El circuito de Hungaroring enseña que todas las estrategias son posibles para ganar. En el siglo pasado y en la nueva era, con multicampeones como Michael Schumacher (Ferrari) y Lewis Hamilton (Hamilton) que se exigieron para que el muro pueda planificar hasta tres detenciones en boxes y treparse a lo más alto del podio. Con un ladero como Fernando Alonso, que se sacrificó por su compañero Esteban Ocon se estrenó entre los vencedores de la Fórmula 1 y firmó el único festejo de Alpine en el Gran Circo.
Un año atrás, en el Gran Premio húngaro, McLaren dispuso lo que el paddock denominó las Papayas rules, que resultan las directrices de la escudería de Woking sobre cómo deberán competir sus pilotos Lando Norris y Oscar Piastri, que en el trazado que se enclava a poco más de media hora de la capital Budapest selló en 2024 el primero de sus ocho éxitos en la F.1. La nueva aventura presentó a las mismas espadas batallando por el triunfo y Norris, que en la largada cayó del tercer al quinto puesto, se recuperó y con la táctica como aliada revirtió la curva, derrotó a Piastri, recortó a nueve unidades la distancia en el Mundial de Pilotos y reanima la pulseada interna en McLaren.
“Que compitan duro, que compitan limpio y que traten de sumar la mayor cantidad de puntos para el equipo. Después, queda en ellos decidir quién queda delante de quién. Cada vez que tenés a tus dos autos tan cerca es para comerse las uñas, pero creo que hacen un gran trabajo. La relación que tienen es fantástica: invertimos mucho tiempo y esfuerzo en construir este equipo y lograr una buena química interna, y todo eso comienza con los pilotos.
Claro que ambos quieren ganar, pero conociendo sus personalidades y sus formas de correr no veo por qué no podrían seguir siendo muy buenos compañeros de equipo”, analizó Zak Brown, el CEO de McLaren, el hombre que reactivó al equipo de Woking, que una década atrás era el noveno team de la grilla y en 2025 se prepara para celebrar el décimo título entre los Constructores: los 299 puntos de ventaja sobre Ferrari encaminan hacia la celebración.
Las estrategias convirtieron a la carrera en una partida de ajedrez emocionante, con incertidumbre. Con el retroceso después de que se apagaron los cinco semáforos, Norris estaba obligado a reinventarse, mientras McLaren, en una tarea de pinzas, incomodó con planes diferentes a Ferrari, que dominaba con Charles Leclerc. El monegasco, autor de una excepcional pole, y Piastri, certificaban un gran premio con dos detenciones para cambiar neumáticos.
La invitación que llegó desde la radio, a través de su ingeniero Will Joseph, el reto que aceptó el británico: “¿Cuarenta vueltas con gomas duras?”, el desafío que descubrió como respuesta un tajante “¿por qué no?”, del piloto. Norris estiró el primer stint y la doble planificación que creó el ingeniero indio Randeep Singh, jefe de estrategias de McLaren, aniquiló a Leclerc, que observó la derrota de Ferrari: “Perderemos esta carrera. Ustedes me tienen que escuchar cuando yo doy soluciones a los problemas”, se quejó amargamente Leclerc, que pulseaba solo con los chicos de Woking y se hundía en el clasificador, al extremo de recibir una sanción de 5 segundos por manejo potencialmente peligroso, al defender la tercera posición que le arrebató George Russell (Mercedes).
Con 18 giros para la bandera a cuadros, Piastri ensayó la segunda parada en boxes y salió a recortar los 12 segundos que los separaban de Norris. Los mecánicos de McLaren no enseñaron favoritismos entre los pilotos: 1,9 segundos fue el tiempo que demoraron en cambiar los cuatro neumáticos de los dos autos. Gomas nuevas contra usadas, pero con el cronómetro a favor y un detalle no menor: la posición en pista en Hungaroring es determinante, porque es un trazado complejo para adelantar.
Con cinco giros para el desenlace, Norris se preparó para el juego defensivo. Salir derrotado en la última carrera antes del receso no estaba en su manual: era un tropiezo anímico, un mazazo devastador para las aspiraciones de ser campeón del mundo, porque Piastri se marcharía de vacaciones fortalecido de espíritu y con 23 puntos de ventaja. Casi las unidades con las que se premia una victoria en la F.1, que son 25.
Con Piastri en rango de DRS, las tres vueltas finales detectaron el nerviosismo en el garaje, donde las risas nerviosas graficaron el drama que casi se vive cuando en el penúltimo giro el australiano se lanzó y bloqueó los neumáticos para no atropellar a Norris en la Curva 1. La radio se encendió y el mensaje fue contundente: “Recuerda cómo vamos a correr”, escuchó Piastri, que durante la carrera apuntó que su rival sería su compañero de equipo y no Leclerc, exponiendo que no le molestaba un éxito del monegasco, aunque sí que el británico se alzará con el triunfo.
“Estoy muerto. La estrategia de una parada nunca fue una opción, pero todo cambió con la largada. El triunfo fue una recompensa por el esfuerzo, aunque cuando caí al quinto puesto no pensé que podía ganar: quizás terminar segundo era un buen final. Pero girar con aire limpio ayudó a planificar todo de nuevo. Es una pelea muy dura, estresante, pero también divertida. Es un gran momento para nosotros como equipo y hay que darle credenciales a Oscar porque está haciendo un gran trabajo”, resaltó Norris, que sabe que el rival en el duelo por la corona vive bajo su mismo techo.
En Hungría, McLaren celebró como equipo la victoria número 200. Con diez grandes premios para la finalización del calendario, gestionar la rivalidad entre Norris y Piastri será la misión en Woking.