El baile de Palmeiras a River durante el primer tiempo, en el Monumental, fue al compás de dos jugadores argentinos. El Flaco López, tal vez, fue el principal: recientemente citado a la selección (el ojo clínico de Lionel Scaloni sigue provocando asombro), a su olfato habitual le agregó dosis de conducción, liderazgo y habilidad en una baldosa. El “otro” argentino que la rompió en el engañoso 1-2, el primer chico de los cuartos de final de la Copa Libertadores, es Aníbal Moreno. Un motor de galera y bastón.
Aníbal Ismael nació hace 26 años en San Fernando del Valle de Catamarca, cultor del bajo perfil, de largos y estudiados silencios, aunque más de una vez se le suelta la cadena, como en un reciente cabezazo en un clásico paulista. Cuando juega, exhibe todos los atributos de un volante moderno.
Comparte la zona media del natural candidato a ganar la Copa Libertadores con Lucas Evangelista, uno de los intérpretes del club de los 110 millones de dólares que adquirió el conjunto verde durante 2025. Imperial en el primer capítulo ante River (sacó a Enzo Pérez de la cancha, anuló a Driussi y Salas antes de pisar el área), suele ser amado por Abel Ferreira, el conductor, que de todos modos siempre le marca la cancha.
“Aníbal, a pesar de ser un jugador fabuloso en cuanto a pase, presión y calidad de juego, tiene algunos principios defensivos que aún no domina del todo. Pero lo ayudaremos con el tiempo. Y tiene ciertas posiciones y comportamientos frente al área que debe dominar, y seguramente los cumplirá con nuestra ayuda”, resulta el interesante análisis del entrenador, ganador de 10 títulos y dueño de varios contrapuntos en sus volcánicas cinco temporadas en San Pablo.
En enero pasado lo llamó Juan Román Riquelme, el presidente de Boca, pero el precio que puso sobre la mesa Palmeiras fue el fin de las charlas informales: unos 15 millones de dólares. Fue el primer refuerzo que había pedido Fernando Gago, que no sólo lo había tenido en Racing, sino que lo había potenciado como volante central cuando él dominaba mejor las bandas interiores. Pero evidentemente, a niveles económicos, el fútbol brasileño vive otra realidad. Marcelo Gallardo hizo, en el transcurrir del tiempo, un sondeo parecido.
Moreno fue integrante habitual del Sub 20 entre 2018 y 2019: actuó en 14 partidos y convirtió un gol. La curiosidad: todavía no había debutado en primera, en Newell’s. De todos modos, en el Parque lo disfrutaron en un abrir y cerrar de ojos (24 encuentros, un grito), antes de aterrizar en Racing, en donde logró dos estrellas.
Lionel Scaloni lo mira a prudente distancia. El conductor, que formó parte del cuerpo técnico que estuvo al mando de la selección en el Mundial de Rusia 2018, luego se hizo cargo del conjunto juvenil que se consagró en el Torneo de L’Alcudia, disputado luego de la Copa del Mundo. Moreno era una fija.
“Es un gran jugador y aparte juega en Newell’s… Yo estoy contento porque es un gran chico y un gran volante que va a tener un gran futuro. Lo contamos, lo tenemos que ver, es un jugador que me gusta mucho. Juega sin pelota, me encanta, va al espacio”, suscribía el DT antes de su revolución en el equipo nacional.
En Rusia, justamente, Moreno jugó contra Messi. Era un sparring al borde del llanto. “Cuando lo vi por primera vez, me temblaban las piernas, cuando lo vi bajar a él y al resto de los jugadores, no lo podía creer. Fue algo increíble, no se compara con nada”, contó en una entrevista con LA NACION.
“Todo lo que viví con la selección fue increíble: entrenar y tener que marcar a Messi, compartir la práctica con Ever Banega –que es uno de mis referentes en el puesto, aunque el que más me gustaba era Iniesta–, jugar el torneo en España y salir campeones», resumía.
Jugaba en el club Barrio Nuevo, en donde se crió y de donde lo rescató el técnico Raúl Herrera para llevarlo a la escuelita de fútbol Villa Dolores. Desde los 12 años se incorporó a la Academia Duchini, en Villa Constitución, a la temporada siguiente se probó en Newell’s. Y quedó.
Hijo de Claudia y quinto de seis hermanos, nunca se olvida de las raíces. “Estar en Duchini fue muy importante en mi corta carrera. La adaptación a la pensión, aprender a convivir con compañeros. Fue un crecimiento muy grande desde lo personal. Es una institución a la que siempre le voy a estar agradecido”, sostuvo.
Hace casi dos temporadas que está en Palmeiras, que le pagó a Racing 7 millones de dólares por el pase. Suele ser titular este año, con 41 partidos (2188 minutos). Sin embargo, un mes y medio atrás, pareció derrumbarse el castillo que había construido.
Apenas se jugaban 15 minutos cuando tuvo una violenta reacción y fue expulsado, durante el partido que Corinthians le ganó 2 a 0 y eliminó a Palmeiras de los octavos de final de la Copa de Brasil.
Los jugadores de ambos equipos aguardaban en el área el saque de esquina desde la derecha. Entonces, José Martínez cayó al suelo. A pesar de estar a pocos metros de la acción, el árbitro Anderson Daronco no advirtió nada y debió ser alertado por el VAR para sancionar la agresión de la única manera posible: roja para el argentino.
La revisión de la imagen por TV mostró con claridad que Moreno, al querer deshacerse de la pegajosa marca de Martínez, tomó envión y le aplicó un fortísimo cabezazo a su rival en el pómulo.
Luego del repudio y las críticas generales, empleó su cuenta personal de Instagram para disculparse. “Hinchada Palmeirense, me gustaría pedir unas sinceras disculpas por mi expulsión el miércoles. Sé que no tomé la mejor decisión en ese momento, terminé lastimando a mis compañeros en un partido muy importante para todos nosotros y, lo más importante, no seguí los valores y el ejemplo que tiene todo este equipo“, decía en el prólogo de una historia en Instagram.
Al parecer, no quedaron rencores. Moreno es el “otro” argentino (Agustín Giay, ahora, está en el banco) que planta bandera con la estirpe de nuestra idiosincrasia futbolera.