“Se curará rápidamente”. Con esa figura, como si se tratara de un paciente con certezas de recuperación, Tiger Woods describió el estado de salud del golf profesional, que en los últimos años se partió al medio después de la división entre el PGA Tour y el LIV Golf Series. Una grieta que, lejos de ofrecer dos buenas alternativas, terminó restándoles muchas figuras al circuito tradicional y convirtiendo a la liga árabe en un experimento estrafalario, con la presencia de varias estrellas pero sin valor deportivo, ni 72 hoyos como Dios manda, ni puntos para el ranking mundial. Un panorama en donde terminaron perdiendo los amantes de este deporte y televidentes en general, al no poder observar a todos los grandes jugadores luchando en los mismos torneos y compitiendo a lo largo de la temporada, como sucedió desde siempre.
Pero este mismo jueves puede haber humo blanco. El entendimiento sería inminente en pos de la esperada reunificación: según reporta GolfWeek, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump; el comisionado del PGA Tour, Jay Monahan, y el responsable del Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita (PIF), Yasir Al-Rumayyan, se reúnen hoy en Washington para retomar las conversaciones e intentar acercar las partes.
En las últimas semanas ya había habido señales concretas de acercamiento: la USGA convirtió al US Open en el primer major en otorgar una exención para jugadores procedentes del LIV Golf, según el ranking individual final de la gira saudí. Siguiendo los pasos de la entidad estadounidense, lo mismo ocurrió días después con el Royal & Ancient, que habilitó una plaza para el Open Británico. Después de los recelos y el fuego cruzado de 2022 y buena parte de 2023, la relación se volvió más amigable, pero todavía faltan ajustar varias tuercas para que haya una suerte de “consolidado” y que todo vaya en una misma frecuencia. El propio Tiger, durante la transmisión del Genesis Invitational en Torrey Pines, había criticado los avatares del pasado reciente. “Hemos estado yendo en la dirección equivocada durante varios años. Los fanáticos quieren que todos nosotros, todos los mejores jugadores, juguemos juntos. Y vamos a hacer que suceda”, se esperanzó.
En realidad, el futuro del golf depende ahora de los más altos mandos de los Estados Unidos, con Donald Trump –un fanático de este deporte- a la cabeza. La política juega un papel decisivo. Hace unas semanas, Monahan y el presidente del Consejo Asesor de Jugadores, Adam Scott, fueron a la Casa Blanca para reunirse con el primer mandatario de los Estados Unidos y lo alentaron para que los apoyara en su intento de llegar a un acuerdo con el PIF, que tiene activos totales estimados por 347 mil millones de dólares. Una de las mayores preocupaciones para asegurar una alianza es obtener la aprobación del Departamento de Justicia de los EE.UU., y Trump indicó hace un tiempo que podía ser la llave del acuerdo. Poco antes de las elecciones presidenciales que lo enfrentó con la demócrata Kamala Harris, había dicho que podría resolver esta esperada fusión “en 15 minutos”.
Tiger, que se metió de lleno en este embrollo aunque todavía no puede pisar una cancha para una ronda competitiva, se muestra optimista: “Jay y Adam se desempeñaron muy bien durante la reunión. Y tenemos otra reunión posterior próximamente”. El anterior paladín, Rory McIlroy, que se había sentido traicionado por Monahan después de un sorprendente preacuerdo secreto entre el PGA Tour y el PIF en junio de 2023, también adivina un posible arreglo: “El presidente Trump puede hacer muchas cosas. Tiene acceso directo al jefe del PIF, Yasir Al-Rumayyan. No hay mucha gente que lo tiene, no hay mucha gente que puede decir eso”.
Después de la cruenta batalla legal, la idea era cerrar un trato para finales de 2023, pero las leyes antimonopolio del gobierno de Estados Unidos bloquearon cualquier solución definitiva. Tampoco ayudó la partida del español Jon Rahm al LIV por cifras exorbitantes, valuadas en 500 millones de dólares. El resentimiento volvió a aflorar y las negociaciones se estancaron, aunque en enero de 2024, el PGA Tour hizo otra jugada para estrechar vínculos comerciales y deportivos: se fortaleció con la entrada en su capital de Strategic Sports Group (SSG), quien inyectaría hasta 3000 millones de dólares (1500 iniciales) en PGA Tour Enterprises, la nueva entidad nacida de ese acuerdo.
El pacto es inminente, pero sobrevuelan muchos interrogantes acerca de cómo quedará estructurada la competencia del golf de elite. La cuestión más ríspida es qué ocurrirá con los fastuosos contratos en vigencia de jugadores del LIV, como los del propio Rahm, Brooks Koepka, Bryson DeChambeau, Cameron Smith, Joaquín Niemann y Dustin Johnson, entre los más destacados. ¿Quién se hará cargo del pago a las figuras? El otro tema son los calendarios y los formatos de los certámenes, ya que los del LIV se disputan a 54 hoyos y sin corte clasificatorio. Una posibilidad es que, a partir del año próximo, todo quede bajo el paraguas del PGA Tour, que los golfistas del LIV recuperen su status de la gira norteamericana y que la liga árabe se reduzca a unos pocos torneos, quizás no más de cinco, por disputarse entre septiembre y diciembre, cuando el PGA Tour tiene una actividad menor. De esa manera, ambos circuitos podrían coexistir.
Lógicamente, la TV y los sponsors jugarán su propio partido. Y tampoco los árabes se contentarán con ser un simple anexo del PGA Tour, sino que buscarán convertirse en socios del circuito norteamericano después de su primer intento fallido y de encarar un proyecto propio, tapizado de petrodólares y con varias extravagancias de las que el golf no estaba acostumbrado. En este contexto, se encuentra en plena disputa el México Open en Vallarta, con las sonoras ausencias habituales de los torneos regulares del PGA Tour. Mientras los ratings televisivos siguen disminuyendo, el público solo espera ver a todos los golfistas juntos durante cuatro días, en un mismo campo, generando emociones del tee al green. Un volver a las fuentes… ni más ni menos.