Adrián Martínez llega a todos los estadios que recorre con Racing con la misma compañía: la biblia. Maravilla es, como varios de sus compañeros, un hombre de fe. Y la Academia de Costas, devoto del Señor de los Milagros, también tiene un espíritu elevado e inquebrantable. Por eso, cuando el equipo más lo necesitaba, en una semifinal a la que el plantel había llegado diezmado desde lo físico en un año lleno de desafíos de máxima exigencia, Martínez se elevó por encima de Ayrton Costa y con un cabezazo potente derrotó a Agustín Marchesin.
El gol del 9 de Racing no sólo quebró la paridad en la Bombonera, donde la victoria significaba sacar el primer pasaje a Santiago del Estero, sede de la final del Clausura. Maravilla también rompió la inédita y extensa sequía que lo tenía a maltraer en los anteriores 10 partidos, de los que se había marchado sin poder hacer lo que más y mejor sabe: inflar las redes rivales. Fueron 966 minutos los que pasaron entre la definición con la que había vulnerado a Vélez, el 16 de septiembre, en Liniers, y el cabezazo que este domingo 7 de diciembre selló el 1-0 ante Boca.
De los 51 goles en 93 partidos oficiales que lleva en la Academia, el firmado en la semifinal tiene una connotación especial por varios aspectos: la instancia, el rival, el escenario, el momento del partido (30 minutos de un segundo tiempo sin predominios) y el maleficio pulverizado. “El 9 vive del gol”, se sinceró en varias ocasiones, cuando las conquistas suyas se apilaban semana a semana de manera estupenda. Acostumbrado a ser quien con maestría resolviera diferentes partidos con conquistas de todo tipo, revivió su sana costumbre cuando el equipo más lo requería.
Esta anotación que pone a Racing en otra final en el exitoso ciclo de Gustavo Costas comenzó a construirse durante la semana. Fue en el Cilindro de Avellaneda, ante Tigre, cuando Adrián estuvo más que nunca sin precisión ante el arquero rival y dilapidó varias ocasiones. En ese contexto adverso, el público de Racing lo había levantado al gritar al unísono por él. Y en la definición por penales de ese encuentro con el Matador, cuando Costas lo respaldó al incluirlo entre los pateadores, Maravilla le rompió el arco a Zenobio y se besó el escudo, en retribución al apoyo de los fanáticos, del técnico (un hincha también) y sus compañeros.
“Con el penal se va a destrabar”, había confiado Costas luego de la clasificación frente a Tigre. Ya en la noche de la Bombonera, cuando Martínez definió el clásico a pura jerarquía, el técnico de Racing volvió a protagonizar su festejo marca registrada, con un grito de corazón y con la certeza de haber acertado otra vez. Recordará Costas en cada una de estas grandes citas que Martínez fue uno de los primeros nombres a los que apuntó cuando empezó esta tercera aventura como técnico de la Academia.
Maravilla es un jugador gana partidos. Y la cifra impactante lo respalda: 21 veces hizo el 1-0 de Racing, que cuando él anoto se quedó con 36 victorias y apenas dos caídas. Y cuando convierte el segundo, también es para rematar grandes citas, como las finales de la Copa Sudamericana (ante Cruzeiro, en 2024) y de la Recopa (ante Botafogo, en febrero de este año). Este artillero de época, que consolida su estatus de ídolo que trascenderá las generaciones, no tiene goles decorativos.
Martínez es camiseta en la espalda de grandes y chicos y respaldo a los sueños infinitos de Racing. Adrián, que estuvo preso durante siete meses hasta que se comprobó su inocencia por un delito que no cometió (quemar la casa de un agresor de su hermano), lleva el alma sagrada de los jugadores que liberan los corazones de esos hinchas que gritan con fervor sus goles. Tiene una cláusula de rescisión de 122 millones de euros, surgida luego del Salasgate, al que extraña adentro y afuera de la cancha, pero en varios partidos se acordó del esfuerzo que hacen los hinchas por pagar una entrada y poder alentar al equipo.
Entre algunos fanáticos, después de aquel gol contra Vélez en Liniers, surgió la idea de hacer una bandera para tachar los próximos tantos que concretaría. Desde la aparición de ese trapo, el 9 ingresó en el túnel de los 10 partidos sin celebraciones. “¡Quemen la bandera!” fue un mensaje que comenzó a repetirse en redes sociales, charlas de fanáticos y hasta en la TV. Creer o reventar, según trascendió en la previa al duelo entre Racing y Boca, la insignia se habría hecho ceniza. Una especie de exorcismo, aunque el Diablo esté en la vereda de enfrente en Avellaneda.
“Los tiempos de Dios son perfectos” es una reflexión religiosa que se hace carne en la historia del 9 de Racing. Los 965 minutos de mala racha son parte del pasado. El presente le sonríe a la Academia, que anhela en su futuro inmediato otra jornada de gloria: en Santiago del Estero, ante Gimnasia o Estudiantes, irá por el campeonato local.
El equipo de Gustavo Costas, que en la Bombonera no tuvo a un baluarte como Santiago Sosa, recuperó el rol protagónico de Maravilla y así accedió al encuentro cumbre del certamen. Racing termina el año como lo empezó: con el sueño de ser campeón. Ilusionado. Con el sentido de pertenencia en un punto altísimo. Y con Maravilla, su profeta con la 9, haciendo un gol.


