De todas las esquirlas que dejó el explosivo choque entre Francia e Irlanda del último fin de semana por el Seis Naciones (42-27 para el Gallo en Dubín), el dilema sobre la moralidad de disponer un banco de suplentes 7-1 es la más candente. El debate, que comenzó con cuestionamientos a la novedad que introdujo Rassie Erasmus en los Springboks en 2023, promete prolongarse y profundizarse al punto de alterar el reglamento, con el riesgo de seguir socavando la esencia del rugby.
Se anticipaba como el partido insigne del Seis Naciones y uno de los mejores del año, y no defraudó. La atronadora victoria en Lansdowne Road pone les Bleus al borde de reconquistar el título tras dos años de ser segundo de Irlanda. Los isleños vieron cómo los visitantes les dejaban seriamente amenazada su chance de conseguir el primer tricampeonato en solitario en 142 años de historia del certamen. Y eso que, en un lapso de 15 minutos de acción, Francia perdió a Antoine Dupont y la ventaja inicial en el marcador.
La lesión de Dupont es otro de los efectos colaterales del reguero de pólvora que resultó el partido. El mejor jugador del mundo sufrió una rotura de ligamentos cruzados cuando, en la limpieza de un ruck, Tadhg Beirne cayó sobre una rodilla del rival. Fabien Galthié exigió sanción para el infractor, pero sus reclamos no fueron atendidos. Hubo una infracción no penada del segunda línea por caer sobre el ruck, pero no una acción maliciosa. La herida fue consecuencia de una acción fortuita; no correspondía tarjeta.
Será interesante ver cómo se desenvuelve Francia sin su jugador estelar. En 2024, su estadía en el seven coincidió con una merma en el rendimiento del equipo de 15, pero ésta puede ser adjudicada también a la transición post golpe mundialista. El sábado, en cambio, el ingreso de Maxime Lucu no alteró el funcionamiento colectivo. Al contrario. Si bien el 9 de Bordeaux no tiene la explosividad ni la espontaneidad de Dupont, propicia que el equipo juegue de manera más sistémica.
Dupont salió a los 29 minutos. A los 6 del segundo tiempo, en la misma acción en que Paul Boudehent marcaba el try que le devolvía la ventaja a Francia, el centro Pierre-Louis Barassi sufrió una conmoción cerebral que lo obligó a salir. Galthié no tenía más tres cuartos en un banco conformado por siete forwards y un solo back. “No puedo esperar ver a [Anthony] Jelonch jugando de número 12”, escribió un periodista de The Guardian antes del partido. Premonitorio, aunque no fue Jelonch, sino Oscar Jégou, quien mutó de posición. Aquello de lo que tanto se regodeaban los detractores acerca de que podía pasar, pasó. Pero… Francia no pagó el precio. El tercera línea que debutó en julio en Mendoza ante los Pumas ingresó como centro y cumplió. Bah, la rompió. Estuvo por todos lados y asestó once tackles en 33 minutos.
Desde que en la fecha anterior, frente a Italia, Galthié puso a siete forwards en el banco y metió seis al mismo tiempo al inicio del segundo período, fue blanco de ácidas críticas. Que están arruinando el juego, que contradice el espíritu del rugby, que ponen en riesgo la integridad física de los jugadores, que es injusto para los rivales. Los mismos cuestionamientos que recibió Erasmus cuando implementó esta modalidad en Sudáfrica. Lo había hecho frente al propio Irlanda, en el Mundial de Francia, y no le había resultado. Pero lo repitió en la final, ante los All Blacks, y terminó levantando la copa.
“Hay que cambiar la ley y forzar que haya al menos tres backs entre los suplentes”, reclaman algunos, casos Matt Williams, ex entrenador de Escocia, y Stephen Jones, prestigioso columnista de The Times. “Los cambios en el rugby no fueron implementados para tener un pack fresco en el segundo tiempo”, se atajó Greg Townsend, actual preparador de Escocia, que será el adversario de Francia el sábado en la última fecha.
El contraargumento de Gregor Townsen, DT de Escocia
Históricamente, la constante modificación de las reglas fue sinónimo de progreso en el rugby. Últimamente se ha convertido en un factor de complejización de un deporte que ya de por sí no es nada sencillo. A más condicionantes, mayor diversidad de interpretaciones posibles, mayor potestad de discernimiento por parte de los árbitros. Resultado: menor capacidad de captar seguidores nuevos.
