De integrar la nómina de automovilismo en la noche de las recompensas a personalidad destacada de la fiesta de los Premios Olimpia. Exactamente un año transcurrió de cómo se reconvirtió la figura de Franco Colapinto, que en el mismo escenario pasó de ser parte de un cuarteto, junto al ganador Mariano Werner y los pilotos Nicolás Varrone y Leonel Pernía, a recibir el máximo galardón representado en la estatuilla de Oro, condecoración compartida con Emiliano Dibu Martínez. El auditorio de la Usina del Arte, en el barrio de La Boca, con una capacidad para 1200 asistentes, el espacio que abrigó la transformación del pilarense, de 21 años, que irrumpió a mitad de temporada en la Fórmula 1, provocó una revolución en la categoría y renovó la pasión del público argentino por el Gran Circo. Sin definiciones sobre su futuro en 2025 y mientras pretende descubrir una butaca en el selecto grupo que ocupa los 20 asientos disponibles de la grilla, el bonaerense recibió el cariño, por momentos desbordante, de la gente. “Trabajamos muy duro con todo mi equipo para llegar a vivir lo que vivimos. Estamos orgullosos del año que tuvimos. Hacía mucho que no había un argentino en la F.1 y haberle traído este deporte de vuelta al país fue algo positivo. Estoy feliz del momento que estamos viviendo. Ojalá que sigan disfrutando de este deporte, esté o no en el futuro”, apuntó desde el estrado el único deportista que, tras recibir la pequeña escultura que representa al ganador de cada disciplina, Olimpia de Plata, fue invitado a expresarse durante la transmisión de televisión.
Fue el último ternado en ingresar al recinto. Una logística particular acompañó a Colapinto que, durante la estadía en el país, que se extenderá hasta los primeros días del próximo año, recarga baterías y se energiza con el deseo de repetir la mágica experiencia que resultaron las nueve fechas en la F.1 en 2024. Pasa los días en una casa alquilada en Tortugas Country Club, en la zona norte del conurbano bonaerense, donde desanda las jornadas practicando otros deportes, como golf y paddle. La actividad se complementa con algunas horas de disfrute en la pileta. “Mirá como tengo la nariz, toda colorada. Me pasé con el sol”, comentó a Franco Girolami, que junto a Julián Santero fueron los representantes del automovilismo que integraron la terna. La organización para que ingrese en último orden, casi con la ceremonia iniciada, tuvo como finalidad no generar un caos, el que se vivió en dosis pequeñas cada vez que la transmisión de la TV Pública ofrecía una pausa publicitaria: deportistas, periodistas e invitados, todos querían acceder hasta el centro de la tercera fila de la nave central, donde el joven talento se sentó en la butaca con el N° 1. Detrás suyo, pero en la esquina, junto al pasillo derecho, estaba Alberto Beto Martínez, el padre de Dibu, junto al representante del arquero, Gustavo Goñi. “Pobre pibe, no puede estar dos minutos tranquilo”, la mirada del padre del guardavalla de la selección.
Entre quienes lograron cruzar los límites, después del primer desborde dos integrantes de la seguridad privada contratada por la organización se apostaron en los extremos de la fila para desalentar a quienes pretendían una foto o un video con Colapinto, estuvo el pequeño Isaías, de 7 años. Llegó con una libreta con Lionel Messi en la tapa y después de lograr el autógrafo del piloto escuchó de la boca del bonaerense una invitación: “Preguntale a tu mamá si te deja que te firme la remera”. A los tres minutos, con un grueso marcador, de color negro, el chico estaba de regreso y se llevó la firma estampada, con dedicatoria. El acto natural, la simpatía que lo caracteriza -la misma desfachatez que se observa en las ruedas de prensa en la F.1-, el magnetismo que irradia, generaron un aluvión de pedidos, a los que intentó cumplir siempre pidiendo un cierto orden y calma. Antes de entrar al auditorio, también se detuvo a charlar y a firmar autógrafos a los chicos que esperaban su llegada.
En los pequeños descansos, mientras otras disciplinas eran premiadas, Colapinto tuvo tiempo para degustar unas piezas de sushi y de dialogar con LA NACION. “Es un placer ver a tantos argentinos orgullosos y disfrutando tanto como yo del momento que viví. En los circuitos, tanto como en la calle, siento que son parte de todo lo que estoy viviendo”, dijo, acerca del afecto que la gente le regala. No fue una casualidad el estallido que generó en Monza, en la carrera del estreno a tiempo completo -su primer contacto en el año con el FW46 fue en la primera práctica en el Gran Premio de Gran Bretaña, en Silverstone- y tampoco la invasión de hinchas en Interlagos, donde la lluvia no diluyó la pasión en el autódromo de San Pablo.
–¿Cuál es el tu escenario, después de los movimientos de pilotos en los últimos días, con la salida de Sergio Checo Pérez y el ingreso de Liam Lawson a Red Bull Racing?
