El equipo de Diego ganaba 1 a 0; más tarde, se imponía por 2 a 1. Le empataron a ocho minutos del cierre y se quedaba casi, casi con las manos vacías. Las medias bajas. Creyó, con el aura desde el cielo y con el deseo de los que siempre pierden. Fue, una y otra vez, cabeza levantada y pecho inflado. Y en el descuento, marcó dos goles. Los últimos tres gritos fueron anotados por jugadores que saltaron desde el banco de relevos al campo de juego. Tenía destino de repechaje, inexorable repechaje. Ahora, vuela al Mundial, 28 años después.
Escocia lo hizo. La nación que siempre amó a Maradona. El primer grito, una chilena para todos los tiempos. El último, un impacto desde atrás de mitad de cancha. ¡Viva el fútbol!
No hace falta recordar cierta rivalidad -social, futbolera- entre ingleses y argentinos. No hace falta recordar el gol de La Mano de Dios y, sobre todo, la mejor obra creada en la historia de la Copa del Mundo. México ‘86 quedó demasiado lejos, menos para los argentinos y para los… escoceses. Enamorados de Diego, el enemigo público número 1 de los ingleses. “Ahí me aman por el gol que les hice a los ingleses”, contó el 10 alguna vez. Se visten con camisetas celestes y blancas, gritan “Argentina”, se emocionan como si hubieran nacido en nuestra tierra.
Pelusa marcó su primer gol con la camiseta argentina en este mismo escenario, el 2 de junio de 1979. Y dirigió su primer partido como entrenador contra Escocia… también bajo la magia de Glasgow, un 1-0 con gol de Maximiliano Rodríguez, el 19 de noviembre de 2008. Creer o reventar.
Más allá de la obra maestra de los Pumas en Murrayfield (ganó 33-24, luego de estar 0-21), los escoceses le tienen simpatía a los argentinos. O el odio a los ingleses se lo toman personal. Lo cierto es que acaban de crear una película de Hollywood.
Fue un final para todos los tiempos en Glasgow. El Ejército del Tartán jugó con flechas de todos los colores. Es el nombre que se le da a los aficionados de la selección, que se caracterizan por su apoyo apasionado y divertido, aunque también por su comportamiento festivo que incluye cervezas y gaitas.
La falda escocesa, además, es todo un símbolo de la cultura. El fútbol, como tantas veces, se mezcla con la sociedad, en un país de 6 millones de habitantes que llevaba desde 1998 sin disputar una Copa del Mundo.
La mística de los 55.000 espectadores en el Hampden Park (ahí fue donde se inspiró Diego de cortos y con el pizarrón) logró el imposible. El 4 a 2 se resolvió en unos frenéticos minutos del tiempo añadido.
Scott McTominay, emblema moderno de Napoli (el otro gran equipo de Diego) adelantó a Escocia, aunque un rato más tarde, su compañero en esa frenética ciudad, Rasmus Hojlund, empató con un dudoso penal.
La expulsión minutos después de Rasmus Kristensen ayudó a los escoceses a volver a adelantarse en el marcador, con una obra de Lawrence Shankland, pero Dinamarca, implacablemente fría, empató de nuevo con un remate de Patrick Dorgu. Y dejó sin aire al público.
El tiempo reglamentario llegó a su final y dentro de los minutos añadidos, llegó la locura: primero, con un disparo de zurda exquisito de Kieran Tierney, imposible para el vuelo de Kasper Schmeichel, que a los 39 años hace lo que puede. En el cierre, algo adelantado, vio el gol de las eliminatorias. Kenny McLean levantó la cabeza desde atrás de mitad de cancha.
A Schmeichel le patearon cinco veces. Le convirtieron cuatro.
“Eso resume bien nuestro equipo, nunca abandonamos. Seguimos luchando hasta el final, es uno de los partidos más locos”, reaccionó el capitán Andy Robertson, símbolo de Liverpool, a la emisora británica BBC. Así, Escocia, con 13 puntos, superó a Dinamarca (11), que tendrá que disputar el repechaje.
Robertson, entre la emoción y la cerveza, contó que pasó la mañana con la cabeza en otro sitio, pensaba en Diogo Jota, su compañero en los Reds que murió en un trágico accidente. “Sé que hoy estará sonriendo en algún lugar”, aseguró, con una mueca de tristeza.
Steve Clarke, el entrenador de 62 años, se rinde ante la evidencia. “En la recta final del partido, la gente seguía con nosotros. Todo el mundo estaba en el estadio, nadie se fue porque se respiraba la magia”, sostuvo.
La táctica y la estrategia las dejó para otra función. Los cambios decisivos, también. “Llevo mucho tiempo diciendo lo buenos que son los jugadores y lo decididos que están a darlo todo por su país. Lo demostraron esta noche. No podría estar más contento por mis jugadores. Es fantástico. Va a ser genial y vamos a pasar una Navidad estupenda en casa de los Clarke, se los aseguro”, contó, al fin de cuentas, con esa irresistible ironía británica.


