Si un hincha hubiera puesto el partido de entrada ante Colombia para ver la semifinal sin ningún conocimiento previo de quién era el entrenador ni los jugadores, lo primero que se habría preguntado es… ¿Este es un equipo argentino? El seleccionado Sub 20 había salido a jugar con un esquema 5-4-1, defendiendo cerca del arquero Barbi y apenas teniendo una posesión de la pelota que no llegaba al 30%. Sin embargo, vista la película completa, esa postal era la que completaba el álbum de un equipo juvenil que jugó a lo grande en el Mundial Sub 20 y terminó subcampeón. La derrota en la final ante Marruecos seguro generó tristeza pero no debería opacar el reconocimiento. Diego Placente, el padre futbolístico de este equipo, se puso la medalla de plata (y no se la sacó) y se juntó con sus futbolistas.
Hace tiempo que la categoría Sub 20 ya se transformó en ultra-profesional. Antes, hace muchos años, un futbolista la utilizaba como una plataforma de perfeccionamiento para cuando le toque dar el salto a su primera división. Hoy la mayoría llegan asentados en la máxima categoría, algunos ya jugando incluso en el exterior, como los casos de Tomás Pérez, Gianluca Prestianni, Alejo Sarco, Alvaro Montoro y Mateo Silvetti.
Entonces, la mayor virtud de Diego Placente como guía y entrenador fue tratarlos así, como profesionales que ya son, pero además dándoles herramientas para que la comprensión del juego los potencie desde la toma de decisiones y recursos que, no sólo les será de utilidad para el equipo que tuvieron que conformar en la selección Sub 20 o para cuando cada uno regrese a sus clubes, sino también cuando alguno sea convocado en un futuro cercano por Lionel Scaloni a la selección mayor. ¿Acaso hay que ir analizando alternativas en los laterales como recambio de Montiel y Tagliafico? ¿Volantes con marca y buen pie que puedan entrar en el dinamismo de De Paul, Mac Allister y Enzo Fernández? ¿Si Scaloni está evaluando a José Flaco López, también podría hacerlo en el corto plazo a Sarco o Silvetti? Los nombres y posiciones podrían ser otras, pero los pasos para adelante se dan en todas las direcciones en lo que respecta a las selecciones nacionales.
Claro que Placente tomó el legado que les dejaron José Pekerman y Hugo Tocalli en la formación, cuando él le tocó ser juvenil, y que el primer mandamiento era competir en un torneo con la camiseta celeste y blanca desde lo deportivo pero también desde el comportamiento, desde el respeto a los rivales. Pero sobre todas las cosas Placente armó, desde las características, un grupo con variantes para tener un sello distintivo sin que eso se altere por más que cambie de sistema táctico o de nombres. También acertó desde la combinación de esas características, las estrategias, los cambios, y hasta en la mayoría de pedidos de las tarjetas verde para revisión de jugadas, esta nueva modalidad de VAR que se probó en este certamen.
Osvaldo Villarroel – EFE
Argentina fue un equipo lógico que se armó de atrás para adelante, naciendo desde las atajadas clave de Santino Barbi, el arquero de Talleres que incluso logró sobreponerse al blooper que significó el descuento de Australia para el 2-1 en un encuentro que finalizó 4-1.
Por dar un rápido ejemplo, en la semifinal con Colombia no pudieron jugar Alvaro Montoro (lesionado) y Maher Carrizo (suspendido) y el habitual esquema 4-2-3-1 se trastocó pero luego Placente supo cambiar a tiempo con el simple movimiento de pasar a Tomás Pérez de líbero a volante central y ahí el equipo pasó a jugar del 5-4-1 al 4-4-2 que terminaba siendo 4-2-2-2 cuando Prestianni y Tobías Andrada (que ingresó por Acuña) dejaban las bandas para aparecer como volantes ofensivos por los carriles centrales, dejando arriba -como máximas referencias de ataque- a Alejo Sarco y Mateo Silvetti (que ingresó por Subiabre).
En la final no le tembló el pulso a Placente para hacer un cambio en el primer tiempo, luego de que Marruecos se pusiera 2-0 a los 29 minutos: un delantero (Silvetti) por un volante (Acuña). Aún en la adversidad intentó hasta el final sin desbordes. Muchas veces el crecimiento y la evolución no pasa por sostener sino por intentar cambiar el rumbo en un ámbito profesional. Claramente Acuña no fue el responsable de esa derrota parcial, y seguro no le gustó salir, pero entendió que el equipo necesitaba una reacción y otra característica para buscar una posible remontada.
