No fue la postal de una selección campeona del mundo en sus últimos amistosos antes de defender el título: el rival, el estadio, el césped, el contexto en general. La excusa, esta vez, era la celebración por los 50 años de la independencia de Angola, un festejo para 50.000 personas en el estadio 11 de Noviembre, el más imponente del país, que el gobierno reacondicionó con una inversión de casi 40 millones de dólares para dejarlo a punto para recibir a la Argentina.
El atractivo, estaba claro, pasaba por el público local, que por mil kwanzas -un dólar, en una economía en la que el salario básico ronda los 300- podía ver de cerca a las figuras albicelestes y, sobre todo, al propio Lionel Messi, cuya primera visita a Luanda incluyó un homenaje del presidente, João Lourenço, que con su desfile de fotos demoró más de diez minutos el inicio del juego, y una escena curiosa en el sorteo previo, cuando el capitán rival, Fredy Ribeiro, le pidió la camiseta. El otro beneficiado, por supuesto, fue la AFA, que sacó provecho económico de una nueva puesta en escena de selección en detrimento del nivel de preparación del equipo en la previa de la Copa del Mundo. El resultado fue previsible: un partido apático que la Argentina resolvió en dos jugadas y del que Lionel Scaloni casi no pudo sacar conclusiones pese al dignísimo papel de su rival.
“Con la camiseta de la selección no hay partidos amistosos”, había advertido el DT, subrayando que para varios futbolistas el encuentro tenía un valor extra por la posibilidad de mostrarse de cara a la lista para 2026 e intentando darle mayor entidad a un compromiso incómodo ante un rival menor, ubicado en el puesto 89 del ranking FIFA, que no se clasificó para el Mundial y que, como varios de los últimos adversarios, difícilmente puede ser un parámetro real para un equipo con aspiraciones mundialistas. Así y todo, acaso desmotivada por la diferencia de jerarquía con los africanos, Argentina no logró plasmar su superioridad en el campo: ganó 2 a 0 con goles de Lautaro Martínez y Messi, aunque en lo colectivo estuvo muy por debajo del nivel esperado.
Al inicio, fue Angola la que tomó la iniciativa ante una selección que no mostró la intensidad de otros partidos: llegó tarde a las pelotas divididas y sufrió desacoples defensivos poco habituales. Los cambios en defensa -Rulli en el arco; Tagliafico como segundo central y Foyth y González en los laterales- no funcionaron del todo, y tampoco hubo buena cobertura en el medio con el doble 5 de Mac Allister y De Paul.
Pese al correcto nivel de Almada y Messi, a la Argentina le costó adueñarse del trámite, incluso con los espacios que dejaba su rival. Angola fue un muy respetable partenaire, que se plantó de igual a igual y generó cierto peligro con la velocidad de sus atacantes, sobre todo por el sector derecho, donde González, en su doble rol de lateral-volante, dejaba huecos a su espalda que obligaban a Tagliafico a multiplicarse por él y su compañero.
A la selección le llevó 18 minutos rematar al arco: la jugada nació de un robo de Thiago Almada en la salida de Angola, siguió con un buen pase de Lautaro y terminó con una definición de Messi que, al filo del offside y en una posición donde casi nunca falla, hizo lucir a Hugo Marques. En el final del primer tiempo, Argentina levantó el ritmo y empezó a merodear el área con mayor decisión.
Especialmente cuando la pelota pasaba por Almada, el más activo, que al menos mostraba ímpetu e intención de progresar. Junto a Messi armó entonces una jugada con el ADN de la selección, a puro toque, con una doble pared que terminó en un remate del astro que se fue a pocos centímetros del ángulo. En la acción siguiente, Lautaro marcó el 1 a 0 tras un pase al espacio de Messi y un disparo cruzado que se le escapó entre las piernas al arquero.
El gol al cierre de la primera parte no alteró la cadencia de la selección, que siguió en la misma línea y, más allá de algún lujo de Messi o las apariciones fugaces de Almada, no dejó demasiado por destacar. Faltó solidez en el fondo, circulación en la mitad de la cancha y mayor lucidez arriba -Argentina cayó cuatro veces en fuera de juego-, aunque las oportunidades de gol fueron realmente escasas. El estado del campo, es cierto, tampoco ayudó: el césped alto y desparejo, por sectores, hacía casi imposible dominar la pelota. Aun así, la despedida del año estuvo lejos de ser satisfactoria y tampoco le permitió a Scaloni probar demasiadas variantes: cuatro de las seis cambios fueron después de los 85 minutos. Ni Kevin Mac Allister ni Emiliano Buendía, los que más jugaron, mostraron nada distinto, y los ingresos de Perrone, José Manuel López y los debutantes Prestianni y Panichelli fueron prácticamente testimoniales.
El resumen del partido mostró más llegadas claras de Angola que de Argentina, con algunas entradas fuertes de Romero y Tagliafico como señales de impotencia en un encuentro que no le sentó cómodo a la selección y que otra vez atenuó el grado de exigencia para el equipo en una instancia clave de su puesta a punto. En el banco, Scaloni mostró un gesto de inconformismo, consciente de que quedan pocas pruebas antes de la Copa del Mundo y que las chances de probar el equipo son cada vez más escasas: en marzo será la Finalissima ante España y habrá un amistoso más aprovechando la fecha FIFA, y ya en junio de 2026, ya con todo definido, habrá otros dos ensayos ante México y Honduras, ambos en Estados Unidos.
Argentina se llevó la victoria en un partido que debería quedar pronto en el olvido, aunque el resultado del Mundial revelará el verdadero valor de estos encuentros, viendo mucho más allá del dinero que generan.


