Donald Trump aterrizó en Bethpage Black justo para el inicio de los fourballs de la tarde. Se saludó efusivamente con su amigo Bryson DeChambeau y lo acompañó a ejecutar el tiro de salida por el tee del hoyo 1. La pareja de juego del californiano, Lanto Griffin, festejó imitando el paso de baile característico del presidente de Estados Unidos. Los casi 50.000 espectadores que abarrotaron la famosa cancha pública situada a 60 kilómetros de la ciudad de Nueva York brindaron el momento de mayor euforia del día. Cuando el nacionalismo se apodera de la Ryder Cup, el golf se convierte en un deporte totalmente distinto. A la hora de jugar, no obstante, ni la presencia del primer presidente que asistió a la casi centenaria competencia ni el aliento de los locales sirvió para impulsar a los jugadores americanos.
De a poco, la efervescencia fue bajando y cuando las 12 horas de golf llegaron a su fin la perplejidad les ganaba a las ovaciones. Pese al favoritismo que ostentan en los números y la superioridad que evidencian los locales fin de semana tras fin de semana en el circuito regular, Europa impuso condiciones, ratificando aquello de que la Ryder no es sólo golf.
El equipo europeo finalizó la primera jornada con una abultada ventaja de 5,5 a 2,5, después de los primeros ocho enfrentamientos. Es la primera vez desde 2004 que está al frente en territorio norteamericano tras el día inicial de acción. Europa procura el primer triunfo para un visitante desde 2012, cuando se impuso en Medina Country Club.
El carisma de Jon Rahm, la frialdad bajo presión de Rory McIlroy y el momento de inspiración que atraviesa Tommy Fleetwood fueron demasiado para una jornada apagada de los locales. Ni siquiera Scottie Scheffler, el mejor del mundo indiscutidamente, logró encenderse en algún momento. Una actuación decepcionante del campeón del Open y el PGA Championship de este año, ya que perdió sus dos enfrentamientos. Todavía queda mucho golf por jugar y los 12 matches individuales del domingo suelen definir la contienda.
Para cuando Trump llegó a Bethpage Black, Europa ya lideraba por 3-1 luego de una aplastante mañana en los foursomes. Sólo la dupla Xander Schauffele-Patrick Cantlay sacó la cara por el anfitrión. Hasta el propio Cantlay, jugador inexpresivo si los hay, insinuó algún puño al aire tras un gran putt, como para levantar a los espectadores. Fue el mejor de los americanos y por la tarde rescató medio punto ante la difícil pareja de irlandeses McIlroy-Shane Lowry. Rory se encendió en momentos clave del duelo más atrapante de la jornada, el último, pero falló un putt para ganar en el 18 que habría implicado casi una estocada al corazón de los estadounidenses. Que al menos se retiraron con esperanzas.
Rahm y Fleetwood ganaron sus dos partidos, mientras que McIlroy sumó un punto y medio, igual que Cantlay para el conjunto americano.
La extremas medidas de seguridad ante la inminencia de la llegada de Trump generaron demoras en el ingreso del público, y un buen número de espectadores se perdió el inicio, poco después de las 7 de la mañana neoyorquina. Cuando la cancha se llenó, el clima de Copa Ryder se sintió en las tribunas. No obstante, la actuación de los europeos fue apagando de a poco a los aficionados.
El 3-0 con que los visitantes comenzaron la jornada resultó un golpe duro de digerir, y ni siquiera la llegada de Trump alcanzó para contagiar. “Vamos a lograrlo. De una forma u otra, vamos a revertirlo”, dijo el presidente a modo de aliento a sus jugadores luego de llegar en el Air Force One. Ni los Bush, ni Eisenhower, ni Obama, ni Bill Clinton, algunos de los presidentes aficionados al golf, asistieron a un evento de Ryder Cup, trofeo que comenzó a ser disputado en 1927.
Este sábado habrá otros ocho partidos, con cuatro foursomes por la mañana y cuatro fourballs por la tarde. Estados Unidos necesita ponerse a tiro para llegar con chances a la locura del domingo. El capitán, Keegan Bradley, tiene algunas decisiones importantes por tomar.
Para ampliar la capacidad de las gradas, la organización retiró el famoso cartel de bienvenida a Bethpage Black: “CUIDADO. La cancha negra es un campo extremadamente difícil, que recomendamos únicamente para golfistas de alto nivel de destreza”. En el primer día de acción, sólo los europeos entraron en esa calificación.