-Creo que voy a ser piloto reserva de Williams en 2025. Con Red Bull Racing hubo conversaciones después de mis primeras carreras, pero ellos tienen una academia muy fuerte de pilotos, necesitan mostrar que funciona, que tienen candidatos para subir a cualquiera de los cuatro autos [Racing Bulls, el equipo subsidiario, confirmó este viernes que Isack Hadjar reemplazará a Lawson], y cuando se fija un precio por un piloto, como lo hizo Williams conmigo, las negociaciones empiezan a entrar en otro camino. Hay que esperar y siempre estar preparado, porque yo no tenía butaca para 2025 y terminé corriendo en 2024 en la F.1. Hay mucha dinámica, hay situaciones que se presentan y que hacen que las cosas sucedan, como fueron mis nueve carreras de este año.
–¿El interés de Alpine podría ser la llave para seguir en la grilla?
–En Alpine tienen a los pilotos [Pierre Gasly y Jack Doohan, debutó en el último gran premio, en Abu Dhabi] con contrato. Por eso digo que mi situación es la de piloto reserva en Williams… Quizás pueda abrirse un lugar en la mitad de la temporada, como este año. Hay que trabajar, siempre hay que trabajar: no hay vacaciones. Ahora tengo relación con Williams: ellos me dieron la posibilidad de mostrarme y confiaron en mí para hacer la parte final del campeonato. El futuro siempre es incierto.
–¿Cuál es tu evaluación de la participación en la F.1?
–Desde que empezás en esto esperás o soñás con una oportunidad así. Fue una experiencia extremadamente buena y con momentos muy lindos con el equipo: siempre voy a estar agradecido a Williams. Desde que empecé en Monza tuve que aprender mucho y seguir avanzando. Mirando el panorama en general, creo que hice un buen trabajo e intenté maximizar la oportunidad que me dio Williams. Las cinco primeras rondas fueron muy buenas. Brasil fue una experiencia dura: neumáticos intermedios por primera vez, la primera vez con un auto de F.1 con lluvia… Como novato tenía que pasar por esas experiencias. No fue el final de temporada que quería. Me hubiera gustado mucho más si hubiéramos terminado como empezamos, pero así es la F.1.
–¿Te arrepentís de alguna situación o de alguna decisión?
–Siendo duro conmigo mismo, creo que fue un error ir por todo en la última vuelta intentando meter el auto en la Q3 en Las Vegas. Ahí es donde miro hacia atrás y solo pienso que algunos errores se podrían haber evitado. Si miro el panorama general y la experiencia, todo lo que viví fue mi sueño hecho realidad.
“Este es un crack. Ganó todo”, apunta durante la charla, cuando en la pantalla gigante aparece la figura de Agustín Tapia, quien se llevó el premio en pádel. “Bravo, vamos Boca”, le dedica a Manuel Andújar, vencedor en motociclismo y fanático xeneize al igual que él. El lobense en 2024 se impuso por segunda vez en el Rally Dakar y desde el escenario saludó a Colapinto. Un momento emotivo resultó el recuerdo de las glorias del deporte y del periodismo que murieron en el transcurso del año, denominado En Nuestra Memoria, y la primera imagen provocó que Franco prácticamente se pusiera de pie para aplaudir: una secuencia de fotos y pequeños cortes de entrevistas televisivas de Juan María Traverso generó una ovación. El pilarense no dudó en grabar con su celular -no dejó de recibir mensajes durante toda la ceremonia- y atesorar esos instantes de un piloto que resultó multicampeón y tuvo el reconocimiento de los fanáticos del automovilismo argentino, sin distinción de marcas ni modelos.
La desfachatez que caracteriza a Colapinto se multiplicó en escenas. Desde la selfie que le pidió Hugo Porta -recibió el Olimpia de Brillantes, reservado a las leyendas del deporte nacional; en las dos ediciones anteriores los galardonados fueron Gabriela Sabatini y Santos Laciar-, junto a su nieta Ema, a la broma que le jugó a la conductora Alejandra Martínez, al hacerla preguntar en inglés sobre su futuro a Jamie Campbell-Walter, que está en Inglaterra, como si el manager estuviera presente en la sala. En el detrás de escena, todos los deportistas pidieron fotos con Colapinto; Milagros Pereyra -vencedora en bochas- al tenerlo al lado lo filmó durante el pasaje en el que todos los ganadores subieron al escenario a la espera de conocerse quién ganaría el Olimpia de Oro.
“Yo vine el año pasado y no gané, pero da fuerzas”, dice Colapinto, el tercer piloto en recibir la máxima distinción del Circulo de Periodistas Deportivos, una saga que inició Juan Manuel Fangio en 1954 -la primera vez que se otorgó el premio- y continuó Agustín Canapino en 2018. El Chueco, quíntuple campeón de F.1, lo logró después de coronarse por segunda vez en el Gran Circo y en una temporada que tuvo nueve grandes premios, la misma cantidad de fechas que Colapinto desanduvo en 2024 con el auto que pintó el N°43, que casualmente fueron las disciplinas premiadas. El premio mayor de la noche estuvo en sus manos, las que esperan con ilusión el desenlace del mercado de pases para el próximo año. “A Papá Noel le pediría seguir”, lanzó con una sonrisa.