Franco Colapinto tuvo un notable decaimiento físico el último domingo tras bajarse del auto en Monza, donde finalizó 17º. Tuvo que sentarse varios minutos cerca de la zona de entrevistas para reponerse. No lo consiguió del todo y, visiblemente agotado, atendió únicamente a las cámaras de ESPN Argentina y se retiró.
En la carrera de Singapur con Williams, en la que concluyó 11º el año pasado, también mostró claros signos de debilidad. Llegaba “crudo” porque venía de la Fórmula 2 con carreras que no duran más de 50 minutos.
El caso de Franco pone sobre la mesa, una vez más, las extremas exigencias que el cuerpo de un piloto de F1 debe resistir cuando combate a 340 km/h durante 90 a 120 minutos en un circuito. Unas exigencias que, con cierta frecuencia han provocado pérdidas de visión, excesivo estrés cardíaco y, lo que el común de los aficionados suele ignorar, una afectación neurológica importante que puede provocar un desvanecimiento.
Faltan tres semanas para la “prueba de fuego” de este año, el Gran Premio de Singapur. La combinación de alta temperatura en el cockpit, que puede alcanzar y superar los 60ºC, la alta humedad ambiente y el esfuerzo físico resulta un cóctel explosivo en la ciudad asiática.
Con temperaturas ambiente que pueden alcanzar entre los 30° y 45° en circuitos como Singapur o Baréin, la temperatura dentro del cockpit se dispara desde los 50° hasta los 65°.
En Bahréin, donde Sergio Checo Pérez y Lance Stroll colapsaron en 2020, las temperaturas alcanzaron los 62°C. Bajo estas condiciones, un piloto puede perder entre 2 y 4 kg de peso por carrera debido a la sudoración, una merma que puede llegar a los 3,8 kg, como experimentó Max Verstappen en Singapur 2023. Perder más del 3% del peso corporal por deshidratación reduce el rendimiento cognitivo de un 20% a un 30%, un margen inaceptable en un deporte donde cada milisegundo es crucial.
En 1997 en el Gran Premio de Italia, Heinz-Harald Frentzen colapsó vomitando y dijo: “Sentía que mi cerebro hervía… no podía ni caminar derecho”. Estos testimonios subrayan la hipertermia como la principal causa de colapso, superando incluso a la hipoglucemia.
“Sentía que me iba a morir… no veía, no oía, solo quería salir de ese infierno”, añadía.