El 15 de diciembre de 2024 Vélez se consagraba campeón por unanimidad. El equipo que mejor había jugado durante toda la temporada borró de la cancha a un Huracán, que había llegado a Liniers también con posibilidades de terminar primero en la Liga Profesional. Los hinchas del Fortín aplaudieron de pie y festejaron la identificación que había generado en ellos un equipo que pudo haber levantado más de una copa, en referencia a las finales perdidas ante Estudiantes (dos veces) y Central Córdoba de Santiago del Estero. Antes que todo eso había conseguido la clasificación a la Copa Libertadores 2025, si hasta Carlos Bianchi, en medio de lo que el equipo venía mostrando, había dicho: “Hay que creer que la historia se puede repetir”, en referencia al glorioso título de 1994. Pero el escenario se modificó mucho (y demasiado pronto).
Es cierto que el fútbol argentino es exportador y muchas veces deficitario. Incluso poderoso como River, Boca y Racing están obligados a vender futbolistas para equilibrar finanzas. Sucede todos los años además. Por los bajos premios que otorga la AFA por títulos conseguidos o avances en las instancias de un torneo como la Copa Argentina, además los clubes se ven obligados a buscar recursos vía shows, recitales y eso también genera un problema colateral: el deterioro de los campos de juego. El tema fue que el Fortín perdió demasiado (el DT, los jugadores) y hasta se permitió ser local en un césped que no lo permitía, que no era digno de lo que su propio equipo había hecho en 2024.
Vélez perdió los tres primeros partidos del Torneo Apertura 2025, y más allá de la ilusión que puede generar una joya como Alvaro Montoro, la gran preocupación es cómo podrá afrontar la Copa Libertadores.
El desparpajo de Montoro ante Instituto
¿Qué le pasa? De la foto que se consagró campeón ante Huracán, Vélez perdió al entrenador Gustavo Quinteros (se fue a Gremio) y a dos de las principales figuras de la campaña: Valentín Gómez (todavía con destino a resolver) y Claudio Aquino (Colo Colo). Antes había sufrido la baja por lesión de Thiago Fernández; ahora se lesionó Joaquín García (lateral derecho con proyección de selección que sufrió la fractura de su tobillo derecho) y Maher Carrizo (que había tenido buenos desempeños en la recta final) está disputando el hexagonal final del Sudamericano Sub 20 en Venezuela. Además, perdió a Jalil Elías -el titular número 12 para Quinteros-, que regresó a Johor de Malasia, y Tomás Guidara (emigró a Huracán).
Pudo haber tenido un gran refuerzo con Mateo Pellegrini, el 9 de muy buena campaña en Platense, pero el delantero tenía intenciones de emigrar y fue vendido a Parma, de Italia.
En cuanto a los refuerzos, llegaron Kevín Vázquez (Ferro), Claudio Baeza (Toluca de México), Imanol Machuca (Fotaleza de Brasil) y Tomás Galván (exRiver que Domínguez dirigió en Tigre), pero recién están en la etapa de adaptación.
Es lógico que se empiece a ver un recambio en Vélez, el tema es la paciencia del hincha. Hasta el momento, el equipo de Domínguez empezó perdiendo demasiado rápido con Tigre y terminó goleado 3-0; tuvo un partido caliente con Platense y la derrota sobre el final por 1-0 le agregó picante a la actitud del entrenador, primero con el árbitro Andrés Merlos y luego con la dupla técnica rival del Calamar, compuesta por Favio Orsi y Sergio Gómez. Luego perdió en Córdoba ante Instituto 2-0 y sin Domínguez en el banco de suplentes, sancionado por su cruce con el juez la fecha anterior.
“Es un orgullo, un privilegio que conlleva mucha responsabilidad. Hay un porcentaje emocional que no puedo quitar del momento que estoy viviendo. Estoy muy feliz. Mi objetivo siempre fue ser entrenador de Vélez. Siento mucha alegría y una responsabilidad muy grande de dirigir al Campeón Argentino”, había dicho Sebastián Domínguez el día de su presentación como DT de Vélez, el 6 de enero pasado.
