El tiro de salida fue a parar al medio del famoso church pew bunker y el estadounidense Scottie Scheffler se desquitó golpeando con furia su driver contra el césped. La trampa de arena que se extiende por 109 yardas entre los fairways de los hoyos 3 y 4 es uno de los tantos sitios por evitar a lo largo de los extensos 18 hoyos de la cancha de Oakmont Country Club, sede del 125º US Open. Está atravesado en forma transversal por 13 hileras de pasto alto que se asemejan a bancos de iglesia, de allí el apodo “church pew”) que recibió por parte de algún ignoto socio del club y quedó para la posteridad. Es tan sólo uno de los 168 bunkers que ofrece el recorrido, y acaso uno de los más icónicos del mundo.
En la que es considerada la cancha más difícil de Estados Unidos, antes que no cometer errores –prácticamente una utopía–, la clave es no enredarse y sobreponerse a ellos. Por eso los 65 golpes que empleó Sam Burns por la mañana en la segunda vuelta pueden ser considerados un lujo. Ese otro estadounidense puso un -3 en el tablero que no tardó en escalar hasta lo más alto a medida que el resto se deslizaba. Una sensación similar a la que experimentó el argentino Emiliano Grillo: le habrá dolido terminar con bogey, pero el 72 final y el +3 acumulado lo ubican en un expectante puesto 12.
La reacción de Scheffler al lanzar a un bunker
De allí la sorpresiva reacción del número 1 del mundo y máximo favorito a quedarse con el trofeo. Reconocido por su temple de acero, por el hielo que recorre sus venas en los momentos decisivos, Scheffler no logró evitar que la cancha se le metiera en su cabeza. No fue un único golfista que sucumbiera ante la fiereza de Oakmont. En el hoyo 12, pegando desde el medio del fairway tras una salida perfecta, Rory McIlroy, reciente campeón del Masters, mandó el segundo tiro a la izquierda, bien metido en la espesura del rough. Frustrado, tomó el hierro y lo arrojó con vehemencia unos 10 metros hacia adelante. Una reacción nunca vista del norirlandés, que después de ganar el Masters, cortar con eso una racha de once años sin majors y redondear el Grand Slam de carrera, parece haber perdido el enfoque.
Aunque lejos de los lugares de privilegio donde se esperaba verlos, tanto Scheffler como McIlroy, los campeones de los dos primeros majors del año, al menos consiguieron surfear las adversidades y quedaron dentro del corte. Scheffler firmó 71 y con +4 en el campeonato saldrá a jugar este sábado en el puesto 23, todavía con buenas perspectativas.
McIlroy, en cambio, apeló a su genialidad para cerrar con un birdie y, con 72, quedar en +6, casi al límite del corte. La mueca que insinuó tras el golpe con el hierro con que dejó dada la pelota decía todo: demasiado poco, demasiado tarde. ¿O tienen algún as en la manga para meterse a la pelea?
Está claro que en esta cancha nadie está a resguardo y cualquier cosa puede pasar en los últimos 36 hoyos. Si no, que lo diga el sudafricano Thriston Lawrence: empezó con tres birdies seguidos y llegó a poner un -6 al tope del tablero, pero se derrumbó con seis bogeys y un doble bogey hasta terminar +1 y caer hasta la posición 6, cuando le quedaba un putt para terminar la vuelta. El juego se suspendió por tormenta eléctrica con 12 golfistas, pertenecientes a cuatro grupos, todavía en la cancha.
La bronca de McIlroy en el hoyo 12
El campeón defensor, Bryson DeChambeau, firmó 77 y con +10 se quedó fuera de las últimas dos jornadas. Otros ilustres que verán el desenlace por televisión como el estadounidense son sus compatriotas Phil Mickelson (falló por pocos centímetros en el 18 un largo putt que lo habría metido) y Dustin Johnson (ya no es noticia), el irlandés Shane Lowry y los ingleses Justin Rose y Tommy Fleetwood.
“Mentalmente no hay ningún hoyo al que se pueda considerar fácil”, dijo Burns, uno de los apenas 12 jugadores en hacer 65 o menos en las diez ocasiones en que el US Open se desarrolló en esta cancha. “No hay un hoyo en el que simplemente puedas pararte, pegar y no prestar muchísima atención a lo que estás tratando de hacer. Requiere enorme concentración en cada golpe, incluso cuando estás en el rough y sólo querés devolver la pelota al fairway. Cada golpe es difícil. Así que tenés que estar muy concentrado y poner mucha energía mental en cada tiro, y con el tiempo, eso se vuelve bastante agotador”, comentó el puntero.
La lluvia que apareció sobre el cierre del día puede implicar cierto alivio. Las 7400 yardas (y sólo par 70) se harán aun más largas, es cierto, pero los greens estarán más receptivos. “Son extremadamente difíciles”, explicó el líder. “Muchas veces tenés putts de 4 o 6 metros con los que ni siquiera estás tratando de embocar: sólo querés acertar la velocidad y esperar que la pelota se acerque al hoyo. La combinación de la velocidad con la pendiente que tienen es lo que los hace tan difíciles”.
Luego de que completen su segunda jornada quienes quedaron con uno o dos hoyos pendientes, la tercera vuelta se iniciará con apenas tres jugadores bajo el par: Burns; el estadounidense JJ Spaun, líder tras los primeros 18 hoyos (hizo 72 y quedó en -2), y el noruego Viktor Hovland (68 y -1). La USGA no podría haberlo guionado mejor.