la Ciudad, en un auditorio colmado con 300 personas en el que recreó sus inicios en la gimnasia, sus logros y también, su fortaleza para salir adelante en momentos difíciles, en los que tuvo que ocuparse de su salud mental para superar obstáculos.
El futbolista de Boca Edinson Cavani fue uno de los presentes. El uruguayo le regaló una camiseta y se sacó unas fotos junto a la gimnasta, muy sonrientes ambos.