Es la última jugada del partido en el estadio de Vélez y el capitán de los All Blacks toma una decisión forzada, de esas que pocas veces han tenido que tomar los tres veces campeones del mundo. Ellos escribieron muchas veces la historia. Muchísimas más de las que no. Han tenido durante un siglo la lapicera que firma y pone el sello final a cualquier asunto referido al rugby internacional. Pero en esa decisión de pedir palos para perder por poco, es decir por menos de siete puntos y llevarse un bonus en el Rugby Championship 2025, Damian McKenzie está cambiando la percepción que una generación de chicos y chicas que miran rugby en Argentina y Sudamérica pueden tener de sí mismos.
A partir de ahora es probable que veamos menos gente usando camisetas negras con el logo de los New Zealand All Blacks. Toda una generación, la que desde que tiene uso de razón y le gusta este deporte, ha visto a los Pumas jugar el Rugby Championship y a los Jaguares en el Super Rugby. Ahora ya no tendrán a los All Blacks como referentes e ídolos. ¿por qué iban a hacerlo si desde el 2020 para acá son el equipo al que los Pumas más han vencido?
Es muy probable que la generación de chicos que ya vio a Argentina jugar dos finales en fútbol, ya de como algo natural que Argentina sea una potencia del rugby. Y detrás de esa percepción hay algo mucho mas potente: la capacidad de imaginar algo nuevo.
En ese penal que entraba sin generar dolor ni angustia en el 99% de los espectadores del Amalfitani se terminaba de caer una estatua. La imagen colosal de autoridad que hemos tenido por décadas, el sábado se terminó de partir en los 3 puntos finales que aportó McKenzie para cerrar el resultado 29 a 23 para los Pumas.
El partido fue tremendamente bien planteado, con los Pumas dominando en el contacto, sin entregar la posesión y utilizando el pie para avanzar, con patadas altas y a disputar pero nunca darles la iniciativa a los All Blacks. Tener posesión, mucha, casi sin dejar que ataque el rival. Y si tocaba hacerlo, defender de pie para no dejar espacios ni posibilidad de que los neozelandeses puedan jugar dentro de la defensa pero disputar la pelota en el ruck en las ocasiones que se pudiera.
En un párrafo no puedo describir todo el planteo táctico, sería injusto. Solo quiero destacar el ingenio, pero también quiero subrayar que ese ingenio es producto de un pensamiento largo, minucioso, como si Felipe Contepomi hubiese estado sentado durante años meditando al respecto. Como Bodhidarma, aquel monje de la filosofía Zen que pasó 9 años sentado frente a una pared meditando sobre su propia mente. Felipe fue más lejos que el monje: arrancó a reflexionar sobre este partido unos 28 años atrás.
Me pregunto si el planteo no fue la suma de experiencias puestas todas a favor de la mejor opción. Si no empezó en 1997, en aquél 93-8 adverso en el que los de Negro parecían jugar a otro deporte. En esa época, la preparación atlética, la técnica y la comprensión táctica de ellos era enormemente superior a la de Argentina. Me pregunto si ese día fue que se tuvo la primera idea, si quienes pensaban el rugby argentino ya se animaron a pensar que algún día, quizá en un futuro lejano, los Pumas podrían dominar a All Blacks, no solo ganarles, porque ganarles ya era mucho, pero dominarlos, dejarlos sin alternativas de juego a ellos, el equipo que históricamente domina, el que siempre ataca, el que mentalmente está un paso por delante de todos.
Tengo esa inquietud, y me tomo la licencia de pensar que sí. Y quienes lo pensaron imaginaron ese día sabiendo que en el medio había que vivir muchas derrotas, caídas, giras, planteles, entrenadores, análisis de partidos, análisis de procesos. Todos pasando la posta llena de información. El conocimiento es el activo más grande que se puede tener.
Lo que nos faltaba era agrandar nuestro activo. La manera de agrandar el activo es que más gente juegue al rugby, se entrene y tenga conversaciones sobre el juego. Eso es lo que viene pasado en Argentina en los últimos 25 años. La entrada al Rugby Championship no fue el comienzo de todo, fue un salto exponencial en la conversación, un crecimiento del activo que amplió la visibilidad. En ese 2012 la imagen de Damian McKenzie pateando a los palos en el minuto 80 se hizo un poco más nítida.
La competencia es una manera de expandir los límites. La palabra Competir tiene origen latín (Competere) y está compuesta por la palabra “com” y quiere decir “juntos” o “ al mismo tiempo” y “petere” que significa “buscar” o “coincidir”. Podemos deducir que competir es el verbo de ir a buscar juntos. En términos deportivos podría ser buscar junto al rival los límites del otro. Pero también podemos pensar en buscar los límites propios. Por eso decimos que se compite contra uno mismo. Los límites no son solo técnicos o físicos. Son también los límites del pensamiento y la imaginación.
Durante muchos años, competir contra los mejores era difícil para Argentina. Más fácil la tenían los europeos que durante un siglo habían jugado entre sí. La cercanía entre los países de Europa era el factor mas importante para tener una competencia continua y fuerte. Los Países del hemisferio Sur, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda, herederos de la cultura sajona, ya tenían una cultura de rugby mucho más fuerte que la nuestra. Sus performances en mundiales y test matches lo evidenciaban. Estratégicamente, inmediatamente después del mundial de 1995 y con la oficialización del profesionalismo del deporte, se aliaron para crear el torneo Tri Nations que comenzó a jugarse en 1996. Lejos estábamos de sentarnos en esa mesa.
Los Pumas tenían que conformarse con un calendario desordenado hasta que a comienzos de este siglo World Rugby ordenó el calendario global con las ventanas de Julio y noviembre.
Hubo gente que se sentó como Bodhidarma a pensar. El pensamiento es contagioso cuando te cuenta un futuro que entusiasma. Cuando te dice que podría ser una posibilidad que en la década del 2020, en 11 partidos con los All Blacks, le ganen 4, y 2 de ellos fueran de visitantes.
Es probable que Nueva Zelanda nos gane de nuevo, que nos gane bien, con contundencia. En esta columna no estoy declarando su muerte como potencia. Estoy, más bien, leyendo los tiempos. Trato, en unos breves párrafos, de entender lo que les está pasando a los chicos y chicas que miran este deporte. Y me ilusiono con la idea de que con la declaración de los All Blacks, al querer perder por poco ante los Pumas, más de ellos se animen a competir y desafiar sus propios límites.