Alfredo Di Stéfano, el primer gran astro mundial del fútbol argentino, nunca tuvo esa chance. Jugó apenas seis partidos en la selección, todos por la Copa América de 1947 en Guayaquil, antes de nacionalizarse español y continuar su carrera con otra camiseta. Tampoco Diego Maradona, que afrontó su último encuentro por la Argentina en territorio albiceleste sin saberlo, un amistoso contra Marruecos en Salta, mientras se preparaba para la Copa del Mundo de 1994. Algo parecido ocurrió con otros emblemas del equipo nacional: Daniel Passarella, Ubaldo Matildo Fillol, Mario Alberto Kempes, Oscar Ruggeri, Claudio Paul Caniggia y Gabriel Omar Batistuta. Ninguno vivió una fiesta como la que tendrá este jueves Lionel Messi, que saldrá a la cancha sabiendo que ante Venezuela protagonizará su último partido oficial en el país. Tal vez quede algún amistoso en 2026, en vísperas del Mundial, pero será un adiós diferente, más repartido entre todos los integrantes del plantel. El foco, sin embargo, volverá a estar en él.
A los 38 años llega el final del Messi en las eliminatorias, la competencia en la que brilló desde 2005, de la que es el máximo goleador histórico (34 tantos) y el segundo futbolista en presencias. Incluso, se especula con la posibilidad de que no sume minutos en Ecuador, el próximo martes. El día señalado es este jueves, y Messi ya empezó a disfrutarlo.
El Monumental colmado volverá a ser escenario de una noche especial. En esa cancha en la que fue testigo de tantos hitos, Messi dejó su huella en las eliminatorias. No solo transformó la manera de jugar; también elevó la categoría del torneo: entradas agotadas, estadios repletos y un aumento histórico en el valor de los derechos de televisación. En la Argentina fueron muchas más las alegrías que las decepciones.
El punto de partida fue el 9 de octubre de 2005. Aquel día, la selección dirigida por José Pekerman jugaba su último partido en el país antes del Mundial de Alemania. Messi, que apenas tres meses antes había sido campeón mundial sub 20 en Países Bajos, tuvo su presentación absoluta en la mayor en territorio argentino. Fue figura en un 2-0 sobre Perú (penal de Juan Román Riquelme y gol de Luis Guadalupe en contra). Esa noche, además, recibió su primera ovación.
Con 18 años y apenas 12 partidos en la primera de Barcelona, Messi ya era el jugador más taquillero de una selección que reunía a muchos de los mejores futbolistas argentinos de las últimas décadas. La expectativa fue tan grande que, aunque en la planilla Lionel no aparecía en el último lugar, la voz del estadio decidió anunciarlo al final, después de Hernán Crespo, el 9 del equipo.
Como ocurrirá también este jueves, Messi estuvo acompañado desde las tribunas. Lo acompañaron su papá, Jorge; su mamá, Celia; sus hermanos María Sol y Matías, y también su tío Claudio, las tías Rosana y Marcela, su sobrino Tomás, sus primos Emanuel y Bruno y los amigos de la familia Fito, Maribel y Libertad. Todos juntos ocuparon la quinta fila de la platea baja. Tres años más tarde, desde un palco, todos celebraron el primer gol del rosarino en el país, nada menos que de cabeza, en la victoria por 2-1 frente a Uruguay por la eliminatoria rumbo a Sudáfrica. Ese tanto, además, cortó una racha de cinco partidos sin triunfos de la selección.
De aquel equipo que derrotó a la Celeste, solo Messi continúa en actividad. Con los años, jugó con todos los directores técnicos y en todas las posiciones posibles: enganche, extremo, 9, detrás del 9 y falso 9, pero a la historia grande la escribió con la camiseta 10. En marzo de 2009, tras el cortocircuito entre Riquelme y Diego Maradona, se adueñó de esa camiseta y nunca la soltó. Su primer partido con ese número fue contra Venezuela, el rival de este jueves, en un 4-0 en el que él marcó el primer gol.
La despedida de Messi será también una fiesta popular. Antes habrá música en vivo, a cargo de Uriel Lozano, referente de la cumbia santafesina, y los grupos de cuarteto Q’ Lokura y La Banda de Carlitos. Y se espera otro espectáculo en el campo de juego, ante un rival que nunca ganó en la Argentina y al que Messi le hizo cinco goles en 13 partidos (cuatro en eliminatorias y uno por Copa América).
Claro que no todo fue sencillo. La historia de Messi en la selección también tuvo baches. Entre 2009 y 2011 estuvo 16 partidos sin anotar: siete de eliminatorias, cinco en el Mundial y cuatro de Copa América. El día en que rompió la racha, contra Chile, la noche en cuanto a goles fue de Gonzalo Higuaín, que consiguió tres, pero la ovación más grande fue al capitán, que volvió a convertir y a celebrar con su gente.
Messi fue creciendo junto a la selección. Cambió el físico, el rostro, el estilo, la piel. Se curtió. Y en 2012 anunció al mundo que era papá de la manera en que mejor sabe expresarse: en la cancha. Luego de hacer un golazo y una asistencia en un 4-0 a Ecuador en el Monumental, se metió la pelota debajo de la camiseta para celebrar la futura llegada de Thiago, el primero de sus tres hijos. Vivió escenas imborrables, como aquel tiro libre perfecto frente a Paraguay en el estadio Mario Alberto Kempes, de Córdoba, cuando el público cantó por primera vez “que de la mano de Leo Messi”, ilusionado con un Mundial que lo tendría como gran protagonista hasta la final, aunque sin que alcanzara la tercera estrella.
En 2016 llegaron el golpe de la segunda Copa América perdida a manos de Chile y la decisión de Messi de abandonar la selección, cansado de las conquistas esquivas (cuarta final perdida en la mayor) y de las críticas. Pero Leo volvió, con otro aspecto: pelo teñido, barba crecida. Aunque la misma esencia. En su regreso, con Edgardo Bauza al frente del equipo, volvió a ser líder y goleador. Primero, en un 1 a 0 sobre Uruguay en Mendoza, y dos meses después, en San Juan, para encaminar un triunfo ante Colombia y dejar a la Argentina en zona de repechaje rumbo al Mundial de Rusia.
Ya cerca de Qatar, siguió sumando récords. En 2021, poco después de levantar la Copa América en Brasil, marcó su primer triplete oficial, como local contra Bolivia, y superó a Pelé como máximo goleador sudamericano en selecciones, con 79 tantos, que hoy ya son 112. Su último gran baile fue otra vez contra la Verde, en 2024, cuando anotó otro hat trick y protagonizó una de sus mejores noches con la camiseta celeste y blanca.
Incluso en su despedida de las eliminatorias, Messi dejará números para la historia. Con su presencia frente a Venezuela sumará 71 partidos en la competencia e igualará la marca del ecuatoriano Iván Hurtado, retirado en 2012. Y si jugare aunque fuere un minuto en Guayaquil el martes, la superará. Así, hasta el último día, Messi seguirá escribiendo su historia dorada, a la que aún, por cierto, le quedan varios capítulos por delante.