Leo Messi parecía en su mundo propio. Acababa de perder 3-0 una de las últimas finales que le quedan en su carrera. Luis Suárez, su amigo del Inter Miami, escupía a un rival. Sergio Busquets tiraba trompadas. Y Leo, en la mitad de la cancha, saludaba a los vencedores. Intercambiaba palabras amables con Brian Schmetzer, DT del rival Seattle Sounders, ganador de la Leagues Cup. Los Sounders, nueve títulos, tienen un historial mucho más rico que Inter.
Sin embargo, muchas de las 70.000 personas que colmaron su estadio el domingo fueron allí por Messi. Sus hinchas participaron incluso de un concurso para quedarse con una camiseta del crack. Pero Messi no jugó bien y el Inter de Javier Mascherano fue una decepción. Mañana, es cierto, habrá otro ambiente en el Monumental. Inicio de despedida y de agradecimiento eterno. Y la ilusión de que el Last Dance definitivo, el Mundial 2026 en Estados Unidos, pueda estar a la altura del mito.
En Venezuela, rival el jueves, todavía con chances de clasificarse por primera vez al Mundial, hay otras urgencias. Estados Unidos, justamente el anfitrión de la Copa, amenaza con invadirla. ¿Suspendería la FIFA en ese caso a Estados Unidos tal como lo hizo con Rusia por la invasión a Ucrania? En julio pasado, los adolescentes de entre 13 y 16 años del equipo Cacique Mara venezolano ganaron el Latinoamericano en México y se clasificaron para jugar la Serie Mundial de Pequeñas Ligas en Carolina del Sur. Estados Unidos denegó las visas.
¿Habrá veto también para los jugadores de la selección que dirige el argentino Fernando Batista si Venezuela se clasifica al Mundial 2026? Irán, que ya ganó su boleto, recibió garantías de visado, no así sus hinchas. “El Mundial se jugará en un país donde algunos no nos sentimos bienvenidos”, interpeló un periodista sudafricano a Gianni Infantino en una conferencia de prensa el sábado pasado en Nairobi, Kenia. El presidente de la FIFA tenía a su lado a Patrice Motsepe, vicepresidente FIFA, y cuñado de Cyril Ramaphosa, el presidente sudafricano a quien Donald Trump incriminó meses atrás en la Casa Blanca con afirmaciones falsas sobre asesinatos de granjeros blancos en su país. Infantino, sonrisa eterna, le recordó al periodista sudafricano que “todo funcionó bien” en el último Mundial de Clubes. Y afirmó que Estados Unidos organizará “la mejor Copa Mundial de la historia”.
Diez días atrás, Infantino mudó de Las Vegas a Washington el sorteo del Mundial. Será el 5 de diciembre en el Kennedy Center (que para entonces podría ser renombrado Trump Center si prospera el proyecto del legislador republicano Bob Onder, llamado “Make Entertainment Great Again”). Trump echó a buena parte de la Junta directiva del Kennedy Center y exigió programación nueva (“no más drag queens ni propaganda antiamericana”). Las Vegas aseguraba más show global. Y fue sede del sorteo del Mundial 1994, el primero celebrado por Estados Unidos. Pero Infantino quiere a Trump presente. Por eso cambió a Washington, la capital gobernada por demócratas y a la que Trump, padre de la ley y el orden, decidió ocupar militarmente invocando una falsa “emergencia criminal”. En rigor, el día más violento en Washington en la era moderna sucedió el 6 de enero de 2021, cinco muertos, decenas de heridos, cuando miles de manifestantes tomaron la Casa Blanca. Trump los indultó a todos y echó a los fiscales que los investigaron.
La prensa global debate hoy si Trump, el amigo de Infantino, es “autócrata”, “autoritario” o “dictador”. “Nos está saliendo caro el fascismo”, dice una crónica en The New York Times. Destaca que la militarización de Washington cuesta un millón de dólares por día y que la reciente orden judicial de cierre de Alligator Alcatraz -la cárcel para deportados que Trump inauguró en Miami en pleno Mundial de Clubes- implicaría una pérdida de 200 millones de dólares.
El último viernes, Trump dijo bromeando que Estados Unidos “hizo un poco” por Canadá y México (que albergarán cada uno 13 de los 104 partidos del Mundial). “Dije: ‘Déjenles algo’. Así que le dimos un poco a Canadá. ¿Ven qué amable soy? Y le dimos un poco a México”. Infantino debió hacer de bombero. Se reunió sorpresivamente con Claudia Sheinbaum. Y la presidenta de México publicó en sus redes que el Mundial, a pesar de Trump, comenzará el 11 de junio de 2026 en el Estadio Azteca, allí donde reinó Diego Maradona.
El domingo pasado, Lionel Scaloni contó en TNT que su prioridad es llegar “frescos y sanos” a un Mundial que, cuarenta años después, tendrá parecidos con el de México, porque volverá a jugarse bajo un calor altísimo y en horarios incómodos, aptos para la TV europea. Messi cumplirá 39 años mientras juegue su sexta y última Copa. El fútbol, agradecido. Infantino también. El juguete de la pelota que maquilla todo. En Qatar y en Estados Unidos. “Solo el fútbol”, dijo una vez Luis Fernando Verissimo, el escritor brasileño fallecido el sábado pasado, “te permite sentir a los 60 años exactamente lo mismo que a los seis. Todas las demás pasiones de la infancia se vuelven serias o desaparecen, pero no hay forma adulta de sentir pasión por el fútbol”.