Tuvo una gran virtud Domínguez: aceptar el desafío de asumir en un equipo campeón y sabiendo que iba a tener bajas importantes igual no dudó, soñando con la convicción de que podía conseguir algo superador. Todavía está a tiempo, claro, sobre todo porque la principal luz de esperanza está en Alvaro Montoro, un gambeteador rebelde que además de jugar bien, tiene personalidad. El 10 no tuvo reparos en señalar el campo de juego luego de la derrota con Platense, aunque no lo puso como la principal excusa. Pero, además, debería seguir confiando en los aportes de Bouzat, Pizzini y Brian Romero, que fueron muy importantes hasta hace pocos partidos, lo mismo que el arquero Marchiori, Mammana, Elías Gómez…
El día de su presentación junto con el presidente Fabián Berlanga, Domínguez se convenció del proyecto a largo plazo, algo que no es sencillo de ver en un fútbol argentino dominado por los resultados. “El proyecto como club a largo plazo que tiene Vélez, nos favorece como cuerpo técnico. Poder tener soluciones con juveniles dentro del club, es fundamental. Eso es muy fuerte para nosotros a tener en cuenta. Es algo que vamos a defender. Podemos tomar muchas cosas buenas que hizo Gustavo (Quinteros) como entrenador y potenciarlas. Ser protagonistas en todos los eventos que tengamos. Reciclar el hambre”.
Tuvo demasiados contratiempos en el comienzo Domínguez, pero él los potenció, con el cruce con Merlos en el círculo central luego de la derrota con Platense. Arrancó bien, con tono futbolero, pero después cruzó los límites: “¿Vos dormís tranquilo? Te conozco bien, eh… Si hablo yo, te prendo fuego“. Y con la dupla Orsi-Gómez discutió con la demora en el cambio de Ignacio Schor (“¡Siempre hacen lo mismo!”) y luego del partido siguió con la diferencia ideológica: “Fuimos el único equipo que intentó jugar”, como si el Calamar sólo se hubiera dedicado a hacer tiempo. No sucedió eso. Fue crítico del campo de juego y… también una forma de minimizar lo hecho por el adversario: “¿Cómo hago yo para analizar un partido con el campo de juego como estaba… Es un premio demasiado grande para Platense, pero bueno, tenemos que seguir intentando».
Desde el esquema 4-2-3-1, Domínguez mantuvo lo que venía buscando en Tigre y también lo que el propio Vélez hacía con Quinteros, aunque en este caso con una posesión que estuvo por encima del 60% (68% vs. Tigre, 66% vs. Platense y 61% vs. Instituto): “Es un sistema que a los jugadores les da mucha tranquilidad porque, más allá de los nombres, hay 6 jugadores que pueden jugar como extremos para hacer el uno contra uno. El 4-2-3-1 y el 4-3-3 es seguramente como nos van a ver jugar”, cuenta el DT.
En lo que va del torneo, Vélez tuvo la posesión, remató 13 veces contra Tigre, 14 ante Platense y sólo ante Instituto apenas sumó 4 intentos. Y tuvo casi 100 ataques por partido: 97-86-77, respectivamente. No pudo convertir y esa es una de las frustraciones que buscará desbloquear ante San Lorenzo.
Más allá de un comienzo tumultuoso, Domínguez terminó haciendo un trabajo más que correcto en Tigre. Tenía un plantel limitado y aún así compitió e hizo partidos muy buenos. El arranque parece ser silimar en Vélez, pero la historia puede terminar bien. De cómo cierre el grupo puertas adentro y “recicle el hambre”. Vélez fue uno de los equipos que más partidos jugó en 2024 y el desgaste fue grandísimo no sólo por la cantidad sino también por la intensidad con la que el Fortín se presentaba en cada cancha. Pero estará en el DT canalizar sus enojos por otro lado, potenciando a un equipo que sigue sacando futbolistas de las inferiores y tiene un 10 distinto, dispuesto a cargarse la mochila y compensar las pérdidas.