Antiguamente, por ejemplo, los cambios de jugadores durante un partido no estaban permitidos. En 1966, el capitán inglés David Parry sufrió un golpe en una rodilla a los 20 minutos frente a Francia por el Cinco Naciones, pero se inyectó un analgésico y siguió hasta el final. La lesión se agravó, a punto tal que Parry debió abandonar la práctica del rugby. A raíz de esa situación, al año siguiente la International Rugby Board introdujo la posibilidad de hacer cambios sólo en casos de lesión. Recién en 1996, con el advenimiento del profesionalismo, autorizó los cambios tácticos. Por entonces eran tres, luego fueron siete y desde hace 10 años, a partir de la incorporación del protocolo de conmoción, ocho.
Intentar imponer criterios posicionales entre los suplentes es obviar uno de los valores que enriquecen al rugby: la posiblidad que ofrece de lucirse a jugadores de diversos físicos y distintas habilidades. Sean pequeños y rápidos o altos y fornidos, técnicamente dotados o batalladores, todos pueden ser igualmente determinantes. La única excepción contemplable es el caso de los primeras líneas que, para evitar lesiones graves, requieren entrenamiento específico y hasta una certificación para formar en el scrum.
Si Galthié y Erasmus optan por arriesgarse y colocar un solo back entre los suplentes, aceptan las consecuencias. Todos los equipos tienen la posibilidad de incluir a seis o siete forwards en el banco si lo desean, pero acaso no tienen la versatilidad de Francia y Sudáfrica para tomar ese riesgo. No hay mayor injusticia que igualar castigando al que hace mejor las cosas.
La herida definitiva que propició la conquista de Dublín, con miles de franceses festejando en las tribunas, fue la confirmación de que el cuarteto de elite que conformaban Sudáfrica, Nueva Zelanda, Irlanda y Francia quedó reducido a una pareja de equipos: Sudáfrica y Francia. Los resultados y el rendimiento desde agosto hasta ahora lo confirman. Sudáfrica ganó el Rugby Championship y finalizó invicto en noviembre, instancia en que Francia venció por un tanto a Nueva Zelanda y no les dio chances a los Pumas, que venían caer de manera ajustada (e injusta) a manos de Irlanda.
No es casualidad que sean los mismos seleccionados apuntados por utilizar el bomb-squad desde el banco. Si fuera por el solo hecho de tener la posibilidad de cambiar 87,5% del total de los forwards al inicio del segundo tiempo y poner en la cancha un pack fresco, todos lo harían. Para ello, primero hay que tener forwards atléticos y dúctiles capaces de cubrir puestos en la línea de backs ante imprevistos, como Francia lo hizo con Jégou y como Sudáfrica empleaba a Kwagga Smith, ex jugador de seven.
Pero además, hay que tener backs versátiles capaces de cubrir varios puestos en la propia línea de tres cuartos. Uno nunca sabe quién va a lesionarse. Thomas Ramos puede ser fullback o apertura, y Dupont jugó varios partidos como 10 cuando entraba Lucu; en Sudáfrica, Faf de Klerk llegó a jugar como apertura y a patear a los palos, y Grant Williams formó como wing.
Finalmente, se requiere disponer de un plantel amplio, que permita conservar el funcionamiento más allá de los nombres. Sudáfrica tiene desde hace rato dos equipos de elite gracias a una rotación constante. Francia capitalizó la visita a la Argentina de julio con un equipo de desarrollo. Del triunfo en Mendoza y la derrota en Vélez surgieron Jégou, Hugo Auradou (los dos que fueron falsamente acusados de violación en Cuyo), Mickaël Guillard, Théo Attissogbe, Léo Barré, Émilien Gailleton…
El 8 de noviembre, Francia y Sudáfrica batallarán en el Stade de France en lo que se anticipa como el partido más atractivo del año. Todavía falta mucho rugby para eso. En julio, por ejemplo, los franceses viajarán a Nueva Zelanda para una serie de tres test matches, aunque presumiblemente sin sus principales figuras. Primero, claro, deben terminar la faena y vencer a Escocia en casa para abrochar el Seis Naciones. Será este sábado a las 17. Sin Dupont, pero con un banco temerario.