Jugar en la quinta categoría de Finlandia puede sonar exótico, pero para Juan Ignacio Falcón es ya un hábito. El delantero argentino, que se formó en Independiente y tuvo un recorrido futbolístico por Italia, Chequia, Islandia y Gibraltar, encontró en el norte europeo un escenario tan frío como singular. “Me tocó entrenarme con -25 grados, con tres pares de medias y tres pantalones”, contó para LA NACION desde Keuruu, un pueblo de unos diez mil habitantes.
Falcón nació hace 26 años en Pehuajó, en el seno de una familia atravesada por el deporte. Su padre, Roberto “Coco” Falcón, fue un reconocido piloto de automovilismo. Pero no logró heredarle esa pasión a su hijo: “Me compraron un kart cuando era chico, pero lo usaba de arco. Siempre me tiré para el fútbol”, recordó.
Aunque Juan Ignacio nunca siguió el automovilismo, su padre siempre estuvo presente en la pasión de su hijo. “Me acompañó en los primeros viajes y hasta me visitó en Finlandia. Lo vi correr en Nürburgring, la pista más larga del mundo. Siempre estuvo conmigo”, valoró el futbolista, refiriendo al circuito alemán donde Juan Manuel Fangio consiguió su victoria más gloriosa, la que le valió la quinta corona en Fórmula 1. Hoy, es un sobrino quien continúa la tradición familiar, arriba de un kart.
‘Nacho’ Falcón empezó muy chico en la escuela de fútbol de los hermanos Mac Allister, en La Pampa, y de allí pasó a Independiente, en el que fue sparring de la primera división y compartió inferiores con Esequiel Barco y Ayrton Costa, entre otros jugadores de su categoría que llegaron a la primera.
Con pasaporte italiano, se marchó a los 19 años, luego de pasar por Agropecuario, pero no llegó a debutar en el primer equipo. Primero llegó a la sexta categoría de Italia, de difícil adaptación, al punto de que Falcón dormía en una cama compartida con un compañero. Después pasó a la reserva de un club checo, hasta que la pandemia lo obligó a volver. “En esa época todos teníamos miedo, no queríamos movernos. Fue una época muy rara”, lamentó Falcón, que agradeció poder estar en familia durante el encierro.
Islandia fue otra parada singular en su carrera: acorde con el contrato, debía cumplir horas de trabajo fuera del fútbol. Le tocó pintar casas y encargarse de las valijas en un aeropuerto, ya que no sabía inglés, mientras jugaba en equipos de tercera y cuarta categorías. La isla fue un destino difícil para vivir y para jugar, por los cambios de clima abruptos y, especialmente, los fuertes vientos. “En Islandia el viento cambiaba todo. Había partidos en los que la pelota volvía a nuestro lado”, relató.
La experiencia en Finlandia empezó con un traspié: “Llegué con el contrato firmado y me dejaron varado en el aeropuerto de Helsinki porque no dejaban entrar a nadie que no fuera personal de salud o estudiante”. Pasó un día y medio retenido en Migraciones, hasta que lo obligaron a regresar a la Argentina, sin que hubiera puesto siquiera un pie fuera de la estación aérea. Lejos de resignarse, el argentino insistió al tiempo. “Fue un poco de porfiado”, admitió. “No había podido entrar y estaba muy negado. Pero dije: ‘Por algo tiene que ser acá. Tengo que volver’. Y a los pocos meses, el equipo me llamó de nuevo, ya con las fronteras más abiertas. Entonces sí pude entrar y ya no paré”.
Cuando finalmente llegó al futbol finlandés, en 2021, después de entrenarse en Ciudad Bolívar, club del interior bonaerense, encontró una comunidad caracterizada por el orden y el respeto, aunque también un entorno distante. “Entrás al vestuario y algunos ni te saludan. No es mala educación; son así, muy tímidos”, explicó. Pero a la vez destacó la honestidad en extremo de los finlandeses, incluso con gestos en la cancha: “Una vez mi capitán simuló para conseguir un penal. El árbitro lo cobró y él le dijo ‘no, no fue. Simulé’. Yo ya tenía la pelota en la mano para patear”. No fue inocuo en el resultado el acto de juego limpio: “Íbamos ganando 2 a 0, estábamos retranqui. Y terminaron empatando, 2 a 2. Era como para matarlo”, agregó el extranjero.
Así caracterizó a la sociedad finesa, cuyos habitantes le dan la impresión de que se pelearan por “quién es el más honesto”. Al principio le costó entenderlo, pero con el correr de los años le sirvió para “crecer como persona”, y dejar atrás la costumbre de sacar ventaja, que caracteriza al fútbol argentino.
En Finlandia, el fútbol no ocupa el centro de la escena. El hockey sobre hielo es el deporte nacional. “Acá ven el fútbol como un hobby. Un chico de 18 años puede ser crack y a la familia no la interesa llevarlo a un club grande. En la primera división ganan sueldos similares a los de cualquier trabajo”, contó.
El clima condiciona todo, desde el fútbol hasta la vida diaria. “Te congelás las uñas. Se hace muy difícil”, graficó. En invierno, los partidos se desarrollan en los estadios cubiertos que tiene la mayoría de ciudades, con techo o bajo cúpulas inflables con calefacción. Muchas veces juegan varias categorías en una misma cancha. El contraste llega en junio y julio, en un breve verano en el que nunca oscurece: “Te vas a dormir a las 2 de la mañana y sigue siendo de día”.
De la cultura local lo sorprendió la costumbre del sauna, que la mayoría de la gente tiene en su casa —Falcón incluido—. Tan arraigada está que integra un ritual de comienzo de temporada para los equipos: “Entrás, tomás, hablás con el director técnico o el presidente y después te tirás al lago helado”, narró Juan Ignacio.
Como si el destino lo hubiera puesto a prueba, terminó afianzándose en el país que primero lo rechazó y después le abrió las puertas. En Keuruun Pallo, el club de Finlandia en el que actúa en la actualidad, encontró continuidad en la cancha y, al mismo tiempo, la estabilidad que no había tenido en otros lugares. “Este año es aquél en el que más cómodo estuve: departamento, auto, salario al día. Es el único club en el que repetí temporada”, celebró el argentino.
También remarcó que el buen presente deportivo le facilita la adaptación. En Keuruun Pallo se ganó a la afición desde el debut, cuando marcó el gol de la victoria contra el entonces puntero con un zapatazo desde la mitad de la cancha (un logro qué repitió en otra ocasión con la misma camiseta). Aquella conquista llegó a aparecer en el conocido programa especial de fin de año de TyC Sports conducido por Fernando Lavecchia.
Por cierto, no descarta volver a la Argentina. “Siempre está pendiente jugar en una liga de allá, aunque sea en la B Metro”, reconoció. Mientras tanto, disfruta del presente: “Gracias al fútbol conocí lugares increíbles y aprendí idiomas. Jugar en Finlandia es jugar relajado, sin presiones, aunque afuera haga 20 grados bajo cero”.