PARÍS (Enviado especial).- Novak Djokovic, vestido para competir, volvió a pisar el polvo de ladrillo francés, la terre battue del court Philippe-Chatrier, después de 296 días (la aclaración es porque el domingo ya lo hizo, pero de civil, en el homenaje a Rafael Nadal). El 4 de agosto pasado fue un domingo mucho más luminoso y agradable que este martes 27 de mayo inestable y ventoso. Nole, la leyenda de 38 años que hace unos días alcanzó el título número cien (en Ginebra), es uno de los 128 protagonistas del cuadro de Roland Garros, veinte años después de su debut. En 2005, siendo el 153° del ranking, se retiró en la segunda ronda ante Guillermo Coria cuando perdía 4-6, 6-2 y 3-2.
Capítulos de todo tipo, connotación y emoción se escribieron desde entonces. Todavía conserva un lugar en el top 10 (es 6°), pero lo que menos le importa es la posición; con 428 semanas es el hombre récord en el rubro, seguido de lejos por Roger Federer, con 310. Máximo campeón de trofeos de Grand Slam (con 24), en París 2024 cerró el círculo mágico al obtener la medalla dorada olímpica, el único título grande que no lucía en la vitrina del Novak Café, el restaurante montado en Belgrado y administrado por su padre -Srdjan- donde resplandecen las copas más valiosas de su carrera.
Aquel día, al llorar como lo hizo, bailar saltando en un pie en la Villa Olímpica con sus compatriotas y abrazarse con su esposa, Jelena, y sus hijos, Stefan y Tara, Nole soltó definitivamente otra versión de su figura, más vinculada a la pulseada por los que menos voz tienen en el tour y a las causas más sensibles.
En marzo, cuando Federico Agustín Gómez, el tenista argentino, sacudió el tour haciendo un angustiante posteo sobre sus problemas de salud mental y pensamientos suicidas, el serbio fue uno de los primeros en extenderle la mano. Y no lo hizo únicamente por redes sociales. Se “embarró los pies”, se involucró, lo invitó a compartir entrenamientos en Miami, lo escuchó y aconsejó en forma privada, donde las cámaras de TV no llegan. Este lunes, en París, en la segunda jornada del Abierto francés, volvieron a practicar juntos: lo hicieron durante dos horas. Fue la forma en la que ambos prepararon sus primeras rondas, ante rivales estadounidenses: Novak ante Mackenzie McDonald; el nacido en Merlo, tras entrar como perdedor afortunado, frente a Aleksandar Kovacevic.
El día, plomizo, fresco y con ciertas dificultades para encontrar precisión en los impactos, no mermó la buena energía de Gómez; al contrario, el 144° fue un desborde de optimismo. En el Court 9, el bonaerense se impuso por 4-6, 6-4, 6-4 y 6-1, logrando su primer triunfo en un main draw de Grand Slam (su próximo rival será el británico Cameron Norrie).
Más tarde, en el Philippe-Chatrier, Djokovic sumó la victoria número 382 de su carrera en majors, al ganar por un triple 6-3 (su contrincante en la segunda rueda será el local Corentin Moutet). Luego de salir del estadio central se enteró que “el Fede”, como le dice al argentino, había ganado. Empático, lo celebró en forma genuina, con una reacción nada forzada y probablemente reconfortado por haber aportado lo suyo para un colega necesitado fuera de las luces.
Cuando en octubre del año pasado recibió a LA NACION en la capital serbia, antes de viajar a Buenos Aires para actuar en la despedida de su amigo Juan Martín del Potro, Djokovic desnudó su costado más sensible, lejos de la fría ferocidad que siempre mostró dentro de un court. “¿Qué te hace frágil?”, fue la pregunta que escuchó. Y explicó: “Más de lo que cualquiera se pueda imaginar. Los niños. Mis hijos, pero también otros niños. Siempre me emocionaron los chicos, pero cuando me convertí en padre… Cuando veo niños sufriendo me rompe el corazón, es como si entrara en depresión. Porque son los seres más puros del planeta y se merecen lo mejor, se merecen un futuro. Y cuando veo estas guerras y todo lo que está pasando… Yo viví la guerra, a mi ciudad la bombardearon día y noche durante dos meses y medio. Vi muertos. Y ahora que veo las guerras en otras partes del mundo, no entiendo. Creo saber por qué sucede, lamentablemente, las cuestiones políticas y todo eso, pero me pone triste, porque si no dejamos un mundo mejor para los niños de la próxima generación, implica que no hicimos bien las cosas. Y la injusticia mundial me hace sentir muy vulnerable, en particular hacia los niños o la naturaleza”.
Ese mismo Djokovic, el que por un momento se olvida de los récords y de la ambición que todavía le brota, el que observa más allá de las luces, el que volvió a despojarse de cualquier blindaje ante LA NACION. El encuentro fue en la sala de periodistas de Roland Garros, tras una extensa rueda de prensa en la que habló en inglés, primero, y en serbio, después. Los compromisos lo llevan de un sitio al otro. Pero hizo una excepción, Nole; “el Fede” es quien lo alborota y habla con cariño sobre él, en un español cada vez más fluido.
-Novak, ¿qué te generó la primera vez que viste el posteo de Fede Gómez? ¿Qué te despertó para responderle?
-Me identifico con esto. Creo que no entienden que un jugador de nivel profesional tenga problemas mentales. Pero creo que también cuando el Fede ha hecho esto (el posteo) he sentido mucha compasión y también respeto para él porque ha tenido el coraggio [“coraje”, en italiano, otro idioma que domina] para hacer esto. No es fácil salir en los medios, en público, para hablar de estas cosas, comunicar todos los problemas que tienes. Porque un hombre cuando hablas de problemas mentales, normalmente, tiene mucha gente que dice: ‘Ah, es una…’. ¿Cómo se dice debolezza? [“Debilidad”, le apunta Nicola Arzani, máximo responsable de prensa de la ATP). ‘Es una debilidad’. Pero para mí no es una debilidad. Ser débil es también ser fuerte, porque tienes el corazón para comunicar esto. Es el primer step [“paso”, en inglés] en el proceso para buscar y encontrar una solución. Por eso lo he sentido como una persona, un jugador, un atleta, una cosa que quiero dar mi apoyo a él, lo he dado públicamente. Después hemos hablado privadamente también, mucho en Miami cuando he entrenado con él. Por todas las victorias del Fede estoy muy contento.
-Este martes ganó.
-¡Sí! ¡Ganó! Estoy contento porque miro con más atención todo lo que pase.
