A los 91 años, murió Patrick Gerrand-Hermés, uno de los empresarios más influyentes del mundo, multimillonario y que siempre tuvo una pasión: el polo. A tal punto que seguía practicando este deporte a pesar de los riesgos que conlleva. Nada frenaba el espíritu de Patrick a la hora de montar y de prenderse en alguno de los partidos, ya sea en Francia, en el Polo Club du Domaine de Chantilly, del cual fue fundador, como en Marruecos, en una de sus últimas creaciones: Royal Polo Club La Palmeraie.
Había nacido el 25 de septiembre de 1932 en París. Enviado a Copenhague para aprender inglés, se graduó en la Universidad de Oxford y proviene de una familia empresarial. De hecho, su tatarabuelo, Thierry Hemés, fue nada menos que el fundador de la firma francesa de artículos de lujo Hermés, con locales en las principales ciudades del planeta. Es Guerrand por parte de su padre, Jean-René, y Hermès por parte de su madre, Aline. Una familia normanda.
Su vida estuvo muy vinculada con Marruecos desde joven. Llegó a Marrakesh a los 22 años, como soldado de caballería del ejército. Hizo el servicio militar en el 4º regimiento marroquí, una unidad de caballería dependiente del ejército francés. Vivió los tiempos de guerra desde adentro y nunca temió confesar sus sensaciones. “Decir que quedé traumatizado es demasiado fuerte. El tiempo ha pasado pero el miedo permanece contigo, los recuerdos de los viajes en tercera clase sobre los vagones, las barras de hierro que se clavaban en tus costillas, la voz de tu madre que te regañaba para que te callaras, por miedo a que los alemanes te abrieran la puerta sin previo aviso”, relató alguna vez sobre momentos duros de su vida.
Viajó por Alemania. También por Túnez. Y hasta hizo un periplo a Estados Unidos en barco. Lejos de ser, este último, un viaje de placer. “Mi padre me hizo trabajar en el barco como marinero. Buscó que desarrollara el carácter; nos enseñaron a merecer lo que teníamos. Cuando Francia fue liberada, todos estaban arruinados financieramente, incluidas las familias adineradas, como los Rothschild, que tuvieron que reconstruir su imperio. A pesar de todo esto, mis padres fueron maravillosos. Mamá tenía una fuente infinita de afecto maternal y mi papá, en el sentido reflexivo, moldeó mi carácter”, fueron sus palabras de agradecimiento hacia sus progenitores y cómo lo formaron, en una entrevista con Standing Magazine.
No extrañó entonces su despegue como emprendedor. Y exitoso. Uno de sus objetivos fue la reurbanización de la ciudad de Marrakech y es especialmente recordada su adquisición de la villa conocida como Aïn Kassimou, comprada en 1984 como regalo para su esposa, Martine, y sus hijos Olaf y Mathias. Aïn Kassimou fue construida a finales del siglo XIX para Olga Tolstoi, pariente de León Tolstoi. Luego de la remodelación, ahora forma parte del Royal Polo Club de la Palmeraie.
Otra de las creaciones de aquellos años ochenta fueron las famosas carteras Birkin, consideradas las más caras y exclusivas del mundo. El propio Patrick Guerrand-Hermés contó algunos secretos de este producto cuyo valor oscila entre los 10.000 y 500.000 dólares, según los modelos, que son elegidos y exhibidos por celebrities en los eventos más importantes. “A la Birkin la hacemos toda a mano con el mismo espíritu, seriedad y sin agregarles tonterías. La clave de su suceso es el trabajo que tiene y el buen gusto”, reveló.
Un hombre ambicioso y perfeccionista Patrick. Siempre se remarcaba su profunda mirada azul. Pero a la vez, una persona que entraba en confianza y tenía un trato afable, muy cordial. Sobre todo cuando le hablaban de caballos.
Creador y visionario en el ámbito empresarial, fue el artífice del lanzamiento del polo francés. En 1996 fundó el Polo Club du Domaine de Chantilly, en tierras que en los años 20 pertenecían al Baron Robert de Rothschild. Junto con un grupo de amigos, le dio vida a una nueva entidad para empezar a cimentar la base. El crecimiento del club fue exponencial, desarrollándose rápidamente cada temporada, al punto de ser, en la actualidad, uno de los más grandes de Europa y sede del Open de France, la competencia polística más importante de ese país. En 1990, en su honor, se celebró una competencia para homenajearlo por sus 90 años. ¿En rol de qué? De jugador. No se lo iba a perder.
Ahora, ¿cómo había iniciado su vínculo con el polo? Lo contó hace un tiempo. “Me gusta pensar en mis abuelos que eran muy cariñosos, tiernos y generosos. Mi padre, Jean-René, no sólo era un perfumista, un olfato talentoso y reconocido, sino que también había sido cadete en la escuela de caballería de Saumur. Me llevó a una escuela de polo en París, y me impulsó”. Como el entrenador del lugar también trabajaba para la familia Rothschild, lo estimuló a que perfeccionara su equitación.
El tiempo pasó, fundó clubes, le dio trabajo a miles de personas y no tenía problemas en recordar sus comienzos. “Vivía entre las patas de los caballos. Mii tío materno me enseñó el rigor de montar y a tener respeto por el caballo. Le debo mucho. He montado a caballo toda mi vida y hasta ahora intento hacerlo todos los días”.
Fue presidente de la Federación Internacional de Polo (FIP), entidad que aglutina a las federaciones del mundo y que organiza, entre otras competencias, el Mundial de Bajo Handicap. Una entidad que, en sus orígenes, fue conducida por el argentino Marcos Uranga, otro impulsor del polo internacional.
La última gran etapa de Patrick fue en Marruecos, en La Palmeraie. “Durante un aterrizaje en el aeropuerto de Tánger, Patrick descubrió una playa desierta. Fue allí, en medio de la nada, en este templo del silencio, donde construyó el PGH Palmeraie Polo Club, en Rehouna, frente al océano Atlántico, entre Asilah y Larache. Puso a la región de Tánger en el mapa mundial del polo. Entre playas de arena blanca, dunas y paisajes exóticos, la zona cuenta con tres campos de polo, una pista de entrenamiento diario, un club house, paddocks. El club es como Patrick: no busca impresionar, simplemente expresa su pasión”, contó Marcel Rozier, un saltador francés y de las personas que mejor conoció a Patrick del ámbito ecuestre.
Un escenario paradisíaco, donde reina la tranquilidad, cerca del mar, pero sobre todo, donde se respira polo. Que es precisamente lo que acompañó a Patrick Gerrand-Hermés hasta el último chukker.
LA NACION