Hubo partidos en los que la selección Sub 20 tuvo una posesión alta de la pelota, como ante Cuba (57%), Italia (61%) y en la final ante Marruecos (75%), en otros normales, como ante Australia (54%) y Nigeria (53%) y también lo expresado antes, una tenencia muy baja como ante México (33%) y en la primera etapa ante Colombia. Variantes de sistemas, con línea de 3, línea de 5 o de 4, pero que eso no alteró el formato ni la convicción de los juveniles de cómo podían atacar y debían defender. De nuevo, eso potencia a los futbolistas que lo llevan adelante. También si el mensaje en el vestuario es que, muchas veces, se pierde porque el rival fue mejor.
“La calidad de los chicos te permite cambiar el sistema, las individualidades son todas buenas. Si uno está en la final es porque todos ayudaron en algún momento, además estoy contento por jugaron casi todos y todos cumplieron su rol», elogió Placente a sus jugadores tras la clasificación a la final del Mundial. Y el dato de que “jugaron casi todos” también es un legado juvenil para que todos se sientan importantes. El equipo estuvo por encima de todos y el DT nunca hizo un cambio pero hubiera debilitado la estructura, pero dentro de ella contaba con futbolistas gambeteadores que disfrutaron de jugar con responsabilidad.
En los tiros libres en contra utilizó una marca mixta, algunos defendiendo la zona y otros tomando hombre a hombre, pero todos con la convicción de no sólo mirar el balón, sino también de “atacarlo”. Juan Villalba podía ser una salida clara, pero sobre todo se nota que es un zaguero zurdo que le gusta defender. Milton Delgado, sin que se entienda mucho por qué fue relegado en Boca, demostró sabiduría para defender la pelota con el cuerpo y también entendimiento táctico para tomar decisiones en función de lo que requería cada acción. Y así -cubriendo el balón- generó faltas que le servían al equipo para “descansar”, salir del momento de tensión y adelantar líneas. No fue casualidad que lo eligieran como el tercer mejor futbolista del certamen.
Maher Carrizo sabe toda la repercusión que generó sus buenas actuaciones en el buen momento de Vélez, pero también jugó colectivamente para explotar lo mejor de todos. Mateo Silvetti ingresó desde el banco aportando goles importantes, ser suplente no lo hizo menos determinante que Montoro, Prestianni o Sarco, el goleador argentino con 4 conquistas.
Cada pelota parada en contra, cada lateral, cada contraataque, cada duelo individual (el más recordado, el enorme cruce de Juan Villalba sobre el colombiano Aristizábal cuando el partido estaba 0-0) se defendió con el cuchillo entre los dientes. Y después el equipo tuvo sabiduría y desequilibrio para llegar al gol con una acción elaborada y triangulaciones varias o, como el Racing de Gustavo Costas, con ataques directos y verticales que ponían a correr -y a sacar lo mejor de cada individualidad- a sus delanteros.
Hugo Tocalli, palabras mayores en selecciones juveniles desde la conducción humana y futbolística, entrevistado por LA NACION en la previa de la semifinal contra Colombia, definía a Placente de la siguiente manera: “Él siempre fue un jugador muy rendidor. De hecho, al Mundial de Malasia viajamos sin él porque estaba definiendo el ascenso en Argentinos Juniors. Llevamos a Facundo Quiroga, que hoy es su ayudante. Pero Diego era tan importante que llegó dos días antes del debut y fue titular. En la cancha era un 3 agresivo, tanto en la marca como al pasar al ataque, pero afuera hablaba poco. Un tipo tranquilo, algo pachorriento, pero que sabía muy bien lo que tenía que hacer y lo cumplía a la perfección. Ahora, como entrenador, se lo nota más activo; lo vi presentar un par de veces la tarjeta verde para revisar jugadas. Da gusto verlo, porque conserva ese espíritu de grupo que tuvimos nosotros, y siempre voy a desearle lo mejor».
“Un jugador rendidor. Un tipo tranquilo, algo pachorriento, pero que sabía muy bien lo que tenía que hacer y lo cumplía a la perfección” podría transformarse, llevado al presente y en lo que refleja su selección Sub 20, en “un equipo tranquilo y rendidor que sabe muy bien lo que tiene que hacer y lo cumple a la perfección”. Todo eso puede no asegurar el éxito total, como sucedió con este Sub 20. Pero no hay nada más satisfactorio para un entrenador que su equipo refleje su personalidad, su ADN. Esto logró la selección nacional en el actual Mundial de Chile 2025, un triunfo sin medalla de oro, pero con la satisfacción del deber cumplido. Quizás la última lección fue esa, que duela no ganar también forma parte del aprendizaje, de esas palabras que aparecen en el diccionario de la formación de un futbolista.