En mayo de este año, Emiliano Martínez se prendió emocionado como ningún otro a la “vuelta de honor” de Aston Villa al cabo de un 2-0 a Tottenham Hotspur. Era la penúltima fecha de la Premier League, pero acababa de transcurrir la última actuación del equipo como local en la temporada 2024/2025. Siempre imponente, siempre seguro de sí, el arquero sorprendió con esa imagen de vulnerabilidad emocional, de ojos enrojecidos y comisuras hacia abajo. Lo acompañaban Mandinha, su esposa, y sus hijos. Pero no era familiar la cuestión que lo movilizaba hasta el borde las lágrimas.
El arquero saludaba a las tribunas, hacía ademanes de besos. Una despedida, parecía. Inesperada, porque tenía contrato por otros cuatro años con el club inglés (firmado por cinco en agosto de 2024) y porque no sonaban rumores de que estuviera a punto de marcharse a otro equipo. Pero el argentino movía una mano en alto frente al público, y estaba conmovido. No podía ser sino un adiós, según lo gestual.
La gente lo saludó, también. Desconcertada, por cierto. Luego surgieron versiones de interés por parte de clubes europeos y de Arabia Saudita. Nunca concretados, finalmente. Y Dibu se quedó en Aston Villa. Intencional o no, la despedida en Villa Park terminó no siendo tal. Y la relación Dibu-hinchas dejó de ser como era.
Aquella “despedida” sorpresiva en mayo
Hasta ese momento era muy buena, entre la personalidad carismática del arquero y sus hasta entonces 69 vallas invictas en 211 presencias en Aston Villa. No cayó bien en la afición que Martínez quisiera irse, sin preámbulo, con lo bien que estaban las cosas y con tanto futuro en común, al menos hasta 2029. Pasaron siete meses desde aquello y Dibu debió volver a ganarse el cariño, o buena parte de él, por parte de los simpatizantes del club, dolidos por lo que sintieron como un amago de desplante.
Y un día hubo un signo nítido de reconciliación. Explícito. El importante triunfo (2-1) sobre Manchester United por la 17ª fecha de la Premier fue sucedido por otra interacción del arquero con la concurrencia, pero bastante distinta a aquélla. Ahora “Martínez” fue “Emi”. Se quitó el buzo, sacó músculo ante la cámara, sonrió, besó su prenda y la entregó a un niño plateísta. Ya se iba hacia el centro de la cancha, cuando se le ocurrió algo: pedirle al chico el gorro navideño, con un ademán.
Con cara de incredulidad, el joven espectador entendió el gesto, se quitó el cobertor y se lo dio. Y Dibu se comportó como Dibu: se colocó el gorro, giró, miró a la gente, levantó los brazos e hizo un minibaile, con los índices al cielo. Sonriente. El público se lo festejó, con una aclamación. Después, el 23 se sacó el accesorio, lo besó y regresó para devolverlo. No sabía a quién; tuvo que reconocer al niño que se lo había dado. Es decir, había entregado su buzo de arquero al azar, no a un conocido. Feliz. Un regalo de Navidad.
“Feliz Navidad”, publicó Aston Villa en X, con un icono de árbol navideño. Así, en español, con el video del episodio de Dibu. Fue una réplica a otro posteo propio, “feliz Navidad, villanos”, pero en inglés, que incluyó una foto de su arquero ataviado con el gorro bordó y blanco.
Todo, en el contexto de una muy buena campaña del equipo, que está tercero en la liga inglesa a 3 puntos del líder, Arsenal (39), y en un puesto de acceso a la Champions League. Y lejos, a 7 unidades, del cuarto, Chelsea (29). Un marco muy favorable como para recomponer el vínculo entre el arquero y el público villano. El club pareció festejarlo con esos mensajes en las redes.
Falta un par de fechas para que se complete la mitad inicial de la Premier, pero ya está claro que las cosas van bien en Birmingham en esta campaña. Y entre el paso del tiempo desde aquel episodio y el positivo devenir deportivo, en las vísperas del 25 de diciembre emergió el espíritu navideño entre el futbolista y los hinchas. Dibu y Aston Villa se quieren otra vez plenamente.

