San Lorenzo se subió a una montaña rusa hace 16 meses y aún no se bajó. El cisma dirigencial que tiene como divisoria de aguas a la figura del presidente Marcelo Moretti hizo que la semana pasada el máximo dirigente de AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, dispusiera una virtual intervención de la casa madre del fútbol en sus números, en su gestión. El dirigente nacional había pedido a los azulgranas un acuerdo de gobernabilidad para normalizar el club y les había dado una semana para eso antes de bajarles el martillo. El plazo corre. Mientras, la pregunta es cómo y por qué se torció el Ciclón.
“El kilómetro cero es el comprobante trucho por la compra de Matías Reali”, cuenta una fuente del club que conoce a la perfección la línea de tiempo de la debacle. La caída es perceptible en el Nuevo Gasómetro, donde los hinchas pasaron del aliento incondicional al “Moretti, hijo de p…, la p… que te parió”, y en los últimos meses se decantaron por el hit deportivo “vamos, vamos, los pibes” para incentivar al puñado de jóvenes que visten la camiseta azul y roja y están cerca de clasificarse para los octavos de final del torneo Clausura. Muchos de ellos cobran en cuentagotas. El entrenador, Damián Ayude, dijo en Rosario que desde hace tres meses no percibe su sueldo, aunque desde el club relativizaron esa afirmación.
Empezaba julio de 2024 y la comisión directiva llevaba apenas siete meses al mando del club. Aquel ticket apócrifo que confirmaba el envío de fondos del Ciclón a una cuenta de Independiente Rivadavia para adquirir el pase de Reali desató una crisis de credibilidad en torno al presidente Moretti. El mundo azulgrana ya sabía que éste había llegado al poder sin billetera propia y que su lista era una suerte de Alianza como la que propulsó a Fernando de la Rúa a la presidencia de la Nación en 1999. Un poco de acá, otro poco de allá, algún empresario dispuesto a aportar fondos. Y la nómina ganó la elección de 2023.
El recelo interno se trasladó a las reuniones de la Liga Profesional y a AFA. Hay dirigentes que nunca tomaron en serio a Moretti, por más que su mandato fuera legítimo. Lo desprestigiaban por lo bajo. Le auguraban un mal desempeño. Tapia, consciente de lo que implica San Lorenzo para el fútbol argentino, nunca lo criticó en público. E incluso cuando estalló el caso Reali medió con Daniel Vila, el máximo dirigente de Independiente Rivadavia, para que la cuestión se resolviera. Con el aval de Viamonte 1366, el Ciclón buscó fondeo externo y consiguió los billetes para que Reali desembarcara, entonces sin problemas burocrácticos, en el Nuevo Gasómetro.
Aquel escándalo, que dio de comer a programas deportivos y llegó a los diarios y páginas de internet, puso en el corazón de la tormenta a Moretti y su gente. Por más que los viejos sanlorencistas lo hubieran “visto venir” –de lo cual se jactan–, el gran público no lo conocía. Por unos días, y por culpa de aquel documento falso, San Lorenzo fue el hazmerreír del fútbol argentino. Y por más que hasta se encargó una auditoría externa para deslindar responsabilidades, nunca, hasta hoy, se supo qué había pasado con aquella transferencia fallida. Los hinchas del Ciclón presintieron ya que las respuestas escasearían.
Y también, los pares de Moretti en la comisión directiva, que comenzaron una timidísima desbandada. El 2024 terminó con un saldo rojísimo en las cuentas, de $700.000.000 de déficit mensual, y una búsqueda desesperada de auxilios externos para pagarles a los jugadores. Tapia, otra vez, fue el artífice de una tregua que sería momentánea. Para colmo, la Comisión Fiscalizadora, el órgano de control de gestión, rechazó los números del último ejercicio contable. Y lo hizo pocas horas después de las ventas de parte de los pases de Santiago Sosa y Agustín Hausch por US$1.700.000 brutos a Defensa y Justicia. Todo, para pagar sueldos atrasados del plantel profesional.
“Arrancaron con un déficit de 250.000 dólares en enero y lo llevaron a 800.000 en siete meses, con resultados deportivos que hablan por sí solos”, contó entonces a LA NACION Pablo García Lago, que fue secretario general de esta administración y renunció, enfrentado con Moretti. García Lago fue uno de los primeros en pegar el portazo. Esa diferencia casi se tradujo en un puñetazo al propio presidente de San Lorenzo hace unos días en el predio de AFA en Ezeiza. Los presentes en ese encuentro con Tapia aseguraron que hubo que separarlos…
“Gobernar implica tomar decisiones. Pagar el costo político de tomarlas. No se hizo: no se tomó una sola decisión. Se cargaron a tres ídolos, a 90.000 socios: ¡se cargaron a un club entero!“, protestó entonces García Lago. Moretti no llevaba ni un año al frente del club. “El balance del oficialismo refleja lo mala que es su gestión. Se incrementaron el pasivo, las deudas y el gasto en fútbol profesional, con pésimos resultados deportivos”, manifestó Ariel Deán, uno de los fiscalizadores. En resumen, San Lorenzo terminó 2024 mucho peor que como lo empezó. Y nadie sabía lo que esperaba en 2025.
Con el fantasma de una eventual licencia revoloteando sobre él, más las divisiones en la comisión directiva –Néstor Ortigoza había sido eyectado de su cargo en el fútbol profesional, pero mantenía el de vocal–, Moretti continuó al frente del club con la esperanza de reordenarlo. Pero las reuniones de la comisión directiva y los partidos en el Nuevo Gasómetro ya mostraban palpables diferencias en el manejo del fútbol y en el día a día del club. Aquel escándalo inicial por el pase de Reali nunca terminó de ser saldado.
Una cámara oculta le puso en abril el turbo a la crisis institucional de San Lorenzo. Grabado por el programa Telenueve denuncia, de Canal 9, Moretti apareció llevándose un fajo de dólares, del que luego se sabría eran 20.000, a un bolsillo interior de su saco. Lo hizo después de una promesa de fichar a un jugador para las divisiones inferiores. Quien le entregó el dinero es la madre del chico. Todo fue difundido como si fuera guionado: poco después de la muerte del papa Francisco, su hincha más famoso, San Lorenzo implosionaba. Y la base política de Moretti, entonces, comenzó a desintegrarse.
Al día siguiente, por la noche, el club comunicó la licencia de su máximo dirigente y quedó prácticamente inoperativo hasta el 8 de mayo, cuando asumió Julio Lopardo, tras reuniones varias. AFA, hasta entonces prescindente en el escándalo, prefería a Andrés Terzano, el vicepresidente segundo. El primero de la lista de Moretti, Néstor Navarro, no había asumido porque vivía en Uruguay. El indicado, sin embargo, fue Lopardo, que era el vocal número 7. En Viamonte lo aceptaron a regañadientes. El nuevo presidente decidió no pagar ante pedidos de inhibición, recaudar por las salidas de Miguel Russo y Malcom Braida a Boca –también contó con ayuda de AFA, pues Boca no quería abonar indemnizaciones– y el pase de Elián Irala al fútbol árabe, y ahorrar con la no renovación a Iker Muniaín (retirado).
Corrido por la licencia, Moretti ya pensaba en volver mientras se defendía a través de sus abogados. La justicia porteña dirimía una cuestión de competencia con la nacional. La indefinición benefició al licenciado directivo, que nunca hizo efectiva la renuncia al cargo.
Unos días más tarde, el Tribunal de Ética y Disciplina de San Lorenzo quiso investigar per se a Moretti para impedir que volviera al club. Veinticuatro horas después de iniciado el expediente, AFA le marcó la cancha arguyendo que sólo su tribunal de Ética estaba habilitado para juzgarlo, en tanto Moretti integraba su comité ejecutivo como vocal. El Ciclón acató la decisión de la casa madre del fútbol. Y Moretti tomó esa imposición como un apoyo explícito desde Viamonte a su regreso.
Con la gestión Lopardo iniciada, los hinchas reclamaron la salida de Moretti y de los integrantes que quedaban en la comisión directiva. Las primeras renuncias no se hicieron esperar. En el Nuevo Gasómetro sonó “¡que se vayan todos, que no quede ni uno solo!” antes del clásico con Huracán y cada vez más dirigentes entendieron que el camino era la acefalía.
Así se llegó a la última reunión de comisión directiva, realizada en septiembre, en la que Moretti, ya regresado a su función, fue uno de los pocos que no presentaron su dimisión. Y esa jugada lo habilitaba a integrar, e incluso presidir, la comisión directiva transitoria, por la que se debía votar en asamblea. Pero Moretti fue a la Justicia y consiguió un dictamen favorable para anular la acefalía y que todo volviera a fojas cero: él, presidente, y el retornado Néstor Ortigoza, vicepresidente. Una proclama: “No renuncio”. Una explicación: “Quieren hacerme un golpe de estado”. En el medio, la sombra de un pedido de quiebra presentado por un fondo suizo. Y múltiples inhibiciones de FIFA por impagos.
Pero la Justicia también obligó a Moretti a llamar a una nueva reunión de comisión directiva, que puede desembocar en otra acefalía. Hasta ahora el regresado presidente no lo hizo. Sí fue a la sede social, de la que necesitó irse con custodia policial ante los insultos de un grupo de cien simpatizantes azulgranas que lo aguardaban. Sí, en cambio, estuvo en cónclaves de la Liga Profesional y del comité ejecutivo de AFA, en los que no pudo participar porque aún no había cumplido el mandato judicial. Había podido retornar gracias al pago de una caución de $40 millones. Algo más que el equivalente a los 20.000 dólares que se había llevado al bolsillo del saco en aquella famosa cámara oculta.
Además de insistir con lo del golpe de estado y repetir que no renunciará, Moretti se jacta del apoyo que recibió, y recibe, por parte de Tapia. El presidente de AFA lo sostiene desde el primer incidente con Reali por varios motivos. Por un lado, no quiere un antecedente de acefalía en un club del peso de San Lorenzo. La otra posibilidad, una eventual intervención de la Inspección General de Justicia (IGJ) –es decir, del gobierno nacional– le gusta aun menos. Para Tapia, ese escenario implicaría abrirle la puerta de par en par al presidente Javier Milei, que ya en su campaña electoral había anunciado su decisión de abrir el fútbol a inversores extranjeros. Moretti, entonces, sigue siendo en la mente del presidente de AFA el mal menor.
Además, el caudillo barraqueño, aunque nacido en San Juan, le debe a Moretti las presencias de Facundo Bruera y Nahuel Barrios en su club, Barracas Central, más la llegada gratuita del juvenil Tomás Porra. Entonces, no le soltará la mano mientras sus pares en la comisión directiva no ofrezcan una alternativa viable. O hasta que la Justicia lo condene. Aún ni siquiera lo indagó.
Mientras tanto, los futbolistas del plantel de San Lorenzo se hartaron. Este miércoles publicaron un comunicado en las redes sociales en el que informan de atrasos en los sueldos y malas condiciones para ejercer sus tareas. “Desde el mes de agosto no hemos percibido, en algunos casos, íntegramente nuestros salarios, lo que afecta directamente a nuestras familias y afecta el normal desarrollo de nuestra actividad profesional”, relatan los jugadores. Alertan por una “situación insostenible” y por “reiteradas promesas de solución que nunca se cumplieron”. Además, reclaman que las autoridades del club “actúen con la responsabilidad que el momento exige”.
Por la tarde de este miércoles, los futbolistas borraron de sus cuentas de redes sociales el comunicado, a pedido de la propia AFA. Dos fuentes informaron a LA NACION que ella misma se encargó de los salarios adeudados. Una vez más, la casa del fútbol al rescate de un club. Una vez más, arrojando un salvavidas a este San Lorenzo atribulado.


