La Fórmula 1 recorre un tiempo dorado. El producto estalla en el cine, las plataformas de streaming, las redes sociales y como nunca antes el público marca récords de asistencia en cada uno de los grandes premios del calendario. McLaren debutó en el Gran Circo en 1966 y desde entonces celebró nueve Mundiales de Constructores, coronó campeones a siete pilotos y se encamina para festejar un nuevo doblete de éxitos: Oscar Piastri y Lando Norris batallan prácticamente sin rivales por el título individual, y juntos suman para que la escudería avasalle al resto entre los equipos.
La pulseada entre las espadas de un mismo garaje no es una novedad en la F.1 y menos en Woking, que conoce de duelos extremos: en los últimos 35 años vivenció durante dos cursos la feroz pelea entre Alain Prost y Ayrton Senna; en un calendario, la convivencia entre Lewis Hamilton y Fernando Alonso se hizo insostenible.
Ahora, la puja entre el piloto australiano, puntero del campeonato con nueve puntos de ventaja, y el británico, vencedor del último Gran Premio de Hungría, revela chispazos de tensión en la pista, aunque los movimientos son moderados desde el muro con las órdenes que emiten las radios. Las épicas de los desafíos del pasado quedan archivadas, a pesar de que los actuales intérpretes pretendan agregar grandilocuencia a la pulseada.
“Corren con intensidad, con mucha limpieza y tienen libertad para competir. Estoy seguro de que tendremos mucha emoción a lo largo de todo el año, también de que aún no vimos una batalla épica entre ambos: creo que es cuestión de tiempo”, analizó Zak Brown, el CEO de McLaren, el artífice de que el equipo se reconstruya desde las cenizas para liderar con amplio margen con el modelo MCL39.
Las expresiones idealizan aquellos días de rispideces, en los que Ron Dennis lidió con los infiernos que se desataban en cada aventura, aunque la tirantez actual es mínima y hasta los propios pilotos desestiman que existan una escalada. Quizás el estallido aparezca cuando aumente la presión por el desenlace: Piastri y Norris buscan coronarse por primera vez y ninguno deseará perder la oportunidad. Nadie sabe cuál podría ser el daño que provoque una derrota.
Un año atrás, en Hungría, McLaren tuvo el primer escenario de tensión. Una floja largada de Norris –al igual que el domingo pasado- promovió que Piastri tomara el liderazgo de la carrera. Las estrategias anularon al australiano, que recibió un undercut de su propio compañero, aunque desde el muro corrigieron el error.
Sin embargo, durante diez giros la situación fue estresante, con intercambios de mensajes. “Nos gustaría reestablecer las posiciones”, señaló el ingeniero Williams Joseph a Norris, que no obedeció de inmediato y recibió una reprimenda: “Ten presente cada reunión que tenemos los domingos por la mañana”.
Con tres vueltas para la bandera a cuadros, el británico intercambió la posición y Piastri festejó su primer éxito en la F.1. Ahí nació lo que el paddock denominó las papayas rules, un manual de estilo para detener posibles desastres en la pista que arruinen la tarea del equipo y enseñe falta de autoridad del team principal, Andrea Stella.
Tres días atrás, en Hungaroring, el fallo en la partida de Norris alteró la planificación: el británico ensayó un solo pitstop y logró resistir el ataque del australiano, que en la anteúltima vuelta se lanzó en la Curva 1 para ejecutar un sobrepaso, aunque sin espacio bloqueó los neumáticos para no atropellar a Norris y desperdiciar la carrera de los dos. Un par de curvas más adelante, la radio envió un mensaje inequívoco: “Recuerda cómo vamos a correr”, acusó Tom Stallard, un ex remero y medallista olímpico del equipo británico en la categoría ocho sin timonel en los Juegos de Pekín 2008.
La tensión de un año atrás dejó enseñanzas en McLaren, que desactiva desde el muro las posibles batallas, esa épica que Brown dijo que reluciría entre sus pilotos. No quiere repetir la estresante experiencia del pasado y mucho menos revivir el incidente en Montreal, donde Norris atacó un hueco inexistente, chocó a Piastri, se eliminó del gran premio, aunque tuvo la fortuna de no estropear la carrera del australiano, que era la cabeza de la carrera.
Aceptó y reconoció el error el británico, que tuvo un desquite en el circuito austríaco Red Bull Ring: Piastri lo asaltó en el giro 11 sin suerte –lo superó, pero quedó sin pista y volvió a perder el puesto- y nueve vueltas más tarde en la variante Niki Lauda –la Curva 4– a punto estuvo de llevarlo por delante. “La maniobra con el bloqueo fue demasiado marginal. No podemos volver a hacerlo”, lo regañó Stallard. “Perdón, fue mi error”, aceptó el oceánico. McLaren llamó a Norris al box, anuló riesgos y empujó al británico al triunfo.
“Todo el mundo conoce la historia de Senna y Prost, esa rivalidad, así como otras que ocurrieron fuera de McLaren. Los dos somos muy conscientes de que queremos mantenernos en este equipo, en este auto y en esta posición el mayor tiempo posible, así que lo mejor que podemos hacer como pilotos –más allá de ser rápidos- es aportar confianza y crear un buen entorno. Eso es importante para este año y para el futuro. Todos sabemos cómo pueden salir mal las cosas, pero hay razones para asegurarnos que eso no ocurra”, apuntó Piastri, que acepta las órdenes y desactiva que se repitan aquellos episodios que agitaban a los fanáticos de la F.1.
Norris apuntó a cuál será el factor que incline la balanza para un coche o el otro en la definición mano a mano en las últimas 10 estaciones del calendario. “No se trata de quién corre más rápido, quien adelanta mejor o quien corre mejor. Cada uno tiene sus fortalezas y si mantienes el primer puesto en la primera curva, normalmente lo mantienes hasta el final. No existieron grandes cambios de posiciones en el año: el que cometa menos errores será quien gane”, expuso el británico, que hace 60 carreras que comparte espacio con Piastri.
“Cada vez que tenés a tus dos autos tan cerca es para comerse las uñas, pero creo que hacen un gran trabajo. La relación que tienen es fantástica: invertimos mucho tiempo y esfuerzo en construir este equipo y lograr una buena química interna, y todo eso comienza con los pilotos”, resaltó Brown, que disfruta del éxito de McLaren, añora los duelos extraordinarios del pasado, aunque como CEO prefiere mantener el control desde